—Ha sido fantástico, muchas gracias a los
dos, Habéis hecho realidad mi fantasía, pero aún queda noche y yo no me he
corrido todavía ni una sola vez, y no quiero irme sin hacerlo. — Se había
limpiado los ojos con las manos, y mientras hablaba su lengua iba recogiendo el
semen que corría por su cara hacia sus labios.
— ¿Quieres que te coma el coño para que te
corras? —Le preguntó Hugo.
—No, porque quiero que invirtáis los roles
cuando estéis dispuestos para ello, y quiero permanecer caliente para que me
volváis a follar de nuevo los dos a la vez. Si vosotros lo queréis también,
claro.
—Por mi parte estoy dispuesto, solo necesito
un poco de tiempo para recuperarme. —Dijo Mario.
—Lo mismo digo, vamos a lavarnos. —Añadió
Hugo.
Y juntos, abrazados y entre risas, se
metieron bajo el chorro de la ducha.
Mario llamó para pedir unas bebidas
calientes y algunos de dulces para reponer energías. Los tres estaban desnudos
sentados a la mesa cuando entró el camarero, quien en silencio y con discreción
se acercó a ellos con un carrito cargado de bebidas y repostería.
Alba sintió curiosidad, ¿Hasta qué punto
llegaba la profesionalidad de aquellos hombres? ¿Era posible que no se turbasen
ante nada de lo que veían en aquellas habitaciones? Así que, con sonrisa pícara,
se quedó mirando a los ojos de aquel hombre, y este bajó la mirada hasta sus
pechos enrojeciendo ligeramente. A pesar del morbo y la excitación que aquello
le produjo, Alba no quiso llegar más allá en su provocación, pero le quedo claro
que aquellos hombres eran de carne y hueso.
Ahora volvía a sentirse caliente, a ver si
aquellos hombres se decidían de una vez a retomar el juego. Apuró su copa de
licor y se levantó de la silla. Se acercó por detrás a Mario acariciando su
torso, luego inclinándose sobre él, le beso en la boca mientras su mano bajaba
hasta su polla, no tardó en sentir como ésta iba creciendo mientas la
acariciaba. Repitió la operación con Hugo, con el mismo resultado; fue este
último quien se levantó primero, y Mario le imitó.
—Vamos. —Dijo Alba, cogiéndoles de la mano,
como si fuesen dos niños pequeños, y arrastrándolos hacia la cama. Una vez
allí, se tendió en el mismo centro, y los dos hombres lo hicieron cada uno a un
lado.
— ¿Qué te parece la compartimos de arriba
abajo? —Preguntó Mario.
Sin más palabras, los dos empezaron por
besar su cara, los dos querían besar su boca, y los labios de los dos hombres competían
por llegar a ella, llegando sus tres bocas a juntarse hasta que uno de ellos vencía,
aunque por poco tiempo. Entretanto sus manos le acariciaban los pechos, y luego
se volvieron a encontrar entre las piernas de Alba, y ésta se abrió tanto como
pudo ofreciéndoles todo su coño. La mano de Mario estaba ganando la batalla,
empapándose del jugo caliente de aquella flor; mientras sus bocas compartían ahora
los pechos. Los gemidos de Alba eran cada vez más fuertes, su pecho se hinchaba
como un fuelle, para luego expulsar por su boca un aire tan caliente como el de
una fragua.
De pronto, Hugo se sorprendió mirando la
verga de Mario, aunque semi-erecta se veía enorme, reposando sobre su barriga.
Tal vez era el efecto del alcohol, pero sintió un enorme deseo de tocar aquella
polla y sentir en su mano aquello que tanto hacia gozar a su mujer. Tímidamente
alargó su mano pasando por encima del cuerpo de Alba, y de modo distraído, la
dejo caer sobre la polla de Mario, para retirarla inmediatamente después.
—Disculpa, ha sido sin querer. —Sintió el
calor subir a su cara.
—No te preocupes, no me molesta que me
toques. —Fue la respuesta de Mario.
—No creo que le disguste, además no eres el
primer hombre que le toca la polla. — Era una voz de mujer, dirigieron sus
miradas hacia el fondo de la habitación. Allí estaba Rosa, sentada en uno de
los sillones de cuero. Mario fue el primero que consiguió articular algunas
palabras.
— ¿Rosa? ¿Pero cómo has entrado?
—Tengo mis contactos dentro del hotel,
además soy tu mujer, eso me otorga ciertos privilegios.
— ¿Pero cuánto tiempo llevas ahí mirando?
—El suficiente para tener las bragas
mojadas, os estoy mirando con envidia, pero no me he atrevido a incorporarme a
la fiesta sin vuestro permiso. Espero no haberla estropeado.
Los tres se pusieron en pie, dirigiéndose
hacia donde estaba Rosa y tomaron asiento.
—Vamos a tomar algo antes de seguir, si os
parece bien. En cuanto a ti, creo que deberías desnudarte también, desentonas
así tan vestida. —Le dijo Mario.
—Bueno, si me vais a admitir en el grupo me
desnudaré. —Interrogó con la mirada al otro matrimonio.
—Por mi parte, estaré encantado. —Respondió
Hugo.
—Lo mismo digo, hay suficiente carne para
las dos. —Añadió Alba con una sonrisa picante.
Se sirvieron unas copas para entrar en
calor, y tal vez aflojar la tensión que se había creado. Al cabo de un rato la
conversación era más natural, hasta que entre risas y alguna broma, Rosa se fue
desnudando.
Hugo quedó expectante ante el cuerpo de
aquella mujer. Sus cincuenta años apenas habían dejado huellas en él, siendo éste
casi tan deseable como el de su mujer. Inevitablemente, la gravedad había
descolgado un poco sus pechos, pero aquello no le quitaba atractivo, y en su
cara se podía ver aún la belleza de su juventud.
Sin ningún pudor, Rosa contó todo lo que
había vivido esa noche... Como las dos mujeres se habían estado acariciando,
besando y comiendo el coño mutuamente, y, para terminar, como aquel hombre se
las había follado a las dos. Pero después de los dos polvos dijo estar ya muy
cansado y decidió retirarse, llevándose a la chica. Al quedarse sola, Rosa
decidió volver con ellos.
Entonces Mario le relató todo lo que ellos
tres habían estado haciendo, y que el paso siguiente iba a ser otra doble
penetración, pero con los roles cambiados. Pero ahora, al estar también Rosa
tendrían que pensar algo nuevo.
—Por mi parte, —dijo Alba—, no hay ningún
problema si no me la volvéis a meter los dos a la vez, a fin de cuentas, ya he
realizado mi fantasía. Si Hugo quiere follar con Rosa, yo puedo hacerlo con
Mario, y así dejarle que cumpla con su deseo de metérmela por el culo. —Alba
empezaba a sentir la humedad entre sus piernas con las imágenes que se le
venían a la cabeza.
—Pues yo estoy de acuerdo, si Rosa quiere
hacerlo conmigo, soy todo suyo.
—Acepto la propuesta. —Y Rosa fue a sentarse
junto a Hugo en el mismo sillón, dándole un beso en la mejilla. Y añadió:
— ¿Estas segura de poder soportar que Mario
te la meta por el culo? Conmigo lo hizo algunas veces y te puedo asegurar que
me costó mucho dolor.
—Esta noche me han metido un dilatador que
es tan gordo como la polla de tu marido y lo he soportado, luego Hugo me
ha follado el culo de forma brutal. Creo que estoy preparada.
—Pues si es así, yo también me ofrezco para
ser sodomizada por tu marido si él lo quiere.
—Lo haré encantado. —Dijo Hugo que ya estaba
acariciando el cuerpo de Rosa, como para reconocer el terreno que su boca tenía
que recorrer.
—Quisiera hacer una pregunta indiscreta,
espero no molestar con ello. —Dijo Alba cuando estaban a punto de levantarse.
—Tú dirás… —Le respondió Rosa.
—Pues… que has dicho que Mario estaba
acostumbrado a que le tocasen otros hombres la polla, y eso me ha dejado
intrigada.
—Si Mario me lo permite os contaré algunas
cosas. —Miró a su marido, y él asintió con la cabeza. —Pues debo deciros que
cuando os contamos aquella noche lo mal que lo pasamos al principio, no os
contamos toda la verdad. Pues yo también tuve que ofrecer mi cuerpo para salir
adelante. Y no tuve tanta suerte como tú, yo lo tuve que hacer con muchos
hombres, e incluso con mujeres.
Obligados por circunstancias familiares que no
vienen a cuento. Nos casamos muy jóvenes, yo tenía solo dieciocho años y Mario
veintitrés, y casi sin medios económicos. Ambos trabajábamos en la misma
empresa, pero nuestros sueldos eran muy bajos.
Un alto directivo puso los ojos en mí y me
prometió que nuestras vidas cambiarían por completo si me acostaba con él.
Terminé por acceder, pero aquel sinvergüenza no cumplió su promesa. Al
contrario, me amenazó con contárselo todo a Mario, e incluso con despedirnos
del trabajo si no cedía a sus caprichos. Yo era muy joven y tenía muchos miedos,
sobre todo a que Mario me dejase.
Así que me fui convirtiendo en un juguete
para aquel hombre, me llevaba a fiestas donde me compartía con otros hombres. Y
éstos llevaban a otras mujeres, todas muy bellas, para que les diésemos un
espectáculo de sexo entre nosotras, y luego todo acababa en una orgia durante
la cual éramos sometidas a todo tipo de vejaciones.
Pronto supe que aquellas mujeres habían sido
engañadas de una forma u otra, y también eran chantajeadas de algún modo. En
más de una ocasión volví a tener que comerles el coño a las mismas mujeres, y
ellas a mí, y así entre nosotras surgió cierta empatía. Y al menos esta parte
de la orgia me resultaba más agradable, tal vez por eso aún me gusta seguir
haciéndolo con mujeres.
En cambio, nunca disfruté con ninguno de esos
hombres, pero teníamos que fingir orgasmos para que ellos se sintiesen
satisfechos. Al final siempre nos daban algo de dinero, la primera vez lo
rechacé, pero luego me fui tragando mi orgullo y cogía todo el que me daban.
Pero llegó un momento en que ya no podía
aguantar más el llevar esa doble vida. Debo decir que a Mario le daban siempre
algún trabajo nocturno cuando yo me tenía que ir a follar, de ese modo yo no
tenía que buscar ninguna excusa para pasar la noche fuera. Así que una mañana
de sábado, cuando llegué a casa, agotada después de toda una noche de sexo,
decidí contárselo todo, y así lo hice cuando una hora después él volvió del
trabajo. Dispuesta a irme de casa para siempre después de ello.
Entre lágrimas se lo conté todo, él montó en
cólera, me trato de puta y muchas cosas más, para al final terminar llorando
conmigo.
“Esta empresa es una maldita sexta, a mí
también me están chantajeando, vengo de pasar la noche con varios hombres, no
te imaginas lo sucio que me siento”. Me dijo.
Y me contó como otro de los socios de la
empresa se había encaprichado de su culo. Era un hombre mucho más viejo que él,
y también le prometió un futuro mejor en la empresa si se dejaba follar por él,
al final accedió. Pero las promesas fueron falsas, y las amenazas de divulgarlo
todo, reales, así que desde hacía un año se estaba viendo obligado a follar con
él y con otros tíos que el invitaba. Llegando a ser verdaderas orgías durante
las cuales era sodomizado varias veces, a la vez que se tenía que comer algunas
pollas, e incluso llegar a beber la leche que de ellas manaba.
Ahora comprendimos la jugada… Cuando yo
estaba follando con otros hombres y mujeres, Mario también lo estaba haciendo
con otros hombres. Lo tenían todo bien planeado.
A partir de aquel día no volvimos a aquella
empresa, y decidimos cambiar de país, nos fuimos a vivir a Alemania, y allí
empezamos de nuevo. Años después la multinacional le ofreció a Mario el puesto
que ahora tiene, y nos vinimos a Madrid.
Lamentablemente todo aquello dejó huella en
nuestras vidas, y nuestra vida sexual se fue enfriando cada día más. Así que
hicimos un pacto, seguiríamos juntos porque nos queríamos, pero cada cual
tendría su propia vida sexual, sin esconder nada al otro. Después de treinta
años casados, apenas hay sexo entre nosotros, pero parece que lo nuestro,
aunque atípico, sigue funcionando.
Para terminar, os pido por favor que este
sea nuestro secreto.
—Puedes estar tranquila. —Dijo Hugo.
—Afortunadamente Alba no ha tenido que acostarse con nadie para salvar nuestra
situación. Bueno, exceptuando lo de esta noche, pero esto es más bien como un
juego.
El silencio que se hizo en la habitación se
podía cortar, Rosa interrogó a su marido con la mirada, y luego a Alba… Los dos
negaron con la cabeza. No, Hugo no sabía nada de cómo empezó todo.
—Mejor será que vayamos a la cama, esto se está
poniendo muy triste, y no estamos aquí para contarnos penas. —Dijo al fin
Mario.
Alba fue la primera en caer sobre la cama,
seguida de Rosa, quien se puso sobre ella y sin más se puso a besar su boca, no
encontró ninguna resistencia a sus besos, nunca Alba había besado unos labios
tan suaves, sin el duro vello de los hombres. Aquello le gustó.
—Te voy a comer el coño. —Le dijo rosa al
oído.
—Hagamos mejor un sesenta y nueve. —Le
respondió alba, nunca he probado un coño. Y enseguida tuvo la vulva de Rosa al
alcance de su boca.
Los dos hombres permanecían de pie mirando
el espectáculo, optaron por no interrumpirlas, tal vez preferían disfrutar de
ese momento sin hombres de por medio. Una vez más Hugo miró de reojo la polla
de Mario, se la veía crecer por momentos, no lo pudo evitar, su mano derecha
agarró aquel tronco, y se puso a masturbarlo, despacio, como con miedo. Mario
no dijo nada, se limitó a extender su mano y agarrar a su vez la polla de Hugo,
está ya estaba totalmente dura. Y así, sin perder detalle de lo que hacían las
mujeres, siguieron acariciándose despacio, como sin querer darle importancia a
lo que estaban haciendo.
Alba sentía la suavidad de la cara de Rosa
entre sus piernas, no raspaba como la de los hombres, solo producía placer, y
además la experiencia de Rosa era evidente, le tuvo que pedir que parase para
no correrse todavía, y siguió por un largo rato comiendo el coño de la otra
mujer, hasta que ésta también se rindió.
Los dos hombres permanecían en pie al lado
de la cama, fueron ellas quienes se apearon para ponerse de rodillas ante
ellos. Al fin Alba volvía a tener la polla de Mario en su boca, aquello le
gustaba más que comerse un coño, no le quedaba ninguna duda de ello. Y repitió
el protocolo de comerse todo el líquido preseminal que una vez más goteaba de
aquella manguera. En cuanto a Rosa, ésta
se tragaba hasta el fondo la polla de Hugo, mientras él se contenía para no
empujar más adentro cada vez que el placer le hacía tensar sus muslos y apretar
los glúteos. Las dos hembras se miraban de reojo, parecían desafiarse, como
compitiendo por vez cual la chupaba mejor y con más ganas.
—Estoy a punto de correrme, déjalo ya, no
aguanto más. —Pero Rosa no hizo ningún caso y siguió mamando. —Ya, ya está, me
corro cariño…
La boca de rosa se llenó de semen, trago
tanto como pudo, el resto escapó de su boca para caer en la moqueta. Cuando
estuvo segura de que el hombre se había corrido totalmente, retiro su boca y
limpió con la mano la leche que había escapado de sus labios.
— ¿Te ha gustado como la chupo, Hugo?
—Me ha encantado, y además te has tragado mi
leche, y eso es muy importante para mí. —Dijo acariciándole el pelo.
Alba permanecía con la polla de Mario en la
boca, pero no se había perdido detalle de lo que había pasado a su lado, ahora
Rosa parecía mirarla con orgullo y desafiante. “¿Has visto lo que he sido capaz de hacer con tu marido, Y como he
conseguido que se corra enseguida? Ya ves, lo hago mejor que tú.” Parecía
estar diciendo con sus ojos y su sonrisa.
Entonces Alba aumentó el ritmo de sus
chupones, metiéndose la polla tan adentro como le era posible, para luego lamer
su glande y de nuevo comerse aquel enorme pene. Pronto, sin que Mario dijese
nada, su lenguaje corporal y sus gemidos, le indicaron a Alba que éste estaba a
punto de correrse.
“Esta
puta va a ver como a mí no se me cae ni una gota de leche al suelo, soy más
puta y mejor que ella en la cama, se lo demostraré”. —Quedó sorprendida
por sus propios pensamientos.
Y en el último instante se sacó la polla de
Mario de la boca quedándose solo con el glande dentro, y lo lamió con avidez.
Inmediatamente sintió como los chorros de leche pasaban por encima de su lengua,
llegando hasta su garganta, llenándole la boca. Entonces tragó, una y otra vez,
hasta que Mario se vació del todo, luego se tragó de nuevo la polla para
escurrirla por completo. Ni una sola gota de leche había escapado de sus
labios. Y volviendo la cara hacia Rosa, abrió la boca para que ésta viese bien
que no quedaba nada dentro.
—¿Te ha gustado, Mario?
—Sabes muy bien que me encanta como me comes
la polla, te lo he dicho varias veces.
Nuevas palabras que dejaron pensativo a
Hugo, tenía la impresión de que aquellos tres le ocultaban algo, pero optó por
no decir nada y seguir atando cabos.
Una
vez en pie las dos mujeres se abrazaron, y por iniciativa de Rosa volvieron a unir
sus labios.
—¿Sabes? La leche de tu marido está muy
buena, me ha encantado beberla. —Le dijo Rosa al oído.
—Lo sé, ya la había probado, pero también me
gusta la de tu marido, y el envase es más grande. —Le respondió en voz baja.
Decidieron tumbarse sobre la cama con la
esperanza de que los hombres decidieran volver a la faena para calentarse de
nuevo. Y las dos se tendieron bocarriba y con las piernas separadas, sus coños
mojados y abiertos brillaban bajo la luz de la lámpara. Los dos hombres se tendieron
de inmediato sobre ellas, y como en una coreografía bien ensayada, los dos
empezaron por besar a la hembra que le correspondía, para luego al unísono
seguir con los pechos, los gemidos de las mujeres no eran aún muy fuertes, pero
iban en aumento, y multiplicados por dos. Las bocas y las manos de los hombres
seguían bajando por aquellos cuerpos, besando sus vientres, luego los muslos,
para terminar con sus cabezas entre las piernas de aquellas hembras. Se gemidos
se convirtieron en gritos y palabras que casi no se entendían, parecían dos
gatas en celo maullando en la noche.
Era el primer coño que Hugo se comía después
del de su mujer, nunca se lo había hecho a otras mujeres, pero le estaba
encantando sentir como Rosa se contorsionaba y gritaba cada vez que él le
chupaba y le lamia el clítoris.
Mario se había comido muchos coños a lo
largo de su vida, pero este era el de Alba, no había otro mejor para él. En cuanto
a ella, una vez más estaba sintiendo ese calor que le subía hasta el pecho,
movía su pelvis arriba y abajo, de modo que una vez más Mario tenía problemas
para seguir su ritmo sin despegar la boca. Hasta que Alba haciendo un esfuerzo
por articular dijo unas palabras.
—Déjalo ya Mario, quiero estar caliente
cuando me folles por el culo, no quiero correrme ahora.
—Yo tampoco quiero correrme todavía. —Acertó
a decir Rosa.
Los dos hombres obedecieron. Y ellas se
pusieron a cuatro patas, entonces ellos se pusieron de rodillas, cada cual
detrás de su montura. Y cada una de las vergas buscó la entrada de la vagina
que tenía delante, para desaparecer dentro de ella. De nuevo los gemidos de las
dos mujeres inundaban la estancia, acompañados de las palabras que, con voz febril,
dedicaban a sus jinetes.
—Dale fuerte Hugo, sin miedo, que bien lo
haces, así, quiero sentir como tus huevos contra mi coño…
—Empuja Mario, lléname el cuerpo con tu
polla, llévame al cielo una vez más…
En cuanto a los hombres, ellos se limitaban
emitir resoplidos y pequeños gruñidos, así de forma tosca expresaban el placer
que sentían.
—Yo voy a parar ya. —Dijo Mario, quiero
probar lo otro.
—Pues entonces yo también paro.
Y las pollas salieron de sus respectivos
coños, mojadas y babeantes. Los dos culos recibieron una buena dosis de gel
lubricante, y acto seguido los dos hombres pasaron a lamer aquellos traseros,
abriéndolos con sus manos para meter sus lenguas y lamer aquel agujero
prohibido. Luego con sus dedos metieron más gel dentro de los anos de las
mujeres. Y siguiendo con la coreografía, apoyaron sus glandes para vencer la
resistencia de aquellos esfínteres anales.
Las dos mujeres estaban cogidas de la mano,
y girando sus cabezas, se miraban como para darse ánimo, a pesar del morbo, el
miedo al dolor se podía ver en sus ojos. Los dos hombres empujaron, los dos a
la vez consiguieron meter un pequeño trozo de polla. Y tuvieron que recular
ante los gritos de las dos mujeres.
—Os tenéis que relajar. —Dijo Mario
dirigiéndose a las dos hembras.
—Vamos a probar de nuevo. Dijo Hugo.
De nuevo las mujeres gritaron y maldijeron,
pero la polla de Hugo ya había conseguido su objetivo. Rosa tenía el cuerpo
rojo y sudoroso. Con la polla metida hasta el fondo, Hugo esperaba a que se
relajase, mirando de reojo como iba la cosa entre Mario y su mujer.
Mario seguía empujando despacio, los gritos
de la mujer eran desgarradores, pero no se rendía, quería tener aquella polla
dentro del culo, lo quería por Mario y por sí misma, era una cuestión de amor
propio.
Pero no esperaba que la verga de Mario le
fuese a provocar tanto dolor, puesto que era la segunda vez que se la follaban
por el culo aquella noche.
Con toda la polla de Hugo dentro, Rosa
parecía ya más recuperada.
—Te lo dije, te dije que te iba a doler
mucho, pobrecilla. —Y Rosa movió su cabeza para besarla en la cara.
—Ya la tienes toda dentro, mi vida, no sabes
lo feliz que me haces con esto. — Dijo Mario acariciándole la espalda. —¿Te
encuentras bien?
El cuerpo de Alba estaba también cubierto de
sudor, y su cara seguía desencajada por el dolor.
—Lo soportaré, me lo he prometido a mí
misma. Siento como si mi cuerpo se fuese a partir por la mitad, como un tronco
al que le han clavado una cuña. Muévete despacio, y no te preocupes si grito.
Y los dos hombres empezaron a moverse lentamente,
a la espera de que sus monturas les pidiesen otro ritmo. Rosa se metió una mano
entre las piernas para acariciarse el clítoris, y Alba le imitó.
—Ya puedes darle fuerte Hugo, ya no me
duele, dale caña, me está gustando. — Rosa sentía como las caricias en su
clítoris estaban dando buen resultado.
El culo de Alba no había terminado de
adaptarse a lo que tenía dentro, pero ella no iba a ser menos que la otra
mujer, así que incrementó el ritmo de las caricias sobre su coño hasta sentir
como el placer iba compensando el dolor.
—Empuja sin miedo Mario, ya puedes darle
fuerte, dios, como la siento dentro de mi barriga, destrózame el culo, ya sabes
que soy toda tuya, te lo has ganado. —En su calentura, alba no media sus
palabras, o tal vez lo hacía a propósito…
La otra mujer también quería alabar a su
hombre, aquello se estaba convirtiendo en una competición por expresar lo que
sentían., mientras los dos hombres parecían cabalgar el uno junto al otro,
sobre aquellas preciosas yeguas.
—Sigue así Hugo, sigue, quiero correrme con
tu polla taladrándome el culo.
—Dime una vez más que sería una buena puta,
dímelo Mario, mi amor, quiero oírlo de nuevo antes de correrme.
—Si cariño, eres la mejor puta que me he
follado nunca, serias una gran profesional del amor. —Mario hablaba en voz
baja, como si no quisiese que Hugo le oyera, pero eso era imposible. Hugo le
estaba oyendo, y no era tonto, se estaba dando cuenta de que la amistad y la
complicidad que había entre su mujer y su jefe no podía ser fruto de unas pocas
horas juntos.
Sin embargo, aquello le excitaba, aunque no
sabía entender el porqué.
Las dos mujeres no habían dejado de
masturbarse, y fue Rosa, quien, con verdaderos aullidos y movimientos bruscos
de sus caderas, anunció que se estaba corriendo. Hugo no pudo ya controlarse
cuando los temblores que provenían del cuerpo de aquella mujer llegaron hasta
su polla.
—Me corro Rosa, estoy a punto. ¿Puedo hacerlo
dentro? —Era una pregunta tonta porque la respuesta iba a llegar tarde, ya
sentía como el semen se estaba abriendo camino a través de su polla.
—Si puedes cariño, además ya estoy sintiendo
el calor de tu leche, lléname el culo, vacíate dentro de mí.
Y Hugo agarró los hombros de Rosa para
profundizar al máximo con su polla, y así terminó de eyacular. Luego se quedó
quieto, y sin sacar aun su polla acarició los pechos de su amante. A su lado la
otra pareja estaba también llegando al final de su galopada.
—Me voy a correr Alba, mi amor, estoy a
punto. —Mario no preguntó si podía correrse dentro, sabía que podía hacerlo. Otro
detalle que tampoco se le escapó a un Hugo ahora con la mente más fría.
—Yo también, yo también me voy, estoy a
punto.
—Pues toma puta, ahí va toda mi leche, te
voy a llenar la barriga. ¿La sientes dentro, notas el calor?
Los últimos empujones de Mario la
obligaron a tumbarse casi por completo en la cama, y aquellas palabras, fueron
el detonante para que el cuerpo de Alba estallara soltando toda la tensión
acumulada a lo largo de la noche. Su orgasmo fue tan fuerte que no pudo
articular palabra mientras su cuerpo se sacudía como si la estuviesen
electrocutando; para terminar sollozando, era la primera vez que tenía un orgasmo
así.
Hugo ya había sacado su polla del cuerpo de
Rosa, y esta permanecía tumbada bocabajo para que no se le saliese la leche del
culo, a pesar de ello una parte estaba ya bajando hacia su vagina.
Por fin Alba pudo volver a hablar con
normalidad y con voz alegre pidió a los hombres que les trajesen papel del
cuarto de baño. Y con un trozo de papel entre las nalgas, y una extraña forma
de caminar que las obligaba a reír, las dos mujeres se dirigieron al aseo.
Alba
se asustó cuando al lavarse el culo en el bidet voy que los dedos se le colaban
dentro del ano. Se lo dijo a Rosa que estaba a su lado.
—Es normal querida, la polla de Mario es muy
gorda, pero dentro de unas horas lo volverás a tener como antes, aunque puede
que te duela durante unos días; eso es lo que me ocurría a mí cuando él lo hacía
conmigo. —Y luego como hablando para sí mima, añadió. —Pues imagínate como
terminaba yo cuando durante toda una noche era follada por varios hombres y por
todos los agujeros. Te puedo asegurar que no es tan bonito como se ve en las
películas porno.
Alba se puso en pie y la abrazó, para besar
sus labios con un beso que expresaba amor, aquella mujer no era su rival,
aquella mujer era ahora su amiga y su cómplice, merecía mucho cariño.
Sentados en el borde de la cama los dos
hombres estaban conversando.
— ¿Te ha gustado Hugo?
—Me ha encantado, no me arrepiento para nada
de haber follado con tu mujer esta noche, es maravillosa. ¿Y tú qué opinas de
la mía?
—Es para mí la mujer más guapa con quien he
estado jamás, y es buenísima en la cama, tienes mucha suerte. Espero que no te
hayas molestado cuando la he tratado de puta, me he dejado llevar por la
calentura del momento.
—No, además parece que a ella le gusta que
se lo digas, es como si no fuese la primera vez que ocurre, bueno, esto es solo
la impresión que he tenido, no quiero decir que sea verdad.
—Creo que debe ser ella quien te aclare
cualquier duda que tengas.
En ese momento las dos mujeres salían del
cuarto de baño, habían oído toda la conversación.
Rosa le dijo en voz baja.
—Creo, Alba que hemos llegado muy lejos para
seguir ocultando toda la verdad a tu marido, por duro que sea para él deberías
contárselo todo.
—Tengo miedo de su reacción, pero no podré
vivir siempre con este peso sobre la conciencia, necesito decírselo.
Las dos se acercaron a la cama.
—Hugo tenemos que habar, vamos a sentarnos a
la mesa, será mejor. —Empezó diciendo Alba.
Una vez más estaban los cuatro desnudos en
torno a la mesa.
—¿Qué tienes que decirme?
—¿Te ha gustado lo de esta noche?
—Si mucho, lo he pasado muy bien, pero no
entiendo dónde quieres ir a parar.
— ¿No sientes celos, ni te sientes culpable
por haberme entregado a otro hombre para mejorar tu posición social y laboral?
—Tú has elegido libremente, podías haberte
negado.
—En realidad, no todo es lo que parece, no
todo empezó hoy, es por ello que a lo largo de la noche he dicho cosas que te
podían hacer sospechar que algo raro estaba ocurriendo. Intentaba que fueses tu
quien me preguntara que estaba pasando.
Todos los ojos estaban pendientes de Hugo, y
él les interrogaba a los tres con la mirada.
—Dime ya lo que sea, no aguanto esta
intriga, aunque me temo lo peor.
Y Alba se lo contó todo desde el principio, no
dejo que Hugo la interrumpiese ni una sola vez.
—Y lo de esta noche conmigo tampoco ha sido casualidad,
—dijo Rosa—, le dije a Mario que quería follar contigo y él ideó esta
estrategia, la cual ha funcionado y me ha encantado.
Hugo seguía sentado, estaba pensativo, pero
su cara no expresaba ningún sentimiento concreto. Al fin tomo la palabra.
—Voy a ser sincero, empecé a sospechar hace
tiempo que algo de esto estaba pasando, y fui atando cabos. La forma en que
Mario te miraba la primera vez que te vio… La rapidez de mis ascensos, y la
excesiva amabilidad de Mario conmigo. Luego aquel chupón que tenías entre las
piernas cuando volví de la convención, y tu forma de comportarte en la cama. Luego un día vi salir a Mario de nuestro
portal, eran demasiadas coincidencias. Y no se puede engañar por mucho tiempo a
la persona que duerme cada noche abrazada a ti, el cuerpo no sabe mentir.
— ¿Pero no me guardas rencor? —Le preguntó
Alba.
—No sé qué decirte, en estos momentos lo que
más me duele es que me hayáis usado como una marioneta, estoy un poco herido,
pero no me muero de celos. La situación me provoca mucho morbo, y me sigue
gustando la idea de compartirte, Ahora sé que puedo proponerte hacer
intercambios de parejas, y la idea me agrada.
—Te compensaré con lo que tú quieras, aunque
debo reconocer que yo también le estoy cogiendo gusto a esto de los
intercambios.
—Me gustaría saber que sientes hacia mí, yo
soy el principal culpable. —Preguntó con dificultad Mario.
—Tú eres un sinvergüenza, pero quien sabe si
yo no hubiese hecho algo parecido en tus circunstancias. Las circunstancias son
las que marcan el destino de las personas, es difícil luchar contra eso. Y no, no
te guardo rencor, es más quiero seguir compartiendo mi mujer contigo. Si como
ella dice está enamorada de los dos, no puedo robarle su felicidad, ni ese
pedazo de polla que sé que la vuelve loca, y que a mí también me atrae, no te
lo puedo negar.
— ¿Sabéis una cosa? Son las cinco de la
mañana, que os parece su tomamos una copa y terminamos de arreglar nuestras
diferencias en la cama.
Todos asintieron, y se sirvieron unas copas
de wiski. No pasaron diez minutos y ya estaban los cuatro sobre la cama.
—Podríamos hacer lo mismo nosotros también.
—Dijo Hugo envalentonado por el alcohol.
—Por mí no hay problema, yo ya tengo
experiencia. —le respondió Mario, a la vez que se tendía bocarriba al lado de
las mujeres.
Y Hugo se tendió bocabajo sobre el cuerpo de
Mario, ya tenía en su boca la misma polla que a través de su mujer, había
cambiado sus vidas…
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Gracias por leerme y dar
vuestra opinión, la cual es muy importante para mí.
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