Tríos bisexual. iniciación, La estrategia


Queridos lectores,
Hasta el día de hoy, todos mis relatos han estado basados en vivencias propias.
Pero en este caso no es del todo así.
Este relato me lo ha inspirado una historia corta que leí en una revista, hace de ello muchos años.
Se podría decir que está hecho de recortes de mi vida y de mi imaginación, he realizado un coctel cogiendo recuerdos de aquí y allá, y lo metido todo en una historia que considero excitante a la vez que realizable.
A pesar de ello he disfrutado casi tanto al escribirlo como si lo hubiese vivido de ese modo.
Espero que os guste.

Esta historia se remonta a los tiempos en los que casi no se conocía internet, la vida transcurría aún a caballo entre lo analógico y lo digital, y todo iba mucho más despacio que ahora.
En cuanto a la hipocresía que rodea al sexo, esta era mucho mayor que ahora, y cualquier relación que se saliese de lo “normal” era motivo de escándalo, sobre todo en los pueblos.

Yo estaba aún soltero, tampoco tenía novia, y por aquella época era muy difícil tener relaciones sexuales completas, a no ser con prostitutas.
Viví mi infancia y parte de mi juventud en Alemania, allí me inicié en el sexo, tanto con mujeres como con hombres.
Pero desde el día en que mis padres decidieron volver a España estaba viviendo todo un calvario desde el punto de vista sexual, tanto que me planteé en más de una ocasión regresar yo solo a Alemania.
                                                
Tenía yo por aquella época un compañero de trabajo, de nombre Manuel.
El cual llevaba unos pocos años de casado con una mujer imponente, lo cual provocaba la envidia de todos los que le conocíamos.
Manuel y yo éramos muy similares en lo físico, ambos altos y delgados, aunque él era moreno de pelo y piel, y yo, al contrario, rubio con el pelo largo y los ojos claros.
Y él tenía unos 27 años, 5 más que yo.

En cuanto a su mujer.
Aquella belleza se llamaba María, era alta y rubia, ojos verdes y un cuerpo cuyas proporciones eran dignas de una diosa.
Ella trabajaba en la misma empresa que nosotros, y por supuesto se sabía admirada por todos los que allí trabajábamos.
Como todos los demás, yo también me volvía loco de deseo al verla, pero aun siendo amable conmigo, no me prestaba demasiada atención.
Supongo que por timidez y por el miedo al “¿qué dirán?”
Eso incrementaba en mí el deseo de poseerla, hasta el punto de cometer alguna locura.
No sé en qué momento se vino a mi cabeza la idea de que tenía que poseerla a toda costa,
Estaba obsesionado con la idea de térnela para mí, aunque solo fuese por una vez.
Pero con su consentimiento, no soy un violador, y tenerla por la fuerza nunca entró en mis planes.

Manuel era un tipo simpático conmigo, aunque un poco borrachín, éramos amigos.
Y nuestra amistad parecía ir en aumento.
En alguna ocasión había estado en su casa, allí su mujer me trataba de modo más abierto que en la fábrica, e incluso le gustaba sentarse a mi lado y rozarse ligeramente conmigo como por descuido.

En otras ocasiones, Manuel y yo habíamos salido juntos de juerga, a él le gustaba mucho ir de puticlubs, en cuanto a mí, debo reconocer que también me gustaba, sobre todo después de que hubiésemos tomado algunas copas.
A veces entrabamos los dos con la misma chica a la vez, y nos la follábamos por turnos.
Una noche, llevados por el alcohol, nos confesamos mutuamente que a ninguno de los dos nos importaría probar el sexo con otro hombre.
Me dijo, como en broma, que no le importaría echarme un polvo, por lo que yo reí siguiéndole el juego.
No sé si él lo habría olvidado, pero yo recordaba aún aquella conversación.

Él no sabía que yo había tenido sexo con hombres en más de una ocasión, era algo inconfesable, no me atrevía a decírselo, pero en base a ello empezó a madurar un plan en mi cabeza.
Por aquella época, yo vivía aún en casa de mis padres, pero pasaba mucho tiempo solo, sobre todo por las tardes.
Así que un viernes por la tarde le llamé por teléfono y le invité a tomar unos cubatas en mi casa, me dijo que no tenía nada que hacer y accedió a venir.

Siguiendo mi plan, escondí mi cámara de video Sony dentro del armario de la habitación, dejando la puerta de este ligeramente entreabierta.
Si mi plan funcionaba, solo tenía que activarla con el mando a distancia y esta grabaría todo lo que ocurriese en mi cama.
Con un poco de música de fondo no se oiría nada el ruido de la cámara.

Me fui precipitadamente a la ducha para estar limpio y oler bien cuando el llegase, y le esperé con solo unos calzoncillos y una bata encima.
No sin antes tomar un buen pelotazo de whisky para tranquilizarme y cobrar valor.
Poco después sonó el telefonillo del portero automático, abrí la puerta principal y le invité a subir, dejé la puerta del piso entreabierta, y volví rápidamente a la sala de estar, para recibirle allí sentado con las piernas desnudas cruzadas y un cigarrillo en la mano.
— ¿Se Puede?
—Entra y cierra la puerta, — le dije sin moverme de mi sillón.
—Veo que te has puesto cómodo, — dijo al verme así vestido.
—Acabo de darme una ducha y aún no me he vestido del todo, pensé que no te molestaría.
—No, por supuesto, además estás en tu casa, puedes recibirme como quieras.
—Además, quién sabe si no me tendré que quitarme la poca ropa que llevo encima. —dije sonriendo.
—¿Por qué dices eso? —Me pregunto con aire sorprendido.
—Es solo una tontería que he dicho sin pesar, no me hagas caso.
No respondió, pero Manuel no era tonto, estaba seguro de que mis palabras no habían caído en saco roto, y su silencio hablaba por él.
—¿Te apetece un “cubata”? —le pregunté.
Asintió con la cabeza, debe haber perdido el habla, pensé, riéndome por dentro.
Lo tenía ya todo preparado, así que rápidamente puse dos cubalibres sobre la mesa.
Le di un buen trago al mío, y el hizo lo propio.
—Está buenísimo, —dijo sonriendo.
Esto parece ir bien, pensé con satisfacción.
—¿Te apetece ver una película?
—¿De qué va? —Preguntó.
—Si prometes no asustarte te puedo poner una porno, es algo fuerte, pero a mí me encanta.
Es de Jeff stryker, es bisexual, o sea que en la película se ve de todo.
—Ponla, —dijo— ya sabes que aún no tengo vídeo en casa, y tengo pocas ocasiones de ver películas de esas.

Puse la cinta en el reproductor y serví otros dos cubatas, le di uno a Manuel y me senté a su lado en el sofá.
La película era buenísima para mi gusto, no recuerdo el título, pero resumiendo, en ella, Jeff se tiraba a una rubia preciosa, luego formaban un trío con otro hombre, y al él se la metían por el culo.

Estuvimos en silencio durante los primeros 10 minutos de película, mi amigo no pestañeaba.
—¿Te gusta? —Je pregunté con voz ronca, los nervios y la excitación estaban haciendo mella en mí.
—Me estoy poniendo “enfermo”, me encanta.  —respondió con voz apagada.
—Pues aun no has visto lo mejor de la película. —añadí.
—Menudo calentón voy a coger si es más fuerte aún.
No respondí, esperaba a que empezase la parte de la película donde otro tío se la metía a Jeff.
No sin antes comerse la polla el uno a otro, y hacerle una doble penetración la rubia.

Y llego el momento….
Cuando todo aquello estaba en lo más caliente, y Jeff estaba a punto de ser castigado por el ano….
Me armé de valor, y ayudado por el alcohol, me lancé al vacío.
—Al ver esto se me ha venido una cosa a la cabeza.
—¿Sí? Dime. —me respondió, sin prestarme mucha atención.
Tragué saliva.
—Creo recordar que en una ocasión me dijiste que te gustaría follarte a un hombre.
—Puede ser, el alcohol nos hace decir muchas tonterías.
—¿Entonces no lo decías en serio? —Le pregunté.

 Me respondió con tono enfadado.
—¿Dónde quieres llegar?
Ahora ya no había marcha atrás, aunque la película seguía su rumbo, allí en aquella salita de estar el aire parecía ser más denso.

—No te hagas el tonto, —le dije— estamos aquí los dos solos viendo una película porno, y yo estoy casi desnudo, necesitas que te haga un dibujo para entenderlo. Quiero saber que se siente con una polla dentro del cuerpo, y he decidido que tú seas el primer hombre que entre en mí.
Vamos, que, si quieres que nos acostemos juntos, este es el momento, o ahora o nunca, porque si te vas en este momento puede que ya nada vuelva a ser igual entre nosotros.
Independientemente de que hayamos tenido sexo o no.

Giró su cabeza hacia mí, sonreía, pero la expresión de su cara era a la vez tensa.
—Lo tenías todo preparado, ¿Verdad?
—Así es, —respondí— ahora todo depende de ti.
Entonces su mano acarició la parte interna de mi muslo desnudo, con tono grave, pero cálido, y en voz baja, articuló.
—Has tenido mucho valor, es verdad que tengo muchas ganas de probar eso, pero yo no me atrevía a proponértelo, no mereces que te decepcione.
 ¿Dónde lo vamos a hacer?
—En mi cama.
—¿Y si vienen tus padres?
—No vendrán hasta esta noche, no hay nada que temer.

La película había terminado, creo que nos perdimos el último cuarto de hora, ahora empezaba la nuestra.
—Necesito ducharme antes, he sudado mucho por los nervios y la película.
Le indiqué donde estaba todo en el cuarto de baño, y mientras él se metió en la ducha yo me lavé la polla en el bidet, a pesar de haberme duchado antes tenía ahora la polla goteando y los calzoncillos manchados.

—Te espero en la habitación. —le dije.
Me apresuré a poner la radio en una emisora de música, y acto seguido puse en marcha la cámara.
Me tumbé sobre la cama, desnudo con las manos tras la cabeza, mirando al techo.
A estas alturas ya me habían metido varias pollas por culo, y yo también me había follado a otros hombres, además sabía muy bien lo que era tener una polla dentro de la boca y conocía ya el sabor del semen.

Muy pronto apareció Manuel desnudo y sin mediar palabra se tumbó a mi lado.
Incorporándome, tomé la iniciativa, y me puse sobre él.
Acercando mi boca a su oído, le pregunté: —¿Nos besamos?
Yo ya había besado otras bocas de hombre, pero no sabía si a él le gustaría.
—Si tú también quieres, podemos probar. —me dijo también con voz suave.
—Pues claro que quiero, tonto.
Con esta última palabra, nuestras bocas se unieron en un largo beso, lo necesitábamos para relajarnos un poco.

Ahora, al igual que hacía yo casi siempre en estos casos, mi boca se fue deslizando hacia abajo, besando su pecho, luego su vientre, hasta llegar a mi sitio preferido.
Agarré aquella polla semi erecta y mojada de flujo preseminal con mi mano y me la metí toda entera en la boca, pero como era de esperar, aquello empezó a crecer y tuve que sacar parte de ella de mi boca.

Yo ya había visto la verga de Manuel en algunas ocasiones, cuando salimos de fiesta, pero nunca la había visto desde tan cerca, no la recordaba tan grande, paré de mamársela para decirle:
—¿Piensas meterme esto tan grande por el culo?
—Tú lo has decidido, no he sido yo, si te da miedo habrá que dejarlo.
Yo reía interiormente, él no sabía que las había probado ya, incluso más grandes.
—Yo cumplo lo que prometo, si quieres follarme lo vas a poder hacer.
Con un poco de crema tiene que entrar, espera un momento, vuelvo enseguida.

Fui al baño y busqué apresuradamente alguna crema lubricante, solo encontré Nívea, esto valdrá, pensé, en el fondo lo que yo quiera era hacerle creer que era el primero, pero no tenía ningún miedo.
Esto servirá, le dije enseñándole la cajita de crema.
La puse sobre la mesilla y volví a tenderme a su lado.
—Ahora si quieres chupármela tú, adelante.
—No sé si sabré hacerlo tan bien como tú. —me dijo— ¿Dónde has aprendido?
—Es fácil solo tienes que hacerlo como te gusta que te lo hagan a ti mismo, darse placer entre hombres es fácil porque sabemos lo que nos gusta en general.
Me callé a tiempo, me estaba delatando por bocazas.

Se inclino sobre mi polla y se la metió poco a poco en la boca, su falta de experiencia le delataba, pero no me desagradaba esa mamada un poco torpe y sobrada de dientes.
—Sigue, sigue así, tú también lo haces muy bien.
 Le mentí, pero en el fondo me gustaba, me la estaba chupando quién nunca hubiese pensado que lo haría.
Le pedí que parase, no me gusta que me la metan después de haberme corrido, cuando el deseo disminuye todo cambia.

Me puse de rodillas sobre la cama, y me incliné hacia delante apoyé los codos en el colchón y sujetado mi cabeza entre mis manos, hundí mi cabeza en la almohada.
—Ven aquí con la crema le dije.
Inmediatamente lo tuve tras de mí con el bote en la mano.
—Ahora debes hacer lo yo te diga, embadúrnate un dedo o dos, y despacio me vas metiendo un dedo y cuando te avise metes el segundo, con eso debería ser suficiente para dilatarme un poco el culo.

Lo hizo bastante bien, siguiendo mis instrucciones, pronto tuve dos dedos dentro del culo, y cuando sentí que mi esfínter anal estaba lo bastante dilatado le dije que ya podía parar.
Cerró el bote de crema y se limpió las manos en mis nalgas.
—¿Te la meto ya?  —Me preguntó.
—Espera un momento, voy a ver como la tienes de dura, debe de estarlo bien para que entre sin problemas.

Me incorporé y mi di la vuelta para ver como la tenía, su erección era total pero quería hacerle sufrir un poco.
Una parte de mi plan consistía en hacerle una propuesta, la cual sabía que no iba cumplir por las buenas, pero tenía que encontrar el momento justo para decírselo.
Todos sabemos que el hombre es el animal que más promete hasta que la mete.
Por desgracia ese dicho es cierto, al menos en gran medida, y decidí jugar con eso.

Suponía que en estos momentos debía de estar loco por metérmela y correrse dentro de mí, pero decidí jugar un poco con ello, aunque sin abusar, no quería enfadarle.
Bajándome de la cama le pedí que se pusiese el también en pie sobre el suelo.
Me puse de rodillas ante él y le dije:
—Antes de que me la metas quiero chupártela de rodillas, quiero sentirme humillado, mete tu polla en mi boca y sujétame por los pelos, no temas hacerme daño, quiero ser tu puta, me puedes insultar si quieres.

Me cogió la cabeza con intención de meter su polla en mi boca, pero de pronto se detuvo, y me pregunto:
—¿No es la primera vez que haces esto, ¿verdad?
No es normal que tengas tanta experiencia.
La chupas tan bien como las putas, y pareces saberlo todo sobre sexo anal.
Llegado este momento pensé que era tontería seguir haciéndome el inocente.
—He estado con otros hombres cuando vivía en el extranjero, pero no me atrevía a decírtelo, nunca se lo he confesado a nadie aquí en España.

Pero ahora estamos en el mismo barco, y es justo que lo sepas.
Permíteme una indiscreción, y no te enfades por favor.
¿Me gustaría saber si tu mujer te la come tan bien como yo?

No sabía cómo iba a reaccionar ante mi pregunta, pero no pareció enfadarse y me respondió de forma natural, como quien habla de cocina, por ejemplo.
—No, no lo hace tan bien como tú, ella no tiene tu experiencia, pero no me puedo quejar, es muy ardiente en la cama, aunque lo nuestro es rutinario, siempre hacemos lo mismo.

—Debo confesarte que tu mujer me gusta mucho, es guapísima, eres un tío con mucha suerte.
Y añadí:
—Te imaginas si hiciésemos un trío con ella.
De nuevo temí una reacción airada por su parte, pero riendo me dijo que estaba loco, nunca se atrevería a proponerle algo así por miedo a su reacción.
Parte de mi plan estaba fallando, no había conseguido arrancarle una promesa.
—¿Y si supiese que te has acostado conmigo, como crees que reaccionaría?
—No quiero ni pensar en eso, creo que me dejaría sin dudarlo.
—Creo que nos hemos olvidado de lo que estábamos haciendo, será mejor que sigamos.

Y dichas estas palabras acerqué mi boca a su polla, su erección había perdido algo de fuerza, por lo que rodeé su culo con mis manos y me la metí toda entera en la boca.
Pronto sentí como ya no me cabía en la cavidad bucal, me la saqué un instante para recordarle que hiciese lo que le había pedido al ponerme de rodillas ante él.
Y cogiendo mi pelo con las manos hizo lo dicho, me obligo a tragármela entera, mientras me insultaba por haberle mentido, y a la vez alababa lo bien que yo se la mamaba.
Me la metió varias veces hasta la garganta y llegue a sentir nauseas, pero aquello me gustaba,
Cuando conseguí que parase, y tras limpiarme las lágrimas de los ojos, le pedí que pasásemos a la siguiente fase, la más esperada por los dos, sin duda.

Volví a ponerme de rodillas sobre la cama con la cabeza, otra vez, apoyada en la almohada.
Él se puso de inmediato tras de mí.
—Ahora debes procurar no ser muy brusco, le dije, debes metérmela lentamente, muy despacio, yo te diré cuando debes seguir empujando, y cuando la tenga toda dentro debes parar un momento para que me relaje.

Al momento, sentí como su verga buscaba torpemente la entrada, su impaciencia unida a su falta de experiencia en sexo anal, podían convertir aquello en algo muy penoso.
Me hacía daño, apreté los dientes para no gritar de dolor.
Pero una vez que sentí que su glande había entrado, deje de temer por el dolor, ya solo era cuestión de que todo el resto de su falo entrase, y pronto el dolor se convertiría en placer para ambos.

Siguiendo mis instrucciones, fue empujando y retrocediendo ligeramente, hasta que llegó el momento en que me dijo con voz calenturienta.
—Ya la tienes toda dentro, avísame cuando pueda moverme. ¡Dios mío, qué gusto, esto es mejor que un coño!
Supongo que mi voz debía ser similar a la suya, cuando, transcurridos unos 30 segundos, le dije.
—Ya puedes darle sin miedo, pero no tengas mucha prisa por correrte por favor, a mí también me encanta esto.

De pronto se me ocurrió una idea;
Le pedí que parase un momento, y sin que llegase a sacar del todo su polla de mi culo, puse la almohada doblada bajo mi pelvis, eso me permitía tumbarme sobre la cama manteniendo el culo ligeramente elevado.
—Así puedes tumbarte sobre mí, —le dije.
Y así lo hizo, ahora podía sentir todo su cuerpo sobre mí y oír sus jadeos que me volvían loco.
—Sigue así le decía, me estas destrozando el culo, pero me muero de gusto.

Creo que nunca me habían follado con tanta fuerza y ganas, sus empujones eran de lo más violento, era como si quisiese meterse todo entero dentro de mí.
Yo sujetaba mi cabeza con mis manos, parecía que me iba a romper el cuello.
—Me gusta como lo haces, no temas hacerme daño, pero aguanta por favor.
 Le dije eso entre otras muchas cosas que se pueden decir en esos momentos de locura.

Me besaba y mordía la espalda, me clavaba las uñas en los hombros al sujetarse para poder empujar más fuerte, luego agarró mis pechos con ambas manos y aunque estos eran masculinos, o sea pequeños, los estrujo con sus manos, sin poderlo evitar, grité de dolor.
Creo que dijo algo así:
—Lo siento, perdona, me estoy volviendo loco por momentos.

Y volvió a cogerme por los hombros para empujar tan fuerte como podía, eran tan intensos sus pollazos, y tan fuertes los golpes que recibían mis nalgas con cada embestida, que era imposible tomar algún tipo de iniciativa por mi parte, como intentar mover un poco el culo para acompañarle en el viaje, o al menos acomodarme un poco.
Este polvo estaba resultando ser el más violento y “apasionado” que me habían echado hasta ahora.

(En las relaciones que yo había tenido anteriormente con otros hombres, las cosas trascurrían más despacio, más fríamente, incluso a veces, nos turnábamos en los roles.
Durante lo que podríamos llamar una misma sesión, podíamos ir desde un “69”, hasta metérnosla por el culo el uno al otro por turnos, alternando así el tipo de placer que podíamos sentir cada cual.)

Y llegó lo inevitable, con verdaderos alaridos de placer y aumentando el ritmo de sus pollazos, me avisó de que ya no podía aguantar más, que se tenía que correr sin remedio, que se iba.

(No me gusta escribir onomatopeyas, es por ello que no reproduciré los sonidos de esos últimos momentos, pero os puedo asegurar que todo era muy intenso, lo dejo a vuestra imaginación.)

Con unos últimos empujones descontrolados, sentí como mi recto se inundaba de semen, sentí humedad y calor, mucho calor dentro de mí.
Y luego sentí todo el peso de su cuerpo caer “muerto” sobre mí, su respiración era aún muy fuerte, podía sentir el ritmo de su pecho y de su corazón sobre mi espalda.

—Ya está hecho. —me dijo por fin
—¿Te ha gustado? —le pregunté.
—¿Acaso lo dudas? Ha sido fantástico, no me imaginaba que era tan bueno follarse un culo.
—¡Un culo no! ¡Mi culo! –dije, simulando enfado.
El rió al oírme.

Supongo que su polla debía estar ya flácida, la verdad es que yo ya no la sentía cuando decidió liberarme de su peso.

Al retirarse vio la dilatación de mi ano, supongo que debía de ser bestial.
—Dios mío, tienes el culo como una boca de metro.
Deduje que él nunca antes había visto algo así.
—No pasa nada –le dije— es normal, dentro de unas horas volverá a estar como antes, puede que me duela durante unos días, porque hace mucho tiempo que no me la meten, y además no has tenido piedad con él, pero eso hará que me acuerde de ti.

—Acércate al baño y tráeme un rollo de papel. —le pedí.
Corté un buen trozo y me lo puse entre las nalgas, luego me levanté despacio, y apretando el culo, con un paso que debía de ser ridículo, me dirigí el cuarto de baño.
Una vez allí, me senté en el inodoro.
No tuve que hacer ningún esfuerzo para sentir como toda la leche de Manuel salía de mí cuerpo y se deslizaba por mis nalgas.
Entre tanto mi “torturador” se lavaba la polla y los huevos en el bidet.

Tan pronto como terminó, me limpié el culo con papel y pasé a ocupar su sitio.
Abrí el agua y me dispuse a lavar mi trasero.
Casi me asusté al ver que podía meter dos dedos sin problema alguno en mi agujero, tal era aún la dilatación.
Pero con ello lo que conseguí fue una tremenda erección al recordar lo que acabábamos de hacer en mi cama.

Manuel me estaba observando en silencio mientras me lavaba, sabe dios que ideas estarían pasando ahora por su cabeza.
Cuando me levanté para secarme, se quedó mirando mi polla.
—No recordaba que tú no te habías corrido, soy un egoísta, perdóname.
—No te preocupes voy a hacerme una paja, y todo resuelto.

Dicho esto, me puse frente la bañera para masturbarme, de modo que la leche cayese dentro de esta.
Al verme, mi amigo se acercó a mí y me dijo:
—Espera, yo te haré la paja. —Y apoyando su cuerpo contra mi espalda agarró mi polla con su mano derecha, la apretó con fuerza y empezó a mover la mano despacio.
Como ambos teníamos la misma estatura, casi un metro ochenta, sentí su verga apoyada en mi culo, aunque flácida al principio, pronto tuve la impresión de que se iba endureciendo, mientras él se aferraba cada vez más a mí, rodeando mi cintura con su mano izquierda.

Acercó su boca a mi oreja y sentí el calor de su aliento cuando en voz baja me dijo:
—Creo que me estoy calentado otra vez.
— Ya lo he notado, lástima que no nos quede tiempo para echar otro polvo.
—¿Quieres que te la chupe yo ahora? –Me pregunto de pronto.
—Me encantaría. –le dije sin dudarlo, a la vez que me daba la vuelta.
Para encontrarme a Manuel de rodillas, con su boca a al atura de mi polla.

No nos quedaba mucho tiempo, pronto mis padres llegarían.
Le metí mi polla en la boca y acaricié su cabeza, mientras él lo hacía tan bien como podía.
Ahora parecía hacerlo mejor que la primera vez, tal vez porque estaba más relajado.
Se la saco de la boca un momento para escupir el líquido preseminal que salía inevitablemente de mi polla, y volvió a la carga.
Pero ya era imposible para mí aguantar más tiempo sin correrme, después de toda una tarde de calentura, el placer era ahora tan fuerte que era ya imposible no reventar.  
Pensé en avisarle, pero se me hizo tarde, el primer chorro fue a parar a su garganta, retiró su boca, pero el siguiente fue a parar a su cara.
Mi di la vuelta justo a tiempo para terminar de eyacular en la bañera.

Mientras yo escurría mi polla de las últimas gotas de semen, Manuel se estaba lavando la cara en el lavabo, supongo que también se había enjuagado ya la boca, aunque eso no lo vi.
—Lo siento debí avisarte a tiempo, –le dije— pero apuré demasiado el momento, era tan bueno que cuando quise hacerlo era ya tarde.
—Lo comprendo, no te preocupes, no te guardo rencor, además tal vez si me hubieses avisado te habría dejado correrte en mi boca. ¿Quién sabe?

Me acerqué a él por detrás, y rodeando su cintura con mis brazos, acaricié su paquete, sopesando sus huevos con mi mano, y masajeando todo por unos momentos con ambas manos, le dije
—Ya no nos queda tiempo para nada más, no sabes cuánto lo siento.
Sin decir nada se doy media vuelta y me abrazó mientras nuestras bocas se buscaban para fundirse en un último beso.
El ultimo, al menos por aquel día.
Nos vestimos y despidiéndonos hasta el lunes, se marchó.
Yo me quedé pensando en cómo reaccionaríamos el lunes al vernos de nuevo en la fábrica.

Limpié el cuarto de baño y le eché un vistazo a mi cama, estaba desordenada pero no sucia, por lo que me limité a arreglar un poco las sabanas.
Cogí la cámara del armario, la cinta había terminado y se había rebobinado sola, afortunadamente eso ocurrió mientras estábamos en el baño, y no oímos el ruido que hacia la cámara al rebobinar.
La puse en modo reproducción y miré por el visor, la cámara había grabado desde la parte trasera de la cama, no pude evitar excitarme al ver a Manuel movido el culo, mientras me follaba de modo salvaje.

Entonces sucedió algo que yo no tenía previsto.
Descubrí que nunca tendría el valor suficiente para usar esa grabación para chantajear a mi amigo, ahora era ya algo más que un simple amigo para mí.
Nos habíamos entregado con sinceridad el uno al otro, mi conciencia no me permitía ahora portarme como un cerdo con él.
A pesar de ello escondí la cinta en un lugar seguro dentro del armario, tal vez me gustaría verla más tarde.

No renunciaba con ello a follarme a su mujer, María, pero tendría que encontrar un modo más “limpio” para conseguirlo.
Durante los dos meses siguientes tuvimos sexo varias veces más, incluso conseguí penetrar el culo de mi amigo, y ahora él también estaba, como yo, enganchado a ello.
Tuvieron que pasar dos meses para conseguir mi propósito de tener sexo con su mujer, pero por fin lo conseguí.


Así que, si veo que este relato ha gustado, escribiré la segunda parte, donde relataré como conseguí follarme a Manuel y luego también a María.
Espero vuestros comentarios y vuestras puntuaciones.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinión es muy importante para mí. Gracias.