Después de
nuestro estreno dentro del mundo de los intercambios de pareja, (véanse mis
relatos anteriores) nos hicimos adictos mi mujer y yo a ir a los locales de
intercambio.
A veces conocíamos allí a
otras parejas, o bien quedábamos con alguna ya conocida para ir juntos.
No puedo recordar con
detalle todos los encuentros que tuvimos, pues fueron muchos a lo largo de los años en que estuvimos disfrutando de ese mundo.
Supongo que los que
recuerdo bien, deben ser los mejores.
Y he borrado de forma
inconsciente los menos relevantes, y puede que también los que fueron
decepcionantes.
Pues no todos los encuentros que tuvimos con
otras parejas fueron perfectos, pero esos prefiero olvidarlos.
En ninguno de mis relatos
he contado como era mi mujer, a la cual llamaremos Raquel.
Por aquella época mi mujer tenía el pelo negro, bastante largo, a mi me encanta el pelo largo, le
llegaba hasta media espalda, o sea que por delante se podía tapar las tetas con
el si quería. De estatura mediana, y sobre todo muy guapa.
Con unos ojos negros que
le otorgaban una mirada cálida y profunda, y unos bonitos labios sensuales,
aunque no demasiado carnosos, cuando les ponía carmín rojo parecían cobrar vida
propia y decir ¡bésanos!
En cuanto a sus pechos,
medianos, tirando a grandes, siempre firmes, eran la envidia de muchas mujeres
y la tortura de muchos hombres.
Tenía y tiene aun, una
enorme sensibilidad en los pezones, casi tanta como en el clítoris.
He estado con muchas
mujeres, pero no he encontrado ninguna con tanta sensibilidad en los pechos.
Su culo, de un tamaño mediano y firme,
provocativo dentro de lo normal, al igual que sus piernas.
Y su coño… hay quienes
dicen que son todos iguales, pero os puedo asegurar que eso es mentira, el
suyo, aun hoy, es abultadito y carnoso, con unos labios mayores que esconden
celosamente el jugoso tesoro que vive dentro.
¿Cuántas veces se lo habré
comido en los muchos años que llevamos casados?
Y en los años en que
estuvimos haciendo intercambios y tríos,
¿Cuántos otros hombres meterían ahí su lengua?
¿Y cuántas pollas, habrán gozado dentro de él?
¿Cuantos hombres se habrán corrido dentro de su vagina?
Me resulta imposible llevar la cuenta, pero me produce un morbo indescriptible pensar en ello.
¡Como la envidio! Y cuanto le agradezco que, tras mi insistencia, al fin accediera un día a entrar en éste mundo.
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Una noche más estábamos en
unos de los clubes de intercambio a los acudíamos con frecuencia, sobre
todo los fines de semana.
No había mucha gente aun,
el yacusi estaba casi desierto y las pocas parejas que había dentro estaban a
lo suyo.
También había cierta
actividad en la zona de las camas, aunque con la oscuridad que allí había se
podía ver poco desde lejos.
Nos metimos en la bañera y
nos pusimos a hacer lo que yo llamaría un reclamo por si llegaba alguna pareja
interesante.
Una vez dentro de agua senté a mi mujer sobre mi polla mirando hacia mí, y entre besos y caricias,
nos pusimos a echar un polvo que era más para llamar la atención que para
nuestro disfrute.
Unos minutos después
salimos del agua y nos sentamos en el borde de la bañera, mirando
hacia la entrada del yacusi, le pedí a mi mujer que abriese un poco las piernas, de eso modo se apreciaba el vello de su coño.
A ella de daba un poco de vergüenza hacer eso,
pero accedió, y yo hice lo propio sentándome a su lado y dejando que
se viese bien mi erección. Minutos después vimos como una pareja abandonaba la zona de cama y se acercaba hacia nosotros.
De él solo recuerdo que
era alto y fuerte, sin llegar a ser un musculitos, y que su polla, la cual
estaba en reposo, se veía enorme comparada con la mía.
Ella era rubia con el pelo
largo, recogido para evitar mojarlo, ojos claros, alta, su piel era casi tan blanca
como la leche, sus pechos, con aureolas rosadas, eran más bien pequeños, pero
se adivinaban muy firmes.
Y su vello púbico, casi
inexistente, color crema.
Se sentaron a nuestro lado
y entablamos una pequeña conversación para romper un poco el hielo, así supimos
que él era español y se llamaba Ramón.
Ella era francesa, de nombre Miriam, y solía pasar
algunas temporadas en España, no eran una pareja estable, aunque estaban
pasando unos días juntos
Miriam nos confesó sin pudor que se
encontraba muy cansada, pues había venido al club con dos amigos, uno era el
que estaba allí con nosotros, y el otro se acababa de ir.
Y que durante al menos dos
horas seguidas se la habían estado follando por turnos, no recodaba cuántas
veces. Hasta que ella les dijo que no podía seguir.
Le pregunte si quería
hacer el amor conmigo.
- Creo que podré soportar un polvo más, -Me respondió sonriendo.
En cuanto al maromo,
estaba sentado al lado de mi mujer y ya le estaba metiendo mano por todas
partes, miré mejor para ver su verga ahora erecta, y me quedé encandilado por su tamaño, no
era más larga que la mía, pero casi la doblaba en grosor.
Sentí mucho morbo al pensar
que mi mujer iba a tener esa maravilla dentro de su cuerpo. Como la envidiaba,
que suerte tienes, como vas a disfrutar, pensaba.
Mientras veía como se
calentaba cada vez más con ese hombre olvidando con toda seguridad que yo
estaba allí.
Este tío debe ser
insaciable pensé, al recordar lo que me dijo Miriam que le habían hecho.
Nos levantamos y nos
fuimos los cuatro a las camas.
Para ir entrando en ambiente, besé con mucha
pasión aquella muñeca francesa, y que bien besaba ella también, luego esos
pezones de fresa hicieron las delicias de mi boca, me recreé lamiendo y besando
todo su cuerpo, esa blanca piel como de porcelana, pero tan suave y caliente.
Pero cuando fui a meter mi
cabeza entre sus piernas, me rogó que no lo hiciera, aquellos dos tíos le
habían dejado el coño en carne viva con sus pollas y el duro pelo de sus caras.
Le dije que lo entendía y
ella dándome las gracias se inclino sobre mi polla y se la
metió hasta la garganta, para luego seguir moviendo la cabeza arriba y abajo,
muy despacio.
Torturándome cuando se la
sacaba y lamia mi glande, mirándome a los ojos, mientras yo me estremecía de
placer. Ya no aguantaba más, a punto de reventar le pedí que se abriera de piernas. Cuando lo hizo quedé encantado por lo bonito que era su coño, rosa como sus pezones, verdaderamente parecía una orquídea.
-Ve con cuidado por favor. -Me pidió.
-Lo tendré, no te preocupes. -Le susurré al oído, mientras mi polla buscaba la entrada de su vulva.
Empujé despacio, y mi polla entró sin ningún problema, su vagina seguía aun muy dilatada.
Era evidente lo que ella me había contado, la habían estado follando hasta que no pudo soportarlo por más tiempo.
A pesar de la poco presión que ejercía aquella cavidad sobre mi polla, debo confesar que no duré demasiado, todo aquello me había excitado mucho más de lo habitual. Una vez más aquella noche la leche inundó aquella cavidad. Entonces mi blanca-nieves se levanto y se dirigió hacia el aseo a lavarse, luego se
vistió, me dio un beso, y dijo que iba a al bar a tomar algo.
-Gracias Miriam, me has hecho muy feliz. -Le respondí.
Con lo cual me quedé solo
con mi mujer y su nuevo juguete, ellos estaban aun en los preliminares, él le
estaba comiendo el coño, y ella, como siempre en estos casos emitía unos
gemidos que se podían haber oído a decenas de metros.
Me acosté a su lado y puesto
que la parte superior de su cuerpo estaba libre, aproveché la ocasión para besar
su boca, acallando así por unos mementos sus gemidos.
Luego seguí con sus pechos, mientras que Ramón
le seguía comiendo el coño y lamiendo el clítoris.
Ella, boca arriba sobre la cama, se retorcía
de placer, era como si quisiera escapar.
Sus gemidos iban en
aumento, y su pecho se elevaba al ritmo de una respiración arrítmica y
jadeante.
Lo que debía sentir su
cuerpo en esos momentos, puede ser de lo más grande en placer físico y mental
que una persona pueda soportar.
Yo, sentía una enorme alegría por ella, morbo, y mucha
envidia.
Con gran esfuerzo
consiguió articular algunos monosílabos para pedirnos que parasemos, pero su cuerpo siguió por unos
momentos temblando y con pequeñas convulsiones, como presa de una descarga
eléctrica.
Poco a poco se
fue relajando y su respiración volvía ser normal, y ya pudo incluso sonreír, expulso
aire emitiendo un sonoro “Uff”, y creo que dijo algo así como: “Joer que fuerte
ha sido”.
Ahora se puso él boca
arriba para que mi mujer se tragase aquel enorme trozo de carne.
Vas a disfrutar, susurré a mi mujer, pero creo que ni me oyó, toda su
atención estaba puesta en aquella hermosa polla que ella iba a hacer suya.
Lo masturbó un poquito,
casi no la podía abarcar con la mano, luego limpió el liquido que manaba despacio de aquel glande y sujetando la base de la polla, se la
fue tragado poco a poco.
No pude, ni quise evitar
una nueva erección, al ver como Raquel se iba metiendo esa cosa tan gorda en la
boca, empezó despacio para ir aumentado cada vez más el ritmo.
También veía como
levantaba la mirada para mirarle a él la cara y así ver como estaba reaccionando
cuando ella se lamia el glande..
Yo le acariciaba el culo a mi mujer y con mi lengua le lamia todo lo que
estaba a mi alcance, intentando no interrumpirles.
Me preguntaba qué pasaría
ahora, ¿Se correría en su boca, o bien avisaría a tiempo?
Hizo lo segundo, tocándole
la cabeza le pidió que parase.
Mi Raquel no era muy
partidaria de que eyacularan dentro de su boca, al menos por aquellas fechas, luego fue cambiando.
Tampoco es muy elegante
por parte de un hombre vaciarse sin avisar, me parece de mal gusto y un abuso
de confianza hacia quien te la esta chupando.
Entonces ella retiro su
boca, dejando al aire esa polla toda mojada, y con la mano se limpio los labios,
no sé si de saliva o de algo de semen que se hubiese escapado.
Acto seguido se tumbo
dócilmente boca arriba y levantando las rodillas se abrió de piernas sin que se
lo pidiesen, como una buena chica.
El se dejo caer despacio
sobre su cuerpo, y ella le agarro su polla para guiarla hacia el sitio más
íntimo y más deseado de su cuerpo.
La oí soltar un leve
gemido mientras él se la iba metiendo despacio, y acto seguido se puso a
empujar, despacio pero con fuerza, podía ver como el cuerpo de Raquel se movía hacia arriba cada vez que él empujaba afondo, momento en el cual de la boca de mi mujer escapaba un largo gemido de placer,
y sus dedos se clavaban en la espalda de aquel hombre.
Entonces Ramón sacaba su polla casi por completo, y vuelta empezar.
DE pronto me di cuenta de
mi situación, allí mirando como un bobo, y con una excitación de dos pares de
huevos, nunca mejor dicho.
Me acerqué, y acaricié la cabeza de mujer, pero creo que ni me vio, tenía la mirada perdida,
mirando al techo, con los ojos casi en blanco, concentrada en lo
que sentía entre las piernas, creo que en ese momento no había nada más
importante en el mundo para ella.
Me acerqué al oído de
Ramón, y le dije:
—Aguanta un poco más, no
te corras todavía, vuelvo enseguida. -Aunque no sé si pudo oírme.
Me lié una toalla a la
cintura y salí apresuradamente a ver a la dueña del local, la cual estaba en la
cafetería, allí estaba también Miriam hablando con un francés, la salude y le
di un beso.
Me pregunto sobre lo que
estábamos haciendo dentro, se lo resumí rápidamente y sonrió.
—Me encantaría estar con
vosotros, me dijo, pero ya sabes cómo me encuentro, añadió tocándose la parte inferior
de su barriguita.
—No te imaginas como me
gustaría, dije yo.
—Otro día será, y sonrió
resignada.
—Lo siento, pero debo
darme prisa, me están esperando, añadí.
Le pregunté a la dueña si
tenía alguna crema lubricante para dejarme, sonrió poniendo cara de picara, y
al momento volvió con un tubo de crema, le di las gracias y volví
apresuradamente, a la cama, con la esperanza de que estuviesen aun follando.
Al llegar me encontré con
que ya no estaban el uno dentro del otro, estaban hablando entre si y
acariciándose lentamente.
Por lo que pensé que habían terminado, pero no
era así.
Me dijeron, entre risas, y
con cierto aire de complicidad, que habían parado para esperar a que yo
volviese, intrigados por saber lo que me llevaba entre manos.
-Es una sorpresa, dije, y escondí
disimuladamente el tubo de crema al quitarme la toalla.
Me tendí boca arriba sobre
la cama y le pedí a Ramón que se tumbase a mi lado.
En esos momentos nuestras
erecciones habían perdido algo de fuerza.
Por lo que le pregunte a
Raquel si le apetecía chupárnosla a los dos a la vez, y accedió.
Me daba algo de corte
pensar que su boca iba a estar alternando entre los diferentes tamaños de
nuestros penes, pero el morbo que me producía la situación pudo más que
cualquier complejo.
Así que Ramón y yo juntamos
todo lo posible nuestros cuerpos, permaneciendo ambos boca arriba, abrimos un
poco nuestras piernas, y ella se puso de rodillas, a caballo, entre las piernas
de ambos.
Aquello le obligaba a
separar los muslos, y ponía su coño, ligeramente abierto, al alcance de
nuestras manos.
Se inclino para ponerse
manos a la obra, pero de pronto se detuvo y levantando la mirada, dijo:
— ¿Bueno, y ahora con cuál
de las dos empiezo?
Empieza por él le dije, refiriéndome
a Ramón, es nuestro invitado, y así lo hizo.
Aun con solo media
erección, el miembro de ramón se veía ya gordísimo, ella se inclino sobre él, y
enderezándolo con su mano, se lo metió todo entero en su boca.
Yo no podía saber que
estaba pasando dentro de esa boca, aunque era obvio que la tenía llena y eso le
debía dejar muy poco margen de maniobra.
Sabía lo que ella buscaba,
quería sentir como aquel hermoso pene crecía dentro de su boca y saber cuánto
podría aguantar sin tener que sacárselo. Ya la había visto hacerlo otras veces con otros hombres.
Se lo
estuvo succionando mientras pudo, pero cuando aquello fue creciendo cada vez
más no tuvo más remedio que echarse hacia atrás tosiendo. Esta vez el juego se le había ido de las manos.
Durante todo ese tiempo,
Ramón había alargado su mano y me había estado acariciado la polla y los
huevos, lo cual fue una grata sorpresa para mí.
Raquel se había recuperado
de la tos y ahora reía pensando en lo que le había pasado.
—Por poco me ahogo, dijo
mientras se limpiaba las lagrimas que le habían provocado la tos y ahora la
risa.
A estas alturas no hizo
falta que mi mujer se esforzase para ponérmela dura, Cuando se la metió en la
boca mi polla estaba a punto de explotar, todo aquello me había excitado
muchísimo.
Vaya noche, pensaba, esto
no se repetirá en el resto de mi vida.
Y mientras me la chupaba,
tan bien como ella sabe hacerlo, yo me agarraba a la polla de Ramón y disfruté
de ella tanto como pude, hasta que Raquel dejo de devorarme la verga.
Ahora llego el momento de
la sorpresa.
Le pedí a Ramón que se
tumbase boca arriba, y a mi mujer que se sentase sobre él, volviendo a meterse
aquel trabuco en las entrañas.
Se dejo caer despacio
sobre él, y una vez más debía de sentir ese enorme placer que yo tanto
envidiaba, sus gemidos ahora parecían más bien pequeños quejidos, pero para mí que
la conocía, aquello no dejaba lugar a dudas.
Se movían despacio supuse
que lo hacían para prolongar aquel polvo, y así disfrutar el mayor tiempo
posible, pero yo iba a tener que interrumpirles.
Saque el tubo de crema que
tenia escondido y puse lubricante
sobre los dedos de mi mano derecha, me puse detrás de ella y busqué su ano con
mi mano, en ese momento dejo de moverse, y él la imitó,
Debo decir que mi mujer ya
había probado en varias ocasiones el coito anal conmigo, y le gustaba, aunque más por el
morbo que le daba, que por el placer en sí.
Por eso también sabía que
con algo de lubricación y de dilatación, mi polla le entraba casi sin dolor.
—¿Qué me vais a hacer?
Dijo, haciéndose la inocente.
—¿De verdad, no te lo
imaginas? Le pregunté.
—¿No será lo que estoy pensando?
—Te vamos a follar los dos
a la misma vez, ¿Qué te parece?
—Me da algo de miedo, y además
Ramón la tiene muy gorda, dijo ella.
—Es por ello que yo te la
voy a meter por el culo y el por el coño.
Cuando ya tenía metidos
dos dedos dentro de su culo, los fui moviendo despacio, y comprobando como la
resistencia de su esfínter iba cediendo.
Al otro lado del tabique podía sentir la polla de Ramón que esperaba pacientemente.
Lo siguiente fue
embadurnar mi polla con la crema que me quedaba en la mano, y sujetándola
fuertemente la guié hacia su agujero, fui empujando muy despacio, y tuve que
parar varias veces cuando ella me lo pedía.
Por fin, en un último
empujón la tuvo toda dentro, estuve quieto unos momentos, para que Raquel
fuese relajándose, luego empecé a moverme despacio.
La estrechez de aquella
cavidad se veía reducida por el tamaño del pene de mi compañero en este viaje
de placer y locura.
Cuando él empezó también a
moverse despacio, pude surtir como nuestras pollas comprimidas dentro de
aquellas fundas calientes se rozaban, lo cual incrementaba por mil el placer
que sentíamos.
Como ya cuento en otro
relato, la doble penetración es una de mis prácticas sexuales favoritas,
superada por muy pocas cosas.
Mi mujer estaba
disfrutando con aquello, solo había que ver como no paraba de moverse, buscando
siempre la postura que más placer le producía.
En aquel combate cuerpo a
cuerpo, la cuestión era aguantar al máximo para que ella se corriese con
nosotros, pero conforme aumentaba el placer, nuestro ritmo de movimientos iba
en aumento, hasta que tuve que decir:
-Lo siento, pero me corro,
ya no aguanto más, y dando unos últimos pollazos incontrolados, me vacié con
una eyaculación que parecía interminable, dentro de aquel culo.
Me estuve un momento
quieto, recobrando la respiración, y al notar la flacidez de mi pene lo saque,
y me aparte un poco.
Entonces aquel tío puso de nuevo a mi mujer boca arriba, pero esta vez se puso a bombear tan rápido y con tanta fuerza que hasta temí que hiciera daño a Raquel.
Pero lo que consiguió fue que se corriesen juntos entre
gritos y palabras casi incompresibles.
Entonces, agotado, se dejo
caer sobre ella por unos momentos, mientras se daban besos de agradecimiento
mutuo.
-Vaya manera Tan fuerte de follar, Ramón, me ha dado miedo por Raquel. -Dije.
-Se lo he pedido yo. -Dijo ella- No soy tan frágil como crees, y ya vez ha funcionado, nos hemos corrido a la misma vez.
Yo me sentía turbado, confuso, y un poco
desplazado, pero era feliz al verla contenta y saciada.
Tampoco me debía quejar,
yo fui quién la metí en este mundo. Y si ahora le gustaba, pues mucho mejor.
Cuando intentó levantarse,
sintió como el semen le salía por los dos orificios.
-A ver como lo hago para
levantarme yo de aquí en este estado, dijo.
Nosotros reímos
cariñosamente al oírla decir eso.
Cogió una toalla, se la
ató a la cintura y como pudo llego hasta el baño.
Cuando salimos, aun estaba
Miriam en la cafetería esperándonos, no sentamos con ella comentado entre
risas, y la sorpresa de Miriam, toda nuestra odisea.
Tras algunas copas más, a
casi amanecía.
No abrazamos todos para
despedirnos, con la esperanza de volvernos a ver algún día.
Sin duda había sido
maravilloso, que pena que Miriam no participase con nosotros hasta el final,
pero claro, ella ya se había llevado una buena ración.
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