Mi prima y su madre me convirtieron en un hombre. Filial


Verano del ´75. Un chico tímido intenta sobrevivir a la dureza de su despertar sexual en una sociedad marcada por muchos años de represión.


Aquel trabajo me parecía cada día más tedioso y aburrido, era el típico empleo de verano para ganar algún dinero durante las vacaciones escolares de aquel lejano 1975.
Un hermano de mi padre tenía una gasolinera en el pueblo, y aquel verano me propuso que le ayudase.

Mi trabajo consistía en servir combustible y lavar coches a mano, y esto último era lo que menos me gustaba, yo no tenía experiencia en ningún tipo de trabajo, tardaba mucho en hacerlo, y mi tío me regañaba a menudo por ello.
Pero con lo poco que me pagaba tampoco podía exigirme demasiado.
Con solo catorce años, pensaba más en jugar que en tomarme el trabajo en serio, además pronto tendría que volver al instituto, aunque eso tampoco me hacía mucha ilusión.

Para ser sincero, no tenía ganas de trabajar ni de estudiar, mi cabeza giraba solo en torno al sexo, y lo que mejor se me daba era masturbarme varias veces al día, y por supuesto también por la noche.
Mi físico no me ayudaba aún a tener mucho excito con las chicas, mi aspecto era el de un niño que había crecido demasiado rápido, alto, muy delgado y con la cara cubierta de pecas.  
Todo ello, unido a mi timidez, formaba un coctel anti ligue total. En cuanto a mis conocimientos sobre sexo… eran nulos, por aquella época la única educación sexual que recibíamos era lo que los chicos hablábamos entre nosotros, o sea, nada que fuese fiable.

Mis tíos tenían una sola hija de unos trece años, toda una belleza, morena con unos ojos verdes como esmeraldas, y unos labios carnosos que incitaban a ser tomados por asalto.
El resto de su cuerpo, hasta hace poco el de una niña, era ahora ya todo el de una mujer, una nueva flor en el jardín del deseo, la tortura ya de muchos hombres, y por supuesto, ahora también la mía.
Para mi desgracia su atención hacia mi había ido disminuyendo cada vez más en estos últimos años. Aquella niña que me pidió tantas veces que jugase con ella a las muñecas, y yo me negaba a ello, había cambiado mucho, y sin duda sus ojos habían dejado de verme.

Ahora era yo quien estaba dispuesto a jugar con ella a cualquier juego, sin importarme si era o no un juego de niñas.  Daban fe de ello mis calzoncillos tantas veces manchados al pensar el ella, y el espejo del aseo de la gasolinera, el cual me miraba mientras me masturbaba una y otra vez. Al final, retorciéndome de placer, mi ardor moría en forma de semen dentro del lavabo, a la vez que mi mente volaba al lado de su cuerpo una vez más.

Una mañana estaba yo limpiando el interior de un coche en el patio trasero de la gasolinera, tenía la radio encendida, por lo que no oí a mi prima Mari cuando se acercó. Solo tuve conciencia de su presencia cuando sentí que una mano me tocaba el hombro. Cuando giré mi cabeza vi sus hermosos ojos mirándome a través de la ventanilla bajada. Sin apartar la mirada de su cara apagué la radio.
—Hola Mari. ¿Qué querías?
—Hola Javi, se ha estropeado el calentador de agua, y mi padre no está en casa. ¿Puedes echarle un vistazo?
Quiero ducharme para ir de compras.

Pero sus palabras no obtuvieron respuesta.
Mis ojos estaban devorando sus preciosas tetas, estas se veían por entero por el escote de su camiseta, y además no llevaba sujetador. No eran muy grandes, eran blancas y se adivinaban firmes, con la aureola y los pezones de color canela. Ante mi silencio buscó mis ojos para interrogarme con su mirada, pero inmediatamente se dio cuenta de la situación. Como movida por un resorte se enderezó llevándose la mano al escote.
— ¿Que estas mirando? ¿Has oído algo de lo que te he dicho?
—Lo siento, estaba distraído.

Sentí el calor subir por mi cara ante la mirada inquisidora de mi prima.
—Te decía que se ha averiado el calentador, que no enciende. ¿Lo puedes mirar?
—Sí, claro, voy enseguida. —Tartamudeé.
—Que tontos son los hombres. —Dijo con tono seco y distante.
Sin más se dio la vuelta, me quedé mirándola mientras se alejaba, su enfado parecía realzar su belleza.
Su caminar era desafiante, con su cabeza erguida y su melena al aire. Su culo, prieto dentro del pantalón, reforzaba la fiereza del resto de su figura. 

En cuanto a mí…
En ese momento me sentía mal, la visión de las tetas de mi prima me había encantado, pero su enfado me hacía sentirme sucio. Pensé en masturbarme después de aquella visión, pero para mi sorpresa, descubrí que no me apetecía. Sin más me fui a ver el calentador de agua, no estaba averiado, solo tuve que purgar de aire la botella de gas.
—¡Mari, ya funciona! —Grité.
—Gracias Javi. —Respondió desde el interior del cuarto de baño.
Tengo que hablar con ella, tengo que pedirle disculpas, esperaré a que termine. — Pensé.
Me volví al coche para terminar con su limpieza, tras lo cual me fui hacia el interior de la casa para ver si mi prima había terminado con sus preparativos para salir.

Mi tía estaba trabajando en la gasolinera, así que estábamos los dos solos dentro de la casa.
Al momento se abrió puerta del baño, y mi prima salió, iba vestida con una bata de baño muy corta, y una toalla en la cabeza sujetaba su pelo. De eso modo su aspecto era el de toda una mujer adulta, una delicia para los ojos de cualquier hombre. Mi mente calenturienta tomo de nuevo la iniciativa.
—Como me gustaría poder abrazarla.
Pero su voz me volvió a la realidad.

— ¿Qué haces aquí?
—Quería disculparme. ¿Sigues enfadada?
—No estoy enfadada, no te preocupes, pero ahora tengo mucha prisa, aún tengo que secarme el pelo y terminar de arreglarme.
— ¿Entonces me perdonas?
—Sí, soy yo quien debo tener más cuidado para no enseñar nada.
—Es la primera vez que veo unas tetas de verdad, no imaginaba que las tuvieses tan bonitas. —Dije aquello agachando la cabeza, creo que el rubor me llegaba hasta las orejas.
—No imaginaba que fueras tan tonto. —Se había ruborizado también.
—Nunca he visto a una mujer desnuda, solo en las revistas, y me muero de ganas de ver una de verdad.
—Ya las veras cuando crezcas, ahora apártate, voy a vestirme, tengo prisa. 

Pero de pronto algo ocurrió dentro de mi cabeza, mi reacción me sorprendió a mí mismo.
Le corté el paso y me abalancé sobre ella para abrazarla sujetándole así los brazos, y sin darle tiempo para reaccionar mi boca buscó sus labios; ella apretó los suyos haciendo imposible el beso, y girando su cuerpo con violencia consiguió escapar de mi abrazo. Lo siguiente fue una bofetada seguida de unos fogonazos blancos que por un instante me dejaron ciego. Y luego la imagen fugaz de mi prima cerrando la bata que se le había abierto durante el forcejeo, por unos segundos pude ver su cuerpo desnudo. Una imagen desenfocada que se quedó en mi retina como una fotografía, grabada a fuego.

— ¿Que has hecho? ¿Estás loco? Se lo diré a mi padre, prepárate. — Estaba enfurecida.
Con paso rápido se metió en su habitación.
Me quedé reflexionado sobre lo que acababa de hacer, sospechaba que me acababa de meter en un buen lio. No tenía ánimos para seguir trabajando, estaba muy confuso y aturdido, así que sin decir nada a nadie me fui a mi casa, aquella tarde no volví al trabajo. Eran las tres cuando sonó el teléfono. (por aquella época no existían los móviles).
—Es tu tío, pregunta por ti. —Me dijo mi madre.
Con las piernas temblando me acerqué al aparato, y despacio, como temiendo quemarme, me puse el auricular en la oreja.
— ¿Javier?
—Si…
— ¿Qué te ha pasado? Te fuiste esta mañana sin decir nada y no has vuelto esta tarde.
—No me encontraba bien.
—Pero podías habérselo dicho a tu tía, estaba muy preocupada cuando he llegado. Tu prima tampoco sabía nada.
—Lo siento, fue todo muy repentino, no entiendo que me pudo pasar, tenía muchas náuseas y dolor de cabeza. —Mentí.
— ¿Vendrás mañana?
—Sí, supongo que sí, ya me encuentro mejor.
—Pues, hasta mañana.
—Hasta mañana.
Mi prima no le había dicho nada a su padre, eso me supuso un gran alivio, pero no sabía si la podría volver a mirar a la cara, me sentía mal cada vez que recordaba lo que había pasado.

Pasaron días sin que volviese a ver a Mari, supuse que hacia lo posible por no encontrarse conmigo, lo cual yo prefería, pues estaba aún avergonzado de mi comportamiento.
Hasta que una tarde, al dirigirme al baño que había en el patio de la gasolinera, oí voces que provenían del interior de la casa, reconocí la voz de mi prima, y otra voz diferente, deduje que era una amiga de Mari.
— ¿Tu primo es ese chico que trabaja en la gasolinera?
—Sí, ese mismo es.
— ¿Y dices que se abalanzó sobre ti?
—Me abrazó de forma brutal, e intentó besarme, pude sentir su polla, dura, contra mi barriga. Con el forcejeo se me abrió la bata, supongo que me vio desnuda.
—Vaya, ¿Pero qué edad tiene?
—Solo catorce años, es un crio.
—Tampoco tanto, mi hermano tiene su misma edad, y está muy bien dotado, lo sorprendí un día masturbándose, y no veas el pedazo de rabo que tiene ya.
— ¿Y no te vio?
—No. La puerta de su habitación estaba entreabierta, y yo estaba en penumbras en el pasillo, me quedé mirándolo como hipnotizada hasta que se corrió, la barriga y el pecho se le cubrieron de leche. Luego, con la mano en la polla, se quedó mirando al techo como en trance. Entonces me di cuenta de que tenía las bragas mojadas. Me había excitado viendo a mi propio hermano, por un momento me sentí sucia, pero a pesar de ello me fui a mi habitación para tocarme hasta que me corrí yo también.
— ¿Era la primera vez que veías eso?
—Sí, nunca había visto como era en realidad.
—Pues yo tampoco he visto a ningún hombre correrse, siento curiosidad.
—Puedes espiar a tu primo, seguro que él se la menea más que un mono. —Dijo riendo.
—Mi primo me da un poco de pena, está en una edad muy difícil, las chicas de su edad buscan chicos mayores. En cuanto a las que podrían estar interesada por él, son demasiado pequeñas. Tal vez debería ser un poco más comprensiva con él.
—Creo que deberías hablar con él, debe sentirse muy mal después de lo que paso entre vosotros.
—Lo haré, le diré que lo perdono, pero que no debe volver a intentar nada de eso conmigo.

Me alejé de allí cuando dejé de oírlas, por temor a ser visto, y me dirigí al baño. Como siempre, no tuve que esforzarme mucho para tener una erección, pero esta vez lo hice para mirar mi miembro en el espejo.
Calculé que podía medir unos quince centímetros de largo, pero no podía saber si eso era mucho o poco para las mujeres. A pesar de la duda, me masturbé una vez más, y al final, como para mostrar mi hombría al chico del espejo, golpeé mi polla sobre el borde del lavabo para escurrirla de semen.

Al día siguiente me tocó estar sirviendo combustible.
En uno de los momentos en que me quedé sin clientes fui a sentarme dentro de la tienda, ojeaba una revista para entretenerme, cuando una voz me sobresaltó, era mi prima, había entrado por la puerta que daba a su casa.
—Vaya manera de trabajar, leyendo revistas. —Su tono era alegre.
—Hola Mari, cuanto tiempo sin verte, pues debo decirte que no he parado de trabajar en toda la mañana.
—Espero que estés ya más tranquilo, el otro día me diste un susto de muerte.
—Lo siento, no sé qué me paso, se me fue la cabeza, estoy arrepentido.
—No te preocupes, tal vez fue culpa mía por enseñarte las tetas, debo tener más cuidado contigo, te estás convirtiendo en un hombre. — Su voz era ahora risueña.
Supongo que una vez más enrojecí, no esperaba aquellas palabras.
—¿Entonces no me guardas rencor?
—No, aunque no lo apruebo, en primer lugar, porque somos primos, y luego porque eso no son formas de tratar a una mujer. Lo que hiciste es propio de un violador, debes aprender a controlarte, sino terminaras teniendo problemas.

—Te agradezco que no le dijeras nada a tu padre, estaba aterrorizado pensando en ello.
—Lo pensé mejor, yo también tenía algo de miedo a la reacción de mi padre. Ya sabes lo severo que es, incluso conmigo.
—Por suerte me hiciste recuperar la razón con la ostia que me diste, aun me duele cuando me acuerdo de ello.
—Pobrecillo. —Dijo con un ligero tono burlón, y acercándose a mí por detrás, acarició mi mejilla para terminar dándome un beso en la cara.
No esperaba algo así, me quedé sin saber que decir, ella permanecía en pie tras de mí, con una de sus manos acariciaba mi pelo.
—Como me gustaría que fueses mi hermano para poder confiarte mis secretos y aclarar tantas dudas que tengo. —Añadió.
—Los dos somos hijos únicos, creo que entiendo lo que sientes, a mí me ocurre lo mismo. Pero podemos ser hermanos si tú lo quieres, somos primos hermanos, es casi lo mismo.
—por cierto… ¿Me viste desnuda cuando se me abrió la bata?
—No, no me dio tiempo a ver nada. —Dije mirando hacia otro lado para esconder mi rubor.
—¡Ya!  Bueno, hasta luego. —Dijo mi prima, a la vez que desaparecía por donde mismo había entrado.

Me quedé allí sentado, pensativo, lo que acababa de ocurrir me había desconcertado. Desde nuestra infancia mi prima nunca había vuelto a ser tan cariñosa conmigo. Pero luego recordé la conversación que había escuchado el día anterior, y se me encogió el corazón.
Lo que mi prima sentía por mí era solo pena. A sus ojos yo solo era solo un pobre chico.

Al día siguiente, siguiendo con mi rutina, otra vez estaba yo limpiando el interior de un coche cuando vi llegar a mi prima. De nuevo se asomó por una de las ventillas del coche, sonriente, a la vez que su mano sujetaba el escote de su camiseta.
—Hola Mari. ¿Qué querías? Tampoco hace falta que te pongas la mano ahí, ya no voy a volver a mirar tus tetas. —Dije esto con tono enfadado, me molestaba que tomase tantas precauciones conmigo.
—Lo he hecho sin querer, ha sido instintivo. —Dijo retirando la mano de su pecho. —Ya me da igual que me las veas, total, si ya me has visto desnuda. El problema lo puedes tener tu después, ya me entiendes. —Su mirada se dirigió por un instante hacia mi bragueta.
—Bueno, pero aún no me has dicho a que has venido. —Dije esto con tono neutral, intentado aparentar indiferencia ante sin palabras.
—Solo quería invitarte a un vaso de café granizado, hace mucho calor, si quieres pásate por mi casa cuando puedas.
—Me parece bien, iré tan pronto como termine con esto, gracias.
—Vale, no tardes mucho.
Una vez más quedé turbado por el comportamiento de María, pensé que sería bueno hablar con ella y dejar las cosas claras, no necesitaba de su compasión.

A los diez minutos había terminado con el coche, así que me dirigí hacia la casa, llamé a la puerta, “adelante, estoy en la cocina”, dijo una voz desde el interior.
—Hola Mari. ¿Estás sola?
—Hola Javi. Mi padre está fuera y mi madre está e en la oficina. Sobre la mesa tienes el granizado, acabo de servirlo.
—Gracias. —Respondí casi a la vez que le daba un sorbo a la pajita. —Está muy bueno y tengo mucha sed.
—Lo preparé yo misma. —Reía, parecía alegrarse de estar conmigo.
—Tengo que preguntarte algo, si no te molesta.
—Pregunta, ya veré si te puedo responder.
—Últimamente estas siendo muy amable conmigo, no es lo habitual, quiero saber porque lo haces. ¿Te doy pena porque las chicas no me hacen caso?
— ¿Pero que tonterías dices? Me comporto así porque eres mi primo y te quiero como tal. ¿Acaso no sientes tú lo mismo por mí? En cuanto a lo delas chicas, estas en una edad difícil, eso es todo lo que te ocurre, no veo porque tengo que sentir pena.
—Discúlpame, una vez más me estoy comportando contigo como un idiota. Soy un gilipollas cargado de complejos.
—Es verdad, eres muy tonto. —Volvía a reír.
—Bueno supongo que algún día cambiara mi suerte. —Dije simulando resignación.
—Ahora te voy a hacer yo otra pregunta, y me tienes que decir la verdad. ¿Cómo me ves, que tal estoy como mujer?

Tuve que dejar el vaso en la mesa para poder responderle, el pulso me temblaba, tragué saliva para aclarar mi voz.
—Yo te veo muy guapa, y estas buenísima. ¿Qué más quieres que te diga? Ya viste lo que me pasó hace unos días. No entiendo cómo me vuelves a llamar estado sola.
—Gracias. —Se había ruborizado un poco. —Ya ves confió en ti, cometiste un error, eso no te convierte en un monstruo.
A estas alturas mi vaso ya estaba vacío.
—Bueno, me vuelvo al trabajo, muchas gracias por el café.
—Una última pregunta. ¿Has besado alguna vez a una chica? —Lanzó la pregunta como un disparo, no la esperaba.
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—Es que como intentaste besarme, pensé que sabias.
—Sé lo que he visto en las películas y lo que me han dicho mis amigos. ¿Y tú, lo has hecho?
—Solo con un par de amigos, ya sabes cómo es mi padre, no me permite salir con chicos. ¿Quieres que te enseñe a besar?

No daba crédito a mis oídos. ¿Se estaba riendo de mí? ¿Qué estaba pasando? No acerté a articular ninguna palabra mientras ella se acercó a mí y me abrazó.
—Abrázame, pero hazlo con suavidad, no como lo hiciste la última vez.
Con mis brazos rodee su cuerpo, todo mi ser temblaba como una hoja al viento.
— ¿Y si entra alguien? —Acerté a decir.
—No te preocupes la puerta hace ruido. —Su voz había cambiado de tono, era suave y cálida, nunca había oído a mi prima hablar así.
Su cabeza quedaba por debajo de mi barbilla, miré hacia abajo y vi sus ojos buscando los míos. De nuevo tomó la palabra.
—Ahora tienes que buscar mis labios a la vez que giras la cabeza, como lo hacen en las películas.
Su boca me esperaba entreabierta, acerqué la mía, y entonces sentí como su lengua se abría paso buscado mí lengua, pero inmediatamente retiró de nuevo sus labios.
—Tienes que hacer lo mismo que hago yo, tienes que luchar con tu lengua contra la mía.
Su aliento era muy cálido, hablaba en voz baja, y sus ojos parecían querer decirme algo que yo no acertaba a entender.
De nuevo nuestras bocas se juntaron, y esta vez me apliqué tanto como pude para aprender la lección. Mientras sentía con sus brazos me apretaban cada vez con más fuerza. Podía sentir sus pezones duros contra mi pecho. Envuelto en la confusión de mis pensamientos, reparé en mi pene, el cual, apoyado sobre su vientre, permanecía flácido. Estaba claro que la actitud imprevista de mi prima me había desconcertado hasta el punto de no tener una erección.

—Te ha gustado? —Me pregunto cuando nuestras bocas se separaron, sus ojos parecían interrogarme, nunca nadie me había mirado así.
—Por supuesto, nunca imaginé que harías algo así por mí. ¿Y a ti te ha gustado? ¿Lo he hecho bien?
—Yo soy la profesora, hago esto tan solo por enseñarte a desenvolverte con las chicas, pero si, se puede decir que vas progresando. —Reía.
Y yo sabía que mentía en lo primero, su abrazo no había sido fingido, ni su voz, ni su mirada. La dureza de sus pezones era también un signo de excitación, pero yo aún no sabía nada de eso.
De pronto se oyó la puerta que comunicaba con la gasolinera.
—Debe ser mi madre, vete, prefiero que no te vea aquí. Nos volvemos a ver pronto, hay cosas que quiero que me enseñes tu a mí. —Dijo en voz baja.
Salí apresuradamente por la puerta que daba al patio.
Rápidamente me puse a lavar otro coche, iba retrasado con el trabajo.

Y al día siguiente, misma rutina, estaba limpiando de nuevo el interior de un coche, cuando vi como mi prima salía de si casa ataviada con un mono de trabajo de la gasolinera. La prenda parecía hecha a medida para ella, el mono se ajustaba perfectamente a su cuerpo, marcando descaradamente el contorno de sus tetas y de su culo. Pero lo que más llamó mi atención fueron los labios de su coño, se veían enormes, comprimidos dentro de aquella tela roja.
—Hola Javi.
—Hola, ¿Dónde vas vestida así?
—He convencido a mi padre para que me deje ayudarte, tienes mucho trabajo y necesito ganar algo de dinero.
—Bueno, no esperaba algo así. ¿Quieres empezar por el siguiente coche, o prefieres ayudarme a terminar con este?
Prefiero ayudarte, así voy aprendiendo, y tampoco me apetece trabajar sola.
—Pues como quieras, yo estoy encantado de tenerte conmigo.
—Y yo de estar contigo. Son tantas las cosas que quiero preguntarte…

Dejo aquí esta primera parte de este relato, la cual ya sé que no ha sido muy caliente, pero esto solo acaba de empezar.

Espero vuestros comentarios en mi correo y en este mismo blog.

Muchas gracias.

2 comentarios:

  1. Cuando es la continuacion que se ve bueno para leer

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  2. Muy pronto, espero que este listo este próximo lunes 11 de septiembre.

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Tu opinión es muy importante para mí. Gracias.