Tríos bisexual. La estrategia IV


(Parar entender mejor este relato es necesario leer las tres primeras partes, gracias.)     

         
Entre bromas y risas nerviosas, pronto llegamos a la puerta del apartamento.
Entramos, y nos sentamos los tres en el salón.
La programación de la tele era lamentable a esas horas, pero la encendimos para tener algún sonido que rompiese el silencio.
María propuso hacer café, nos pareció buena idea, queríamos mantenernos bien despiertos.
—Tendremos que hacer algo para romper el hielo. —dijo él.
—Yo creo que tal vez algún juego sería lo mejor.
—El problema es que aquí no tenemos cartas ni nada parecido.
— ¿Qué estáis tramando?
Pregunto María, a la vez que entraba empujando un carrito con ruedas, el él iba el café y otras bebidas.
—Pues que hemos pensado en jugar a algo para crear un poco de ambiente, pero no encontramos con que hacerlo. —Dijo su marido.

—Yo había pensado, —dije—, en algún juego para ir desnudándonos poco a poco, y luego el primero que quede totalmente desnudo se va a la cama y espera allí al siguiente, sin saber quién va a ser, en cuanto al último, tendría que esperar un poco para entrar, así podrá disfrutar del espectáculo antes de incorporarse a él.
—Me parece divertido, —dijo ella—, me gusta la idea de no saber en qué orden vamos a ir llegando a la cama, me da morbo pensar que el primero que este allí desnudo, no va a saber quién va a ser el segundo en llegar.

Tuve una idea:
—Propongo un juego sencillo, se trata de hacer unas bolitas de papel con el nombre de cada uno de nosotros escrito dentro, diez bolitas por cada uno de los tres, luego las metemos en una cajita, y las vamos sacando por turnos.
Cada cual debe quitarse una prenda cada vez que salga su nombre.

Ambos aprobaron la idea, troceamos un folio de papel, cada cual puso su nombre en diez de ellos, y los metimos dentro de una cajita.
Puesto que ya habíamos tomado el café nos servimos unas copas de licor suave, y nos sentamos en torno a la mesa.
—Las damas primero, —dije, agitando un poco la caja para remover las bolitas de papel.
— ¿Quién será? —Dijo, mientras iba desplegando despacito la primera bola de papel—Bueno, supongo que puedo empezar por los pendientes, —dijo riendo, a la vez que ponía sobre la mesa el papel con su nombre.
—Eso es trampa, —dije en broma—, bueno, así dura más el juego.
Dos tiradas más tarde, estábamos mi amigo y yo sin camisa.

Por fin le toco a María quitarse la camiseta, aunque ya la había visto desnuda, no pude evitar respirar hondo cuando vi aquellos pechos, presos dentro de un sujetador de color claro.

—A ver si tenemos suerte, y te lo quitas pronto, —dije esto sin ningún pudor, haciendo referencia a dicha prenda, los dos rieron al verme tan ansioso.
—Todo llegara, —dijo ella sonriendo, supongo que se sentía alabada viendo mi deseo hacia ella.
Su marido, acostumbrado a verla desnuda, y a tenerla para sí cada vez que lo deseaba, no mostraba tanto interés como yo por ello.
Y en efecto, se cumplió lo dicho, tras la siguiente tirada, estábamos los tres con el torso desnudo.
— ¡Vuelve! —Me dijo Manuel, al ver que no podía apartar mi mirada de aquellos pechos, blancos sobre su cuerpo ligeramente bronceado, estaba loco por acariciarlos, me contuve a duras penas para no hacerlo.

Pronto llego el momento en que me toco quitarme los pantalones, y a continuación a María.  Llevaba unas bonitas bragas color marfil, a través de ellas se adivinaba el triángulo de su vello púbico, y entre las piernas el ligero abultamiento de su coño.
La siguiente tirada fue la definitiva para ella.
—Bueno, me ha tocado a mí, —dijo, simulando resignación.
—Espera un momento, no te levantes aún, esto merece una copa. —Serví tres copas de licor, y me puse en pie, ellos me imitaron. — Por la mujer más bella del mundo, la mujer de mi amigo, la cual vamos a poder contemplar en todo su esplendor en unos instantes.
(Sentí algo de vergüenza tras decir esa cursilada.)

 María se ruborizo un poco, pero levanto también su copa, y las bebimos de un golpe.
Apartándose de la mesa, se quitó sus braguitas, dejando al descubierto toda la belleza de su cuerpo.
El vello recortado de su pubis formaba un triángulo, pequeño y perfecto, destacando sobre el otro triangulo blanco que le había dejado la parte inferior del bikini, su color no era tan rubio como el de su pelo, pero no era muy oscuro.
—Os dejo solos, voy a darme una ducha rápida, y os espero en la habitación, os cierro la puerta para no ver cómo va el juego cuando salga del baño, no quiero saber aún quien va a ser el primero que voy a recibir.

—Ahora estamos los dos solos, —dije a mi amigo—, puedes elegir entre seguir jugando, o bien decidir quién de los dos entra el primero, es tu mujer, por tanto, lo dejo a tu elección.
—Creo que es mejor que sea el azar quien decida, además, las dos posibilidades me parecen interesantes.

No hubo mucho más que hablar, ya que el siguiente en quedar desnudo fui yo.
Me quité los calzoncillos, manchados por la excitación, y me dispuse a ir al baño.
—Voy también yo a darme una ducha, espero que estés preparado para lo que te puedas encontrar cuando entres al dormitorio.
—No creo que sea necesario que hablemos más de eso, al menos por esta noche, mañana ya veremos que decidimos.
—Se me olvidaba, —dije justo antes de abrir la puerta—, llévate alguna crema lubricante o algún aceite, puede que lo necesitemos.

Y otra cosa, no tenemos experiencia en formar tríos, me imagino que alguien tendrá que organizar un poco la cosa, yo propongo se sea tu mujer quien lo haga, que sea ella quien dirija, me parece lo más imparcial
—Me parece bien, además ya has visto lo bien que manda, cuando nos ha sorprendido esta tarde.
Desde el dormitorio no se podía ver la puerta del salón, por lo que María no podía verme salir hacia el baño.

Me duché, y me dirigí en silencio hacia el cuarto.
 La puerta estaba entreabierta, solo la luz de una de las mesillas iluminaba la habitación, y se podía oír la música que prevenía de la radio, aunque a bajo volumen.
—Hola, me ha tocado a mí, no sé si es eso lo que hubieses preferido.
¿Pero qué haces tapada con una sábana, tienes frío?
—Me daba un poco de vergüenza estar desnuda, tendida en la cama, tengo algo de pudor, aunque hoy no lo parezca.

Le quité de un tirón la sábana, como quien descubre una escultura para su inauguración, y aquel cuerpo de diosa mitológica quedo al descubierto.
—Dios mío, nunca me cansaré de repetirte cuanto me gustas, que guapa eres, creo que haría cualquier locura por tenerte para siempre.
Me tumbé a su lado y girándome me puse sobre ella, procurando repartir mi peso para no hacerlo daño, mis labios buscaron los suyos, y ella respondió a mi beso con tanto deseo como yo.
Me deslicé hacia abajo y me volví loco, acariciando sus pechos, metiéndome sus pezones en mi boca y oyendo sus pequeños gemidos de placer.

Seguí bajando por su vientre, sin dejar ni un trocito de su piel sin ser besada, me encantó el pequeño montículo que formaba su barriguita, y pronto sentí como un suave vello rozaba mi barbilla.
Se abrió de piernas, supongo que estaba deseando que metiese mi cabeza entre ellas, pero para su sorpresa le pedí que se tumbase boca abajo.
—Aún me queda mucho de tu cuerpo por explorar. —le dije a la vez que me volvía a poner sobre ella.

Apartando su rubia melena, empecé por besar su nuca, pero me detuve un instante para preguntarle algo que se me había olvidado.
—Se me ha olvidado peguntarte una cosa.
—Dime.
—Bueno… esto, que si llegado el caso, ¿Quieres que use preservativo, o bien puedo correrme dentro de ti?
—Llegado el caso, si es que llega, —repitió, intentando contener la risa—, te puedes correr dentro, estoy tomando anticonceptivos, no queremos tener hijos por ahora.
Dicho esto, proseguí besando su espalda, hasta llegar a sus nalgas, las lamí y mordisqueé sin hacerle mucho daño, abrí su culo y estuve lamiendo aquel valle, para luego seguir besando sus muslos.
—Date la vuelta ahora, por favor.
Obediente, se dio la vuelta, le pedí que replegase las piernas, y dócilmente separó de nuevo sus muslos.

Por primera vez tuve ante mi lo durante mucho tiempo había soñado ver y poseer, ante mis ojos se encontraba abierto, lo más deseado del cuerpo de esa mujer, y no solo por mí, sino por cientos de hombres.

La entrada privada y secreta a su cuerpo, supongo que aquel coño era similar a otros miles, pero aquél era el suyo, el de María, en ese momento no deseaba nada más.
Acaricié aquella raja escarlata, y metí dos de mis dedos dentro de su vagina, caliente y húmeda.
 Exploré su interior, hasta donde lo permitían mis dedos, mientras ella emitía pequeños suspiros, como quejidos.
Cuando los saqué estaban cubiertos de flujo vaginal, los metí en su boca para que se saborease a sí misma, no opuso resistencia, los chupó sin más, y sin decir nada.

Volví a meter la cabeza entre sus piernas, y fui besando, la parte interna de sus muslos, demorando el momento de probar el néctar de aquella flor que se abría ante mí.
—No tengo palabras para decirte cuanto he deseado este momento.
No me dejó seguir hablando, con sus manos cogió mi cabeza y la empujo hacia abajo, a la vez que decía.
— ¿A qué esperas? ¿No ves que Estoy ardiendo por dentro?
Era evidente que María estaba ya demasiado caliente para escuchar palabras románticas, lo que quería era sexo, no flores ni poemas, y lo quería ya.
Así que obedecí.
Puse mi boca y mi lengua a trabajar, empleándome a fondo para no defraudar a la mujer de mis sueños.
La metí tanto como pude dentro de su vagina, y luego lamí aquella raja varias veces de abajo arriba, para terminar centrándome en su clítoris.

Empecé lamiéndolo y succionándolo alternativamente, sus manos sujetaban ahora mi cabeza, como para asegurarse de que no me iba a escapar, a la vez que su boca emitía sonidos casi ininteligibles.
Levanté la mirada y vi a su marido, había entrado en silencio, estaba en pie en el lado derecho de la cama, se había inclinado sobre su mujer y se había apoderado de la parte superior de su cuerpo.
 Todo era suyo de cintura para arriba, cuando dejaba de oír los gemidos de María, sabía que era porque le estaba tapando la boca con la suya, y los volvía a oír cuando pasaba a comerle los senos.
Cada vez elevaba su pelvis con más fuerza, sentía como los tendones de sus muslos se tensaban, clavándose en mis mejillas, mientras ella sujetaba mi cabeza, me dolía la cara y la lengua por la presión, pero aguanté.

Pronto, unos espasmos rápidos se unieron a la rigidez de su cuerpo, tuve que esforzarme para seguir sus movimientos sin despegar mi boca de su coño, a la vez que intentaba no hacerle daño con mis dientes.
Me sentí aliviado cuando de pronto cesó toda la tensión, y su cuerpo se relajó de golpe, volviendo a apoyar su culo sobre la cama, mientas con voz ahogada decía:
—Ya, ya está, déjalo ya.
— ¿Te has corrido? —le pregunté, aun sabiendo que era una pregunta tonta.
Era evidente que había tenido un orgasmo, no tenía necesidad de fingir, y aquello había sido muy fuerte para no ser real.
— ¿Acaso no lo has notado? —me pregunto, jadeando ligeramente.
—Me gusta que me lo digan, eso me excita.
—Pues sí, me he corrido y bastante bien, por cierto, me habéis llevado al cielo entre los dos. Gracias, —añadió sonriendo—, pero eso no quiere decir que no tenga ganas de más.

Bajé de la cama por el lado izquierdo, y me puse en pie frente a Manuel, intenté mostrarle mi agradecimiento con la mirada, y él sonrió.
Luego la miramos a ella, estaba tal y como la habíamos dejado sobre la cama, aunque había estirado las piernas y su chocho estaba por ahora cerrado, reposando, en proceso interno.
Para mis ojos, aquel cuerpo no tenía ni un centímetro de más ni de menos.
Miré hacia la mesilla y vi una cajita de crema hidratante, eso servirá si es necesario, pensé.
Miré la polla de Manolo, estaba hinchada pero no erecta, su glande se veía brillante, estaba húmedo, me toqué y vi que me pasaba lo mismo, estábamos los dos muy calientes.
Fue él quien tomo ahora la palabra:
—Mari, cuando estábamos Antonio y yo solos en la cocina, hemos decidido que seas tú quien tome el mando en la cama, alguien tiene que organizar esto, y puesto que eres la única mujer, creemos que debes ser tú.

En ese momento se incorporó ligeramente, y se sentó sobre la cama, replegó las piernas y las rodeó con sus brazos, apoyando la barbilla sobre las rodillas. No sé si era consciente de lo excitante de su postura, pero yo estaba enfermando por momentos.
—Pero si no tengo ninguna experiencia en esto.
—Solo se trata de que nos digas lo que quieres que hagamos en cada momento, y nosotros obedeceremos.
 Debemos intentar que ninguno de los tres se sienta excluido o marginado en ningún momento. —dije.
—Hace tiempo que Manolo, juega con la fantasía de que yo pruebe el coito anal, y puesto que vosotros dos ya lo habéis probado y yo no, creo que lo justo es que yo también sepa qué tiene eso para que os guste tanto.
—La primera vez puede ser doloroso, lo digo por experiencia —le dijo él.
—Confió en vosotros, me pongo en vuestras manos, lo consideraré como un ritual de iniciación para entrar en vuestro club. —nos dijo.
—La noche puede ser larga, —le dije—, no me daré por satisfecho con echarte un solo polvo.
—Sabéis, me seduce la idea de formar un matrimonio de tres, debería existir esa modalidad de convivencia. —Dijo mi amigo, como pensando en voz alta.

Bajando de la cama nos dijo:
—Puesto que soy yo quien manda, poneos los dos juntitos, que os la voy a chupar de rodillas a los dos.
Obedecimos, nos pusimos en pie ante la cama, y ella de rodillas, nos la fue chupando de forma alternativa, cuando sentía que estaba a punto de correrme le pedía que cambiase y Manolo hacia lo mismo.
—Por mi parte déjalo ya si quieres, no quiero córreme aún —le pedí—, estoy loco por metértela, si estáis de acuerdo.
—Por mí vale, —dijo manolo.

Sin decir nada se tumbó sobre la cama, replegó sus rodillas y abrió las piernas.
—Estoy preparada, vamos. —Dijo, con voz cantarina.
—Lo siento Manolo, pero no aguanto más, tendrás que hacer de espectador por unos momentos. — dije mientras me acomodaba entre las piernas de su mujer.
—No te preocupes, creo que voy a disfrutar viendo como lo hacéis vosotros también.
A estas alturas, María ya había guiado mi Polla hacia la entrada de su vagina, y cuando terminó su marido de hablar, ya la tenía toda dentro.
Tenía la vagina tan húmeda y dilatada, que apenas sentí presión sobre mi polla, pensé que era mejor así, de eso modo tardaría más en eyacular.
Me encontraba tan cómodo entre aquellas piernas.
—Que bien se está así, —le dije mientras mi boca buscaba la suya.
 Apoyé mis pies en la barandilla trasera de la cama para empujar con más fuerza, y no dejar ni un centímetro fuera.

 Hubiese querido estar así eternamente, pero la excitación había hecho mella en mí, tardé muy poco en correrme dentro de la mujer que más había deseado jamás, se acababa de cumplir un sueño que venía arrastrando desde el primer día que la vi.
—Me voy, lo siento, no puedo aguantar más.
—No te vayas por favor. —me respondió, simulando pena.
Pero ya era tarde, tuve el orgasmo más largo que había tenido nunca, los chorros de semen parecían interminables, era como lo hubiese reservado todo para ella, durante meses.

En ese momento sentí algo caliente en mi espalda, miré hacia mi derecha y vi a mi amigo eyaculado sobre mí, se había estado masturbando y yo ni lo había visto.
 Tal vez ella si lo sabía, pero a mí, que no había apartado ni un momento la mirada de su cara, me pilló por sorpresa.
Lo dejé que terminara, no me sentó mal que lo hiciese, quizá fue una forma inconsciente de vengarse al verme follando con su mujer, sentía toda mi espalda mojada, su eyaculación había debido de ser tan fuerte como la mía.
Simulé no darle importancia.

—Esta vez no te has corrido, lo siento, pero no he podido aguantar más. —dije a María.
—No te preocupes es normal, además me ocurre igual con Manolo, me cuesta mucho más correrme cuando me la meten que cuando me comen el clítoris.
Pero he disfrutado a pesar de lo breve, y aún queda mucha noche por delante.
Dicho esto, procedí a liberarla de mi peso.
Al sacar mi polla, está ya había bajado de volumen, y estaba totalmente mojada por el semen y los flujos de su vagina.
De entre sus piernas abiertas manaba ahora parte de aquel líquido blanco, deslizándose desde su vagina hasta su ano, para caer sobre la cama.
—Creo que habrá que hacer un intermedio, para lavarnos los tres, y cambiar la sábana, —dijo mirando entre sus piernas.

Bajé de la cama, entonces ella tiro de la sábana, y arrugándola la puso entre sus piernas, tras lo cual se puso de rodillas y separando los muslos, dejando caer libremente toda la leche que le quedaba dentro, luego con otro trozo de la tela se limpió los labios y los restos de semen que bajaban por sus muslos.
Ahora bajó ella también de la cama, y con la misma sábana me limpio la espalda y el culo, la leche de su marido se había deslizado hasta mis muslos.
— ¿Pero que le has hecho Manolo? Lo has puesto perdido. —Dijo fingiendo seriedad, a la vez que se le escapaba la risa.
—Ha sido sin querer, además no encontraba donde correrme sin mancharlo todo.
—Claro, y supongo que mi espalda es el mejor sitio para correrse sin manchar nada más.
Dije riendo.
—Id a lavaros, —ordeno María—, mientras tanto yo recogeré la sábana y el resto de ropa que hay esparcida por la casa.

Me metí en la ducha y mi amigo se lavó en el bidé, cuando Salí, mi rubia me dio una toalla para que me secase, no pude evitar besar sus labios a la vez que le daba las gracias, pero no solo por la toalla, y ella lo sabía.
Se metió en la ducha, y nosotros salimos de cuarto de baño, su marido le dijo que la esperábamos en la cocina.
Manuel preparo unos cafés y nos sentamos los dos frente a la mesa, caí en la cuenta de que estábamos desnudos y ya no prestábamos atención a ello, era como algo normal, aquello me agradó, aunque no dije nada.
— ¿Quieres que sigamos? —le pregunté.
—Por supuesto, además, yo no he probado todavía ningún agujero esta noche.
¿Por qué lo preguntas?
—Es solo por prudencia, quería estar seguro, yo también deseo seguir, pero creo que debemos preguntarle también a tu mujer cuando venga.
—Estoy de acuerdo.
—Y otra cosa, si de verdad quiere probar el sexo anal propongo que le hagamos una doble penetración, yo puedo metérsela por el culo, ya que no la tengo tan gorda como tú, así le dolerá menos.
—Me gusta la idea, vamos a ver lo que opina ella.

Al momento oímos la puerta del cuarto de baño, y apareció en la cocina, iba vestida tan solo con un camisón muy corto de color rosa, que realzaba su figura, a la vez que se trasparentaba de tal modo que se adivinaba todo lo que había debajo.
—Vaya, te has vestido. —le dije.
—Me da algo de corte andar demuda por la casa, tengo la impresión de que pueden verme desde fuera.
—Te encuentro aún más provocativa así, que desnuda del todo.
—Te estábamos esperando para preguntarte algunas cosas. —dijo él.
—Pues decidme…
—Lo primero es preguntarte si quieres seguir.
—Pues claro que quiero, aunque son ya las tres, y estoy cansada, pero me puede más el morbo que el cansancio, y no sé si esto se repetirá algún día.
—Por mi parte deseo que se repita mil veces más, —y añadí—, ¿Estas aún dispuesta a probar lo que has dicho antes?
—Si te refieres a lo del culo, si lo estoy, tengo un poco de miedo al dolor pero quiero pertenecer al “club”. —Dijo riendo.
—Hemos pensado que te lo haga Antonio, él tiene más experiencia, y no te hará daño, tal vez solo un poco.
Dijo esto último mirándome, yo sabía muy bien lo que significaba esa mirada, no había olvidado lo que le hice.
—Además tu marido la tiene algo más gorda que yo. —Dije riendo.
Tomamos otro café, y nos dirigimos los tres de nuevo a la habitación.
Lo primero que hicimos fue poner una sábana limpia.
María fue más precavida esta vez, y se trajo unas toallas y un rollo de papel de cocina, extendió una toalla sobre la cama y dejo lo otro sobre la mesilla.
—Ahora quiero ver como os la chupáis el uno al otro, puesto que soy yo quien manda, ese es mi primer deseo.
Nos tumbamos los dos dócilmente en la cama, y esta vez fue el quien se puso sobre mí para hacer un “69”.
Se metió de inmediato mi Polla en su boca, y yo hice lo propio.
Al principio me cabía toda, pero al momento sentí como se hinchaba y me llegaba hasta la garganta, sentía náuseas, empujé las caderas de Manolo hacia arriba, pero el muy cabrón, empujaba hacia abajo a propósito.

A duras penas conseguí meter mi mano entre mi boca y su Polla para no ahogarme, entonces se puso a bombear como si estuviese follando, con tanto ajetreo no conseguía concéntrame en lo que estaba haciendo él con mi pene.
—Vale, dejadlo ya.
María estaba en pie, mirando, aún con el camisón puesto, mientras se acariciaba entre las piernas, al parecer le estaba gustando el espectáculo.
— ¿Te ha gustado? —le pregunto a su mujer.
—Has sido algo bruto con Toni, pero me ha gustado.
 Bueno, ahora me tenéis que decirme lo que tengo que hacer, no tengo experiencia en lo que me espera ahora.
—Para empezar, podríamos follarte, tu marido y yo, por el coño por turnos, si quieres y dejar lo otro para más tarde.
—Bueno, lo que queráis, vamos.

Se puso de rodillas en el borde de la cama, de ese modo nuestras pollas quedaban a la altura de su vulva.
—Entra tú primero, eres nuestro invitado, —me dijo él, señalándome con la mano abierta el culo de su mujer.
—Sí, pero tú eres el “dueño” de esa preciosidad, quizá deberías ir delante.
—A ver si os vais decidiendo de una vez, además mi coño es solo mío, no es propiedad de nadie. —Había un punto de sequedad en su voz, sentí que estaba a punto de enfadarse de verdad.
—No te enfades cariño, estábamos bromeando. —Dije, a la vez que mi glande se acercaba a su vestíbulo, buscando la entrada de la vagina, le agarré las caderas y se la metí hasta el fondo.
De su boca escapó un quejido.
—Ten cuidado, es que así entra muy hondo y me has hecho daño.
—Lo siento, no controlo las ganas que tengo de ti.

Seguí culeando, pero ahora sus gemidos eran de gusto.
Manolo a mi lado se tocaba la Polla para no perder erección, esperando su turno.
Cuando sentí que el placer era ya muy intenso, avisé con la mirada a mi amigo para que estuviese preparado para tomar el relevo.
No la avisemos de ello, saqué mi Polla, y en menos de diez segundos, tenía la otra dentro.
Ella no dijo nada, pero sus gemidos y sus “Sigue, sigue, así, sigue, no pares” fueron en aumento porque su marido la estaba follando con más fuerza y más rápido que yo.

No parecía tener pensamientos de reservarse como yo, por la forma de tirarse a su mujer, adiviné que no iba a parar hasta correrse, tenía demasiadas ganas para andarse con protocolos.
Y en efecto, emitiendo sonidos, o más bien suspiros intensos, se vació dentro de María.
—Yo no he podido parar, lo siento. —Le faltaba el aliento cuando me dijo aquello.
Cuando se retiró, el coño de su esposa estaba una vez más expulsando semen, ella me pidió el rollo de papel para limpiarse, pero decidí no dárselo.
Puse rápidamente una toalla sobre la cama, entre sus rodillas, y le dije:
—No quiero que te limpies, nunca la he metido dentro de un coño lleno de leche, quiero probar eso.
—Bueno, a mí me da igual, tú veras…

Ya la tenía en la misma entrada cuando dijo esas palabras, no hace falta decir que esta vez mi polla entro sin ningún problema, a la vez que la leche de Manolo iba saliendo y caía sobre la toalla.
Me puse a culear con fuerza, al igual que lo había hecho él antes, pero ahora los gemidos de María no eran tan intensos, su vagina estaba muy dilatada y demasiado lubricada por el semen de su marido.
Eso contribuyó a que yo tardase más en correrme, pero al fin llegó y me corrí por segunda vez aquella noche dentro de la vagina de mis sueños.
Mis espermatozoides salieron para jugar con los de mi amigo, juntándose con ellos dentro del coño de su mujer y en la toalla.

Ahora si le limpié un poco el coño, y también mi polla con un trozo de papel, y le entregué el resto del rollo a ella.
Se puso un buen trozo entre las piernas y se fue hacia el baño.
A la vez que bromeó:
—Nunca me había lavado el conejo tantas veces en tan poco tiempo, se me va a resfriar.
—Se dice vulva, —le reprochó su marido—, no tienes cultura.
Los tres reímos.
—Nosotros también tendremos que ir a lavarnos la Polla. ¿O se dice, miembro viril? -Pregunté a Manolo.

Ya estábamos los tres de vuelta.
Nos tendimos un momento sobre la cama, quedando María en el centro, con lo que nos pusimos los dos a besar y acariciar su cuerpo.
Había que calentar un poco el ambiente para seguir con lo previsto.
Ella también estaba participando, empezó acariciando nuestras pollas para hacerlas revivir.
Pero luego opto por ponerse de rodillas e ir metiéndoselas en la boca de forma alternativa, supongo que quería que nos calentásemos rápidamente.
—Creo que podíamos pasar ya a lo “otro”, —Sugerí.
—Ahora os tengo que ceder el “control” a vosotros, yo no sé por dónde empezar. —Dijo ella.
—Primero creo que deberíamos comerte un poco el coño, para que estés bien caliente.
—Yo lo haré esta vez. —Dijo el marido.
Metiendo su cabeza entre las piernas de su mujer, se puso manos a la obra, o mejor dicho, boca a la obra.
Tal como él había hecho anteriormente, yo me encargué de la parte superior de su cuerpo.

—Avisa cuando estés lo bastante caliente, le dije en voz baja, tampoco es conveniente que te corras ahora.
No respondió, pero unos mementos después, con cierta dificultad para hablar, dijo:
—Déjalo ya cariño, creo que es suficiente.
—Ahora ponte de rodillas, y ponte cómoda, confía en mí. —Le susurré al oído.
—Y tú, Manolo mantenla “entretenida” para que no se enfríe.
—Me siento como un niño pequeño, al que van a poner una inyección, tampoco será para tanto, me estáis dando miedo. —Dijo riendo.
—Creo que me he metido demasiado en mi papel de técnico, relájate, ya verás cómo te gusta.
Le pedí a mi amigo la crema, y me embadurné el dedo índice con ella.

Su agujerito, se cerró instintivamente al sentir la punta de mi dedo, le pedí de nuevo que se relajase, ya hora mi dedo entro entero, apenas emitió un leve gemido.
 Entretanto, su marido acariciaba su cuerpo, por donde le era posible, en un intento de mantenerla excitada

Le puse más crema sobre el ano, y la fui empujando hacia dentro.
Ahora cambié de dedo y le metí el pulgar, también entro sin resistencia, lo estuve moviendo dentro de su culo durante unos minutos.
— ¿Cómo te encuentras? —le pregunté.
—Por ahora bien, no me haces daño.
—Solo falta dilatarte un poco más y ya estarás lista para lo mejor.

Formé una cuña con mi dedo índice y corazón, y se los metí hasta donde me lo permitía mi mano.
Emitió algún pequeño quejido ahogado, pero sin exagerar, supongo que intentaba no hacerme sentir mal.
Cuando vi que los dos dedos entraban y salían sin ningún problema, di por terminada la fase de dilatación.
Me sentía un poco ridículo haciendo de experto, por lo que intentaba no exagerar mi rol didáctico.
—Ahora, ponte sobre tu marido para que él te la meta por el chocho.
Obedecieron, mientras yo me masturbaba un poco para tener una erección lo suficientemente firme.

Me puse de rodillas detrás de María, y le pedí a Manolo que le abriese el culo, desde abalo, con sus manos.
 Agarré mi pene, y dejándome caer despacio, apoyé mi glande en la entrada de su culo.
—Si no opones resistencia, no te va a doler casi nada, pero si no lo soportas avísame.
Empecé a empujar despacio, pero apenas entraron los primeros centímetros…
—Para, para, por favor me haces daño.
Paré, y retrocedí hasta la entrada.
—Te duele porque tienes miedo, tienes que aguantar un poco, ya verás cómo tu culo se adapta enseguida a mi polla.
Piensa que lo que vas a sentir es placer, no dolor.
Apoyé de nuevo mi polla sobre su ano, y volví a empujar.
Esta vez no hice caso de sus quejidos, y seguí empujando despacio hasta que la tuvo toda dentro, ahí, me mantuve quieto.
Al otro lado, en la vagina, estaba la polla de Manolo, la tenía dura, pude sentir como se rozaba con la mía, mientras la fui metiendo.
— ¿Cómo te encuentras?
—Bien, parece que ya no me haces daño, me siento llena, me gusta.
Así, con toda mi verga dentro de ella me incliné para acariciar sus pechos y besar la suave piel de su espalda.
—Voy a empezar a moverme, avísame si te hago daño.

Empecé a moverme despacio, mi postura no era muy cómoda, pero el morbo de la situación compensaba todo lo demás.
Parecía increíble que María hiciese esto por primera vez, porque parecía toda una experta.
Apenas llevábamos unos momentos follándola, y ya había buscado el modo de moverse para que la polla de su marido le entrase al máximo cada vez que yo retiraba la mía.

Así de un modo acompasado, despacio, seguimos los tres, hasta que propuse que cambiásemos de postura.
Cuando retiré mi pene de su culo, vi como este se quedaba abierto, era todo un espectáculo ver aquel agujero, ahora grande como un cráter, y momentos antes tan cerrado como una ostra.

Me senté en el borde de la cama, y pedí a María que se sentase sobre mi polla, esta vez su culo no tuvo ningún problema para tragársela entera.
Nos inclinamos hacia atrás, y su marido busco la mejor postura para metérsela por el coño.
En aquella posición, sin poder moverme demasiado, pero con toda mi Polla dentro, aguanté sintiendo el roce de la verga de Manolo, cuyos movimientos iban en aumento.
Ahora los gemidos de su mujer se habían convertido en gritos de placer, estaba disfrutando a lo grande.

Manuel la estaba follando ahora sin contemplaciones, yo también sentía la fuerza de sus empujones sobre mi Polla, cada vez que empujaba, mi pene se salía ligeramente del culo de María, pero ella se volvía a dejar caer para seguir teniéndola toda dentro del culo.
Yo no quería correrme aun, al menos no de forma tan pasiva, pero estaba a punto.
A pesar de ello conseguí aguantar a que él lo hiciese primero.

Sus últimos empujones, acompañados de una mezcla de gemidos, y gritos ahogados, fueron bestiales, sentí la presión sobre mi glande, creo que sentí incluso el calor de su leche cuando esta inundó el coño de su mujer.
Los temblores del cuerpo de María me indicaron que ella también había tenido un orgasmo, aunque este no fue tan intenso como el que tuvo cuando le comí el coño.

Mis manos no habían soltado sus pechos ni un momento, ahora sentí como su respiración se iba relajando.
Manuel se retiró, y ella se sentó con mi Polla aún dentro del culo, yo también lo hice, a la vez que abracé fuerte su cintura, pegando mi pecho a su espalda.
En ese momento sentí como algo caliente y húmedo se deslizaba por mis huevos, no tuve que pensar mucho para adivinar que era la leche de Manuel saliendo del coño de su mujer. María se incorporó dejando mi falo al aire, y nos limpiamos con papel y con la toalla que habíamos puesto en el borde de la cama.

—Voy otra vez a lavarme. —dijo.
—Por mi parte no es preciso que vayas, yo te limpiaré el coño con mi lengua.
Su sexo solo podía tener restos del semen de su marido, lo cual no me importaba.
Y así lo hice, le comí de nuevo la almeja, hasta que sentí que volvía a estar bien caliente.
Entonces le pedí que se diese la vuelta para volver a metérsela por el culo.
Se puso de nuevo en posición, y mi polla busco el agujero, volviendo a entrar sin dificultad.
Tan solo emitió un gemido que duró hasta que se la metí del todo, pero parecía más de placer que de dolor.

— ¿Quieres que te la chupe? —Preguntó a su marido, el cual estaba en pie, mirando, con el pene ahora flácido.
Accedió, y se tumbó de forma trasversal en la cama, poniendo sus genitales bajo la boca de María.
Una vez vi que ambos estaban cómodos, me puse a bombear dentro del culo de mi amada, esta vez sin contemplación.
—Sigue, sigue así, me gusta, me decía ella sacándose la Polla de su marido de la boca para poder hablar, luego se la seguía comiendo, aunque torpemente a causa de mis empujones.
—Así me follé a tu marido. ¿Verdad, Manolo?

Dije esto llevado por el placer, que iba en aumento, mi polla entraba a tope en aquel maravilloso culo, pero me parecía poco, era todo mi cuerpo quien quiera estar dentro de ella.
—Conmigo no tuviste tantas atenciones, me hiciste daño a propósito, no lo olvido.

El gusto que sentía en aquellos momentos, me hacía decir cosas disparadas.
—Como me gustaría tener dos pollas para follarte a la misma vez por los dos agujeros, esto es demasiado bueno, no deberá acabarse nunca.
Con esas últimas palabras, mi cuerpo se estremeció, y mi glande empezó a lanzar chorros de semen dentro de las entrañas de María.
Agotado, seguí con mi Polla dentro de su culo, y me dejé caer ligeramente, acariciando su espalda.
—No te imaginas como te agradezco todo lo que me has hecho sentir, eres un cielo.
—A mí también me ha gustado, —dijo ella—, supongo que he superado la prueba.
—Y además con sobresaliente, puedes estar segura de ello.

Al dejar de moverme, ella había retomado las riendas de la mamada que le estaba haciendo a su marido, ahora era el quien decía que se estaba corriendo.
Para mi sorpresa, su mujer no se la sacó de la boca, y él se vació dentro entre gemidos y palabras de elogio hacia ella.

La leche que no le cabía en la boca, caía sobre el pubis y los huevos de Manuel, no sé si se tragó el resto, porque no le vi escupir nada, se limitó a limpiarse la boca con papel.
—Vaya, si lo llego a saber me hubiese corrido yo también en tu boca. —Dije sorprendido.
—Es la primera vez que me atrevo a hacerlo, a estas alturas he dejado de lado muchos prejuicios.
—Es verdad, —dijo mi amigo—, es la primera vez que lo hace, creo que vamos por el buen camino.
Los tres reímos con sinceridad, me sentía feliz, y los veía felices a ellos también.

Eran ya las cinco de la mañana, una vez más tuvimos que ir los tres a lavarnos.
Puesto que solo había una cama, decidí acostarme en el sofá, pero se opusieron a ello.
Me dijeron que podíamos dormir los tres en la cama, no me hice rogar, me apetecía dormir con ellos, sobre todo con María.
Nos acostamos los tres desnudos, ella en el centro, yo apoyado en su espalda, y ella en la de su marido.
Nos deseemos buenas noches, yo agarré uno de sus pechos, y como un niño pequeño me dormí enseguida, supongo que ellos también, estábamos muy cansados, y era muy tarde.

Cuando desperté, eran al menos las doce de la mañana, vi que estaba solo en la cama, tenía una erección tremenda por tener la vejiga llena, como no tenía ropa en la habitación, tuve que dirigirme desnudo al baño.
Al pasar por delante de la puerta de la cocina, me dijeron buenos días los dos a la vez.
Miré y vi que estaban desayunando, María iba vestida con el mismo camisón rosa, y él llevaba solo unos calzoncillos.
Para salir del baño me rodeé una toalla a la cintura, y me dirigí a la cocina.
— ¿Has dormido bien? —Me preguntó Mari.
—Supongo que sí, ni me he despertado cuando os habéis levantado.
—No hemos querido despertarte, además debías de tener un sueño muy bueno, a juzgar por el estado de tu mástil. —dijo él.

Los dos rieron, y yo me sentí un poco abochornado.
Tomé mi café con leche, y María me trajo algo de ropa para que me vistiese.
— ¿A qué hora habéis decidido volver al pueblo?
—Hemos pensado comer fuera, y luego descansar esta tarde para irnos cuando refresque un poco.
—Me parece bien, —dije—, me imagino que también tendremos que hablar sobre todo lo ocurrido.
—Bueno, —dijo Manuel—, eso es mejor que lo hagamos durante la comida, María y yo hemos hablado sobre el tema esta misma mañana, y hemos llegado a un acuerdo.
Cuando tomemos unas cervezas, y estemos más relajados, te lo explicaremos.

Una vez disfrazados los tres de turistas, no dirigimos al chiringuito de la playa, nos sentamos y pedimos una jarra de cerveza y unos calamares a la plancha.
El olor a marisco que provenía de la plancha me despertó el apetito.
—Podríamos comer aquí mismo, —propuse—, parece que tienen buen marisco fresco, pero con la condición de que pago yo.

Los dos aprobaron la idea, aunque lo de pagar, no quedó demasiado claro.
Me bebí la primera caña de cerveza casi de un trago, estaba fresca, buenísima.
Cuando volvimos a llenar los vasos, quedó la jarra vacía, pero el camarero apareció con otra jarra llena, y los calamares.
—Bueno, —dijo Manolo—, esta mañana hemos hablado María y yo.
Lo que ha pasado entre ayer y hoy, nos gustó a los dos, eso ha roto la monotonía de nuestro matrimonio, e incluso ha revivido la llama del deseo entre nosotros.
Solo tenemos miedo a una cosa, si esto se sabe en el pueblo, nos tendríamos que ir fuera, perdiendo incluso nuestro empleo.
—Yo soy el único que lo sabe, y os puedo jurar sobre lo que querías que no diré nada a nadie. Os aprecio demasiado para pensar en haceros daño, antes me quito la vida que destruir la vuestra. Además, tengo que confesar algo, creo que es mejor que lo sepáis los dos a la vez.
Estoy enamorado de María, no te la quiero quitar, pero no puedo evitar lo que siento por ella.

Se hizo el silencio, nadie se atrevía a tomar la palabra.
El camarero vino con otra jarra de cerveza, la tercera, pero por ahora no pedimos más comida, no pensábamos en comer en ese momento.
Por fin lo hizo María:
—Gracias Antonio, no puedes mandar sobre tu corazón, y si te has enamorado de mí, es también porque yo he ayudado a ello, no debes torturarte con eso.
Yo también tengo la sensación de estar enamorada de los dos, dicen que eso no es posible, tal vez no sea del todo amor lo que siento por ti, pero deseo teneros a los dos para mí.

— ¿Y tú qué opinas? —Le pregunté a su marido.
—Supongo que tengo la obligación de sentirme celoso, si no muestro algo de celos, María puede pensar que no la quiero, pero no siento celos, es más me gusta esta situación, y sin embargo la quiero.
Te quiero María, ahora incluso más que antes.
—Y no lo dudo, cariño;
 Los tres hemos contribuido en alguna medida a que esto ocurriese, porque en el fondo los tres lo andábamos buscando, cada cual, a su modo, con pequeños trucos y mentiras, porque sabíamos que no podíamos plantearlo abiertamente, o sea que ninguno de los tres debe sentirse más culpable que los demás.

 —Lo más duro va a ser cuando volvamos a la rutina, —apunté—, a la dura realidad diaria, a fingir que no hay nada entre nosotros, pero yo estoy dispuesto a vivir con eso, si vosotros lo aceptáis.
No sé qué me depara el destino, pero esto ha sido lo más bello que me ha ocurrido hasta ahora.
—Bueno, —dijo Manolo—, creo que deberíamos pensar en comer algo más, ya terminaremos de sellar nuestro pacto cuando volvamos al piso.

Pedimos varios platos más de productos del mar, y luego un café y unas copas.
 Luego, tras fumar unos pitillos, me adelanté a manolo para pagar, me costó, pero lo conseguí.
Decidimos volver al apartamento, eran ya las tres de la tarde.

—Nos vendrá bien una pequeña siesta, —sugirió Manolo.
— ¿Igual que la de ayer? —preguntó ella.
Nadie respondió, pero los tres llegamos al piso sin dejar de reír.
Una vez allí, nos sentamos en el salón, y fue mari quien tomó la palabra.
—Os voy a pedir algo.
Le pedimos que siguiese hablando.
—Que de ahora en adelante no hagáis el amor entre vosotros sin contar conmigo, si lo hacéis me sentiré traicionada, quiero que estemos siempre los tres presentes en ese caso.
Y yo prometo entregarme a los dos por igual.
Otra cosa es que lo hagamos entre manolo y yo, como matrimonio, eso es diferente.

—Me gustaría estar siempre contigo y tener los mimos privilegios que tu marido, pero comprendo que eso no es posible, menuda se iba a liar en el pueblo si me fuese a vivir con vosotros.
Aun así, tendré mucho cuidado con las cotillas, cuando vaya a visitaros.   
—No sé cuánto duraría una convivencia de tres sin romperse, o tal vez sería al contrario, ¿Quién sabe? —reflexionó su marido.
—Por cierto, Mari, se me ha olvidado preguntarte si te duele después de lo de ayer.
— ¿Si me duele, el qué? —me preguntó haciéndose la tonta.
—El culo, ¿Qué sino?
—Era broma, ya suponía que te referías a eso, pues no me duele mucho, solo tengo algo de molestia al sentarme, pero lo puedo soportar. —Añadió riendo.
—Conmigo no fuiste tan considerado, casi no pude sentarme durante una semana, le tuve que decir a mi mujer que tenía problemas de hemorroides.
—Fui algo bruto contigo, lo reconozco, ya sabes que tienes mi permiso para vengarte cuando quieras.
Por cierto, habéis caído en la cuenta de que he sido yo quien ha estrenado vuestros culos, eso me debería otorgar algún tipo de privilegio, digo yo.

—Pues si quieres vamos a la habitación, aún queda tiempo para darte el privilegio que te mereces, —Y dirigiéndose a su mujer. — ¿Vienes Mari?
—Por supuesto, es parte del trato, y no quiero perderme el espectáculo.
—Y por favor encárgate tú misma de traerte un rollo de papel, una toalla, y algo de crema lubricante, aunque tal vez no la use, ya lo decidiré después.

Y así escoltado por los dos dirigí mis pasos hacia el dormitorio, sabiendo que allí iba a recibir "mi castigo".


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