Después de mi anterior relato “La estrategia” he
decidido escribir la segunda parte del mismo,
Después de aquel magnifico polvo entre Manuel y yo,
quedamos otra tarde para repetir, no cabía duda de que a ambos nos había
gustado.
Esta vez sin cámara oculta.
Los preliminares fueron muy similares a la vez
anterior, aunque sin tensión entre ambos, una vez en mi cama repetimos el
ritual de mamadas mutuas, y por supuesto el de la crema suavizante, en este
caso me procuré vaselina, es mucho mejor que la Nívea para estos casos.
Desnudos sobre la cama, estaba yo una vez más con toda
su polla en mi boca, cuando se me ocurrió meter uno de mis dedos en la suya, no
opuso resistencia, y acto seguido busqué por debajo de sus huevos, lo que
imagináis, su entrada secreta.
Todo ello sin dejar de mamársela.
Inmediatamente sentí como su culo se cerraba
poniéndose a la defensiva.
—No me hagas esto, le reproché—yo también me merezco
que me dejes probar tu culo.
—Es que me da mucho miedo, no consigo relajarme para
dejarte ni siquiera meterme un dedo, así que imagina la polla.
—Espera un momento, —alargado el brazo cogí el tubo de
crema de la mesilla y me puse una buena cantidad en el dedo índice.
—Y ahora relájate le dije, —me volví a meter su polla
en la boca y repetí la operación, esta vez aguantó y su culo no opuso tanta
resistencia.
Ahora sacándome su falo chorreante de flujos de mi
boca, seguí por un buen rato moviendo mi dedo dentro de su culo.
— ¿Ves? –Le dije—. Solo es cuestión de paciencia, la
próxima vez tienes que venir mentalizado para tener mi polla en tu culo, creo
que es lo justo, aunque no te puedo ni quiero obligar a que lo hagas si no te
apetece.
—Sinceramente, no sé decirte si me gustará, pero es
justo que te deje probar, es mayor mi temor a decepcionarte que el miedo al
dolor, o sea que estaré dispuesto para que goces de mi culo aún sin estrenar.
Quedé encantado con sus palabras y le di las gracias
de todo corazón.
—Podríamos hacer un “69” se te apetece, antes de que
me taladres el culo como tú sabes hacerlo. —le dije riendo.
—Yo me pondré encima, ya que tú la tienes más grande
que yo, y tienes cojones a asfixiarme.
Y así lo hicimos, aguantando, haciéndolo despacio para
no corrernos antes de tiempo ninguno de los dos.
Él también se puso crema en los dedos y me los fue
metiendo como pudo para dilatarme un poco, aunque esta vez no se lo había
pedido, me gusta sentir algo de dolor cuando me follan, eso le da más morbo.
Yo le estuve metiendo un dedo mientras mi boca se
comía su espada y le lamia los huevos de vez en cuando, el también hacia lo
mismo conmigo.
Decidimos parar, nos estábamos calentando en exceso, y
todos sabéis ya lo que yo esperaba ansiosamente, su estocada.
Me coloqué boca arriba sobre la cama, y cogiendo otra
almohada que tenía ya preparada me la puse bajo el culo, así este quedaba más
elevado.
—Si te apetece podemos probar otra postura hoy, —le
sugerí—, me apetece que me folles boca arriba, hoy quiero sentirme mujer,
abrirme de piernas para ti, tener tu boca junto a la mía, y ver tu cara cuando
te corras.
—Si tú crees que así entrará, —dijo, como dudando.
—Pues claro que sí, los dos estamos delgados y las
mujeres tienen el coño muy cerca del culo, o sea que es casi lo mismo.
—Hoy quiero que me folles como si yo fuese tu mujer, tú
ya sabes que María me gusta mucho, la deseo y a la vez siento celos de ambos.
Tú la tienes a ella, tan guapa, con ese precioso
cuerpo, y ella te tiene a ti, con esa polla que me vuelve loco.
Dime las mismas cosas que le dices a ella cuando te la
follas, aunque te cueste interpretar, dejemos volar nuestra imaginación.
—Ya estamos otra vez con lo mismo, vaya tela con lo de
mi mujer, —dijo con tono de aburrimiento, pero a la vez como divertido—, en ese
caso debo comerte el coño primero, es lo que le hago a ella casi siempre antes
de metérsela.
Dicho esto, hundió su cabeza entre mis pernas, y su
lengua busco mis huevos para lamerlos despacio, Luego fue escalando por mi
polla, y una vez en la cima, su boca se abrió para caer tragándosela entera.
Me la mamó muy bien durante un buen rato, y lo hacía
literalmente, succionado mi polla cada vez que levantaba la cabeza, para sin
sacársela del todo de la boca, volver a tragársela.
—Déjalo ya por favor, no quiero terminar todavía, —le
tuve que decir.
Ahora se puso de rodillas entre mis piernas abiertas. Agarrando
su verga con la mano para ir guiándola hacia el sitio, esta vez no le di
instrucciones, no pensé que las necesitase.
Replegando mis rodillas, Levanté mi culo tanto
como pude, para facilitarle la tarea.
Mientras tanto Manuel ya estaba empujando
despacio hacia mí, supongo que intentado controlar su impaciencia para no
hacerme mucho daño.
Con un último esfuerzo, y antes de que me
resultase imposible seguir hablando con serenidad, intente decirle algo más
sobre el tema anterior, o sea sobre mi objetivo principal, María.
—Sigue así, lo estás haciendo muy bien, —empecé
diciendo.
Pero no pude seguir hablando, en ese momento
sentí como ya la tenía toda dentro, me dolía un poco, pero era agradable.
A pesar de ello tuve que apretar los dientes para
adaptarme al dolor, por lo que me tuve que callar por ahora.
Tendré que esperar a otra ocasión para seguir buscando
la forma de llegar donde quiero, pensé resignado, en estos momentos no está la
cosa como para mantener una conversación.
Ahora me interesaba más gozar de lo que estábamos
haciendo.
Manuel ya había estirado sus piernas, y ahora estaba
dejado caer el resto de su cuerpo sobre mí, acomodándose lo mejor posible para
que no quedara nada de polla fuera del sitio.
Empezó a moverse despacio, pero con fuerza, y su boca
fue a buscar la mía, besándome con verdadera pasión, o tal vez ardor.
Todo ello moviéndose despacio dentro de mí, cuando
liberó mi boca le abracé fuerte y le dije al oído:
—Recuerda lo que te he pedido, hoy quiero que me
folles como lo haces con tu mujer.
Mi voz era ardiente, calenturienta, febril.
El me respondió en un mismo tono:
—No lo he olvidado, puta, es lo que estoy haciendo.
Llevé mis manos a su culo y lo acaricié, a la vez que
le invitaba con ello a empujar con más fuerza, no quería perderme ni un
milímetro de su polla.
Mi erección era en esos momentos tremenda, tenía
la polla tan dura que sentía dolor cada vez que Manuel la oprimía y la rozaba
con su vientre.
Tuve que meter la mano entre nosotros en varias
ocasiones para liberarla de la presión.
Pero aquello no duró mucho.
Sentí como ya no podía aguantar por más tiempo, esta
vez era yo quien iba eyacular el primero, sentí la humedad y el calor del semen
subir por mi vientre.
—Me estoy corriendo, —le dije entre dientes—, no he
podido aguantar.
—Córrete, guarra, para eso te estoy follando, —su voz
era ronca, diabólica.
Metí una vez más mi mano bajo el cuerpo de Manuel,
pero esta vez fue para terminar de masturbarme, dejando fluir mi leche entre
nuestros cuerpos.
Mi amigo siguió a lo suyo sin preocupase por el semen
que unía nuestros cuerpos como gelatina.
Ahora mi polla estaba ya flácida, y el deseo había
disminuido, pero no quise que mi amigo se diese cuenta de ello, seguí fingiendo
placer, mientras le besaba y le pedía que me follase de forma salvaje.
En realidad, en aquellos momentos deseaba ya que
terminase, y para ser sincero, estaba intentando que se corriese lo antes
posible.
No tardó mucho en hacerlo.
No me avisó, pero no hacía falta, podía ver la
expresión de su cara en ese momento, y oír sus gemidos.
Los últimos empujones de su culo entre mis piernas, no
dejaban lugar a dudas, se estaba vaciando.
Una vez más sentí todo el calor de su semen dentro de
mis entrañas, pero esta vez fue mayor el alivio al sentir como se corría que el
placer.
Es por ello que no me gusta córreme el primero cuando
me penetran.
—Dios, que bien me he corrido, eres tan bueno como mi
mujer follando.
Dijo eso, la vez que dejaba caer su cuerpo
cansado y jadeante sobre el mío.
— ¿Lo he hecho bien? –pregunto.
—Demasiado bien, has conseguido que me fuese yo antes
que tú.
—Te he follado como si fueses mi mujer, es lo que tú
me pediste.
—Menuda suerte tiene la tía, —le dije, y lo dije con
sinceridad.
— ¿Siempre la insultas así cuando te la follas?
—No siempre, pero sé que a ella le gusta cuando está
muy caliente.
Y añadió:
—En
alguna ocasión me ha confesado que le gustaría ser violada por varios hombres a
la vez. Son fantasías que tiene cuando está muy caliente, sobre todo si ha tomado
alguna copa. Una noche, mientras estábamos echando un polvo, pero era ella
quien estaba sobre mí, Le abrí el culo con las manos y le pregunté:
¿Te
imaginas si ahora te llegase otra polla por detrás, y te la metiesen por el
culo? No respondió, se limitó a besarme y acelero el ritmo de sus movientes
sobre mí.
Deduje que la idea le excitaba, pero no volvimos
a hablar del tema. Luego en frio se enfada si le recuerdo algo, ya deja de ser
la misma.
Yo escuchaba con la máxima atención, todo lo que estaba
contando me gustaba, y me estaba dando ideas.
—Tenemos que seguir hablando de esto otro día, —le
dije—, me gusta.
—Soy un bocazas, no debería contarte esas cosas, si me
oyese María, vamos que no me quiero ni imaginar cómo se pondría.
—Pero no se lo estas contando a cualquiera, entre
nosotros no puede haber ya secretos, acabamos de echar un polvo y estamos aquí
hablando, el uno sobre el otro como si fuésemos una pareja.
Nos habíamos olvidado de mi semen, lo recordamos
cuando Manuel quiso liberarme de su peso, nuestras barrigas estaban
embadurnadas de él, afortunadamente aún no estaba seco.
—Hoy tendremos que darnos una ducha, —me dijo.
—Es verdad, ve tu primero, yo lo tengo más complicado
para llegar al wáter.
Se levanto y se dirigió al baño, yo había sido más
precavido esta vez, me puse en el culo un trozo de papel que había guardado
sobre la masilla, y sujetándolo con una mano, me levanté de la cama.
Miré la almohada y vi que estaba manchada, “debí poner
una toalla,” pensé, la escondí bajo la cama, luego vería que se podía
hacer con ella.
Cuando llegué pude adivinar el cuerpo de Manuel a
través del cristal de la ducha.
Una vez más me senté en el inodoro para sentir como su
semen salía sin ningún problema.
Y seguí allí sentado, pensando, mientras él terminaba
de ducharse.
Cuando abrió la puerta de la mampara me preguntó cómo
me encontraba.
—Estoy muy bien, estoy terminando de vaciarme de tu
leche, a este paso me vas a dejar embarazada, —dije riendo.
—Lo siento, —me dijo—, pero es tan bueno correrse
dentro de ti que lo haría mil veces más.
—No tienes que disculparte, a mí también me gusta que
lo hagas, además no olvides que a tu culo le queda muy poco tiempo de
virginidad, espero que no me falles y al menos lo intentes.
—Me da algo de miedo, pero intentaré estar a la
altura, en el fondo me apetece saber que se siente, cuando otro hombre se
deshace de gusto dentro de ti.
Por aquel día no hubo más sexo entre nosotros.
Y volvimos al lunes siguiente al trabajo, a la rutina,
y a disimular al máximo nuestra relación para que nadie sospechase nada.
Y yo, a torturarme cada vez que veía a María, cada día
la deseaba más y más.
Tuvimos que esperar al menos dos semanas para volver a
tener la ocasión de estar en mi casa los dos solo y con el tiempo suficiente
para no ser sorprendidos.
Por fin, mis padres me dijeron que iban a pasar el
sábado fuera, se iban con unos amigos a pasar el día en la sierra.
Tan pronto como lo supe, telefoneé a Manuel para
decírselo.
Pareció dudar, me temí que buscase alguna excusa para
no acudir a la cita.
Me enfadé de verdad al intuir que intentaba
escabullirse.
—Si no quieres dímelo claramente, no le des más
vueltas, quiero un “si” o un “no”, pero no te andes por las ramas.
—No te enfades por favor, iré, —me dijo—, tan solo que
estaba pensando si tenía esa tarde libre.
Aun sabiendo que mentía en lo último me sentí
aliviado al oírle.
—No tengas miedo, —le dije— no va a ocurrir nada que
tú no quieras hacer, y si lo haces ya verás cómo termina por gustarte.
—Como aún faltan cuatro días, ya me dirás a qué hora
prefieres que vaya.
— Te lo diré con seguridad el viernes, hasta luego.
Siendo sincero, debo decir que no estaba yo loco por
follarme a Manuel. De él me excitaba mucho más su polla que su culo.
Incluso cuando estaba solo en casa, me ponía
caliente al pensar que esa polla era la misma que María había tenido tantas
veces en su coño y en su boca.
La estábamos compartiendo, y ella, mi diosa, sin saber
nada de ello.
En cuanto a mi empeño por “desvirgar “a su marido,
creo que obedecía más al morbo que al deseo.
Quería hacerle sentir una polla en el culo, y de algún
modo intentar que quedase enganchado a ello, al igual que lo estaba yo.
*********************
Sábado por la tarde.
Como andábamos sobrados de tiempo, tomamos unas copas
y vimos parte de una película porno en la sala de estar
Hablamos muy poco,
Manuel estaba tenso y pensativo, yo sin embargo
sentía un subidón de morbo tremendo cada vez que pensaba en lo que iba a pasar,
si todo salía bien, claro.
Tuve que tomar la iniciativa.
— ¿Vamos?
Le dije a la vez que me ponía en pie.
—Voy a pasar por cuarto de baño.
—Yo te espero en la habitación, ya me he lavado, poco
antes de que llegases.
Y una vez más, mi cama, “nuestro campo de batalla”.
No quiero aburrir al lector con los preliminares,
fueron similares a los de las veces anteriores, pero en esta ocasión fui tan
“tierno” como pude con mi amigo.
No solo tenía que conseguir se excitase sexualmente
para lo que íbamos a hacer, también debía procurar que estuviese relajado.
Cuando creí que era el momento le dije:
—Ponte a cuatro patas y apoya tu cabeza en la
almohada, recuerda como lo hice yo la primera vez.
Obedeció en silencio, y yo pasé al ritual de la
dilatación.
Con el dedo índice y con delicadeza, le fui metiendo
tanta crema como pude, en esa fase no oí ni un quejido por su parte.
Solo cuando le metí un segundo dedo dejo escapar un
grito ahogado de dolor, y puede que algún juramento entre dientes, pero no me
pidió que parase.
Con mi otra mano tocaba su polla para comprobar su
excitación, aunque había bajado al principio, ahora volvía a estar en un
estado de erección respetable.
Yo seguía moviendo mis dedos dentro de su agujero,
por momentos probaba a introducir un tercer dedo, pero aún no se podía.
Tampoco pensé que fuese necesario, con dos dedos y una
mano experta, es más que suficiente.
—Avísame cuando estés preparado, —le dije.
—Eso lo sabrás tu mejor que yo, —respondió riendo un
poco.
—No me refiero tan solo a si estás preparado
físicamente, también debes estarlo mentalmente.
Saqué mis dedos de su recto, y mientras acariciaba su
culo y si espalda, seguí diciendo:
—Supongo que no es el momento para decirte esto,
pero necesito decírtelo antes de seguir adelante.
El dolor físico que vas a sentir no es lo más
preocupante, es más, ese mismo dolor se puede convertir en placer, como me
ocurre muchas veces a mí.
Lo que me preocupa es como te vas a sentir después de
hacerlo.
Te puedes sentir sucio, humillado, puedes tener
sentimientos de culpa, incluso puedes llegar a odiarme por ser yo el culpable
de todo ello.
Yo mismo me sentí así después de mi primera vez.
Sin embargo, ahora me gusta, lo busco.
Y luego, tendrás que vivir siempre con el recuerdo,
con un recuerdo que no puedes contar abiertamente, porque la sociedad rechaza a
quienes somos así.
Cuando en realidad muchos de ellos están locos por
probarlo.
Podía haberle dicho mil cosas más, cosas, que ahora
solo podía contar a él, pero nos estábamos enfriando con tanta charla, y decidí
callarme.
—Te agradezco todo lo que me has dicho, —dijo al fin—,
pero si estoy aquí en este momento, es porque quiero hacerlo, ya soy mayor de
edad y asumo mi responsabilidad en lo que hago. Así que, por mi parte, vamos a
ello.
Aquellas palabras fueron música para mis oídos, mi
erección había bajado un poco, pero la recuperé totalmente al oírlas,
Ahora mi polla estaba loca por entrar dentro de
Manuel.
—Pues vamos a ello, —acerté a decir, mientras mi mano
guiaba mi glande hacia la entrada.
Fui empujando despacio hasta tener la punta dentro,
oía gemidos leves que provenían de mi pareja, pero estaba aguantando bien, por
ahora.
En ese momento, alguna parte malvada de mi ser debió
despertar, de pronto dejé de ser dulce y paternal con mi amigo, algo en mi
subconsciente me traicionó.
No tuve piedad.
Despacio, pero de una solo vez, empujé para meter toda
mi polla dentro de su culo.
Soltó un alarido de dolor.
Entre otros juramentos, me dijo:
— ¿Qué has hecho cabrón? Me duele mucho, lo has
hecho a propósito, ¿Por qué?
—Aguanta un poco, —le dije sin sacarla—, pronto se te
calmará el dolor, debes intentar relajarte, la primera vez debe ser así, ya
verás como luego recuerdas esto con agrado.
No me respondió, seguía de rodillas con la cabeza
hundida en la almohada y los codos clavados en el colchón.
Supuse que estaba apretando los dientes para
aguantar el dolor.
—Voy a empezar a moverme despacio, —le advertí.
Empecé por moverme despacio, su esfínter estrangulaba
mi polla con mucha fuerza, era evidente que Manuel seguía aún en tensión.
— ¿Cómo te encuentras? –me atreví a preguntarle.
—Ya me duele menos, aunque me arde mucho por dentro, tengo
ganas de ir al baño.
—Es normal, tienes un “cuerpo extraño” dentro del
culo, y este lo quiere expulsar, tienes que aprender a convertir esa sensación
en parte del placer.
Fui acelerando el ritmo de mis empujones, me estaba
costando mucho controlarme, y dejando una vez más de tener consideración con mi
amigo, seguí follándolo al ritmo que me pedía me polla.
Oía los gemidos de Manuel, sabía que no eran de
placer, pero no bajé el ritmo, mi polla entraba y salía de su culo fuerte y
rápido, a la vez que yo sujetaba sus caderas para tenerla bien dentro.
Se podía oír el ruido que hacia la cama, pero también
el de nuestros cuerpos cada vez que se la metía a fondo.
Y sus lamentos cuando con palabras casi
ininteligibles, me pedía que terminase ya, que no podía más.
Casi me sentí yo también aliviado, cuando noté que mi
semen quería ya salir disparado.
—Ya me corro — le dije,
y con unos últimos empujones fuertes, aunque
espaciados, sentí como los chorros de leche salían de mi glande.
A la vez que le pedí a Manuel que se tumbase por
completo para dejarme caer sobre él unos momentos.
Aun con la polla dentro de su culo, le pedí perdón.
No respondió, tuve miedo de haberlo estropeado todo
por mi falta de delicadeza.
Me despegué de su cuerpo, y una vez incorporado, le di
un trozo de papel para que se limpiase.
—Te espero en el baño, —dije.
Ya me estaba secando la polla cuando llego Manuel y
sin mediar palabra se sentó en el wáter.
— ¿Ya no me hablas? —le pregunté con cierta tristeza.
—Eres un cabronazo y otras cosas que no me atrevo a
decirte.
—Lo siento, me he dejado llevar por mi parte animal,
¿Me perdonas?
—No te perdonaré nunca, —pero vi cómo se le escapaba
una sonrisa.
—Cuando ya no te duela queras hacerlo de nuevo, lo sé
por experiencia.
—Por ahora lo dudo, creo que me voy a acordar de ti
durante algunos días.
—vamos termina de lavarte, que te voy a compensar
dentro de lo posible.
Una vez se lavó en el bidet, me puse de rodillas ante
él.
—Voy a comerte la polla, si quieres, y te puedes
correr en mi boca, solo avísame antes.
Sin más cogí su polla con mi mano y me la llevé a la
boca, estaba flácida, tuve que trabajarla un buen rato para sentir como
empezaba a crecer dentro de mi boca.
Y así, metiéndomela hasta donde podía, seguí mamando y
lamiendo, a Manuel le estaba gustando, no me quedo duda de ello, cuando
agarrando mi cabeza me la metió varias veces hasta la garganta.
—Ya voy, —me dijo de pronto.
Intenté preparar mi cavidad bucal para lo que venía, pero no
fue tan fácil, me tragué parte de los primeros chorros y el resto se escapó por
la comisura de mis labios, era mucha leche, demasiada leche.
Me saqué su verga y la exprimí de lo que pudiese
quedar dentro.
El rió al ver cómo me salía su semen de la boca.
—Creo que por hoy ya he merendado, —le dije riendo yo
también.
************************
Al lunes siguiente, Manuel y su esposa se fueron
de vacaciones durante un mes, a mí no me tocaba tomarlas en la misma fecha, así
que seguí en la empresa, sin verles.
Por aquella época no existían los teléfonos móviles,
por lo que perdí el contacto con Manuel durante al menos tres semanas.
Hasta que una tarde, estando yo en un supermercado, de
pronto lo vi, iba solo, estaba comprando comestibles y bebidas.
El corazón se me aceleró al verle, sentí verdadera
alegría, rápidamente me acerqué a él.
—Manolo, cuánto tiempo sin verte, he llamado varias
veces a tu casa, pero nadie coge el teléfono.
—Estamos fuera, —me respondió—, al día siguiente de
estar yo en tu casa, fuimos, María y yo, a pasar el día a la playa, no lo
teníamos previsto, pero estando allí nos enteramos de que alquilaban un
apartamento por un mes, y no era muy caro, así que decidimos verlo, y allí
estamos.
—vaya, que suerte tienes, y yo aquí trabajando como un
esclavo, —dije riendo.
—ya solo nos quedan unos días por estar allí, nos
volvemos el próximo domingo.
He venido a echar un vistazo a la casa y de paso a
comprar algo de comida, allí está todo carísimo.
Me disponía a despedirme, cuando Manuel dijo:
—Acercarte a vernos alguna tarde, podríamos salir juntos los
tres a cenar, hay muy buen marisco por allí.
—Podría ir el sábado, no creo que pueda antes, ya
sabes que tengo que madrugar todos los días y hay un “tirón” de aquí a la
costa.
—En tal caso, ven el sábado para pasar todo el día,
como el domingo no trabajas, no hay problema.
Me apuntó en un papel la dirección, y quedamos para el
sábado por la mañana.
Espero vuestras opiniones.
Un poco cabroncete si que fue al follarle duro jajajajaja
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