Una hora después estaban
frente al piso de Alba. Mario saco su cartera y cogió dos billetes de
quinientos euros, se los dio con disimulo.
— ¿Qué es esto? Estaba
enfadada. —Dices que no soy una puta y ahora vas y me pagas.
—No te enfades,
escúchame. Cuando decidiste acostarte conmigo, lo hiciste por motivos
económicos, prometí ayudaros y eso es lo que estoy haciendo, no pienses que te
estoy pagando por tus servicios.
Coge el dinero y ve
mañana al banco a rebajar un poco la deuda.
Déjate de prejuicios,
tengo una opinión formada de ti y no va a cambiar. Y además os pienso seguir
ayudando, aunque decidas no volverme a ver.
—Tienes razón me había
olvidado de la realidad. Gracias Mario.
Se despidieron con un
beso furtivo, Alba subió a su casa para esperar allí a Hugo.
Si cabeza era un
hervidero lleno de preguntas y respuestas.
Pero si de algo estaba
segura era de que se sentía una mujer nueva, más fuerte, más feliz.
Puta por amor…Segunda parte.
Hugo llegó sobre las
cinco de la tarde, Alba se alegró de volverle a ver. No paró ni un momento de
contar anécdotas sobre la convención, estaba muy contento. Alba le escuchó
pacientemente, haciendo preguntas y mostrándose interesada, pero terminó por
aburrirse de oírle.
Cuando llegó la noche,
ambos estaban cansados, aunque por motivos diferentes…
A pesar de ello, Hugo le
preguntó:
— ¿Te apetece que echemos
un polvo esta noche?
—Si no estás demasiado
cansado… —Aunque posiblemente era ella quien estaba más cansada.
—Echamos uno rápido y así
dormimos mejor. —Dijo Hugo risueño.
Dicho eso, y ya estaban
desnudos sobre la cama. Tendidos el uno sobre el otro, se besaban como dos
colegiales en celo, sus lenguas entablaron una lucha digna de sus primeros tiempos
juntos, cuando sus bocas se separaban, era para pronunciar palabras
calenturientas, más bien susurros.
—No sabes cuánto te he
echado de menos, no puedo estar ni una noche sin ti.
—Y yo a ti, y yo a ti. —Su
voz era ronca y su aliento quemaba tanto como el de él.
Bajó hasta sus pechos y
una vez más los devoró, cubriéndolos de saliva, mordisqueando sus pezones, para
luego meterlos en su boca hasta donde le era posible, y mamar como si realmente
fuese a salir leche de la oscura cima de aquellos preciosos montículos blancos.
Alba no recordaba haber hecho nunca el amor tantas veces en tan pocas horas, y
una vez más una boca de hombre le arrancaba gemidos de placer, ya no recordaba
bien cuantas veces le habían comido las tetas durante el fin de semana. Notaba
cierta irritación en su piel, y temió que Hugo le preguntase porque tenía los
pechos ligeramente enrojecidos, pero no pareció darle importancia.
Cuando los besos
recorrieron su barriga, Alba ya sabía que tenía que abrirse de piernas una vez
más, y una vez más así lo hizo. Hugo se disponía a introducirle uno de sus
dedos en la vagina, cuando se detuvo.
—Tienes un moratón en la
ingle. —Dijo sorprendido.
Un montón de imágenes
pasaron de pronto por la cabeza de Alba, sin duda había sido Mario quien le
había hecho el moratón, supuso que succionó su ingle una de las veces en que le
comió el coño.
Tal vez lo había hecho a
propósito, no lo sabía, ya le preguntaría algún día.
Pero ahora tenía que
reaccionar rápidamente.
—Me hice daño ayer con la
bicicleta estática, se me escapó un pie del pedal y me golpeé la ingle con el
sillín.
La explicación no se
tenía en pie, pero Hugo pareció creerla.
—Te debió de doler mucho,
pobrecilla. ¿Ya estás bien?
—Sí, me dolió mucho,
sobre todo por la noche, casi no pude dormir, pero ya estoy bien. —Tuvo que
hacer un esfuerzo para no soltar una carcajada al darse cuenta de lo que
acababa de decir.
— ¿Quieres que lo dejemos
por si te hago daño?
—No, no te preocupes, puedes
seguir, además tengo ganas, estoy caliente.
Hugo le metió por fin el
dedo índice dentro de la vagina, estaba empapada, ardiente, saco el dedo mojado
y despacio se lo metió por el culo, metiendo a su vez el pulgar dentro del
coño. Ambos dedos se tocaban a través de la piel, Hugo los juntó y los fue
moviendo a la misma vez. Alba movía el culo arriba y abajo, como queriendo
escapar, pero la realidad era que le estaba encantando aquello, y una fantasía
se le vino a la cabeza, pero no dijo nada, estaba demasiado ocupada exhalando
el aire que, entre gemidos y suspiros, salía de su pecho.
Hugo saco los dedos de
entre las piernas de Alba, y metió allí su cabeza para comerle el coño. Una vez
más una lengua de hombre recorría aquellos repliegues, ¿Cuántas veces le habían
lamido y chupado aquel valle en los últimos días? Había perdido la cuenta. El
cuerpo de Alba volvió a tensarse, los tendones de sus muslos se clavaban en la
cara de Hugo, pero este aguantó hasta que ella le pidió que parase.
La polla de Hugo estaba a
punto de estallar cuando ella se inclinó para meterla en su boca. No pudo
evitar comparar aquella polla con la de Mario. El pene de su marido tenía un
tamaño medio, y ella nunca se había quejado de ello. Pero después de probar el
falo de Mario todo lo que había probado antes le parecía insuficiente.
Recordó los tópicos que
la gente inventaba para consolarse.
“El dinero no da la
felicidad”
“El tamaño no importa”
Ahora sabía muy bien que
el dinero ayudaba mucho a la felicidad, y que el tamaño SI importaba.
Se metió la polla en la
boca, aunque le llegaba hasta la garganta, le cabía por entero, cosa que era
imposible con la de Mario. Retiró su boca y le lamió los huevos, para luego
volver a su glande y chupar, como otras muchas veces, el líquido salado que
salía de él. Hasta que Hugo, por miedo a
correrse, le pidió que parase, y ella lo hizo, pero esta vez decidió quedarse
encima de él. Poniéndose de rodillas se fue dejando caer sobre la polla de Hugo
hasta tenerla toda dentro, e inclinándose hacia delante comenzó a cabalgar
sobre su marido.
Hugo estaba impresionado al
ver que era ella quien llevaba toda la iniciativa aquella noche, parecía una
profesional, por no decir una puta.
—Ábreme el culo con las
manos, y méteme los dedos.
Él obedeció perplejo, era
la primera vez que le pedía algo así. Metió
dos de sus dedos en la boca de Alba y esta los chupó como fuesen de caramelo. Luego
poniendo los dedos en forma de cuña, se los fue hundiendo hasta donde pudo en
aquel culo que no dejaba de moverse hacia delante y atrás.
—Así métemelos todo lo
que puedas, como me gustaría tener otra polla dentro del culo, sentirme toda
llena con dos hombres fallándome a la misma vez, creo que me voy a correr solo
con pensarlo, que gusto, sigue, mete los dedos más adentro.
Y en efecto unos
temblores, como escalofríos, recorrieron el cuerpo de Alba, estaba teniendo un
orgasmo, esta vez había sido intenso, pero silencioso. Hugo no salía de su
asombro, Alba nunca se había comportado así, nunca le había confesado esas
fantasías. Ahora era él quien estaba a punto de derretirse dentro de aquel ardiente
coño. Pero ella desmontó antes de que ocurriese.
— ¿Qué haces, porque te levantas?
—Calla.
Se inclinó sobre su polla
y se puso a chuparla con una avidez que Hugo no recordaba. Tardo muy poco en
empezar a soltar alaridos de placer.
—Ya Alba, ya, para que me
corro, ya no puedo aguantar más.
Pero ella no hizo ningún
caso, al contrario, se metió la verga más a fondo en la boca. Un Hugo que no
daba crédito a lo que estaba pasando se corría inevitablemente. Alba apretó los
labios en torno al pene para que no se escapase ni una gota de leche, tuvo que
tragar la que ya tenía en la garganta para no ahogarse. Siguió bombeando arriba
y abajo hasta que dejo de salir semen de aquel glande, termino de tragar y
levanto la cabeza para mirar a su marido. Este la mirada con los ojos muy
abiertos, incrédulo.
— ¿Y la leche, te la has
tragado? Haces cosas muy raras esta noche.
— ¿No te ha gustado?
—No he dicho eso, es solo
que no te reconozco, me has pedido cosas que nunca me habías pedido antes, y
luego vas y me dejas que me corra en tu boca, por no hablar de las fantasías
que tienes, no pareces la misma que dejé aquí el viernes.
—Vamos a acostarnos, y
seguimos hablando si quieres.
—Me parece bien, hace
frio para estar así destapados.
Metidos bajo el edredón,
Alba se acurruco contra la espalda de Hugo, y así abrazada a él, se dispuso a
contar otra mentira para justificar su nuevo comportamiento en la cama.
—El sábado por la noche,
como ya te he dicho, tuve problemas para conciliar el sueño. Por lo que estuve
viendo la tele hasta muy tarde, y haciendo zapping encontré una película porno.
Pensé en no verla, no quería coger un calentón estando aquí sola. —Su voz era suave y dulce, Hugo sentía el
calor de su aliento en la oreja.
—Pero la viste...
—Digamos que empecé a
verla y me quedé enganchada.
— ¿Y de que iba?
—Buenos ya sabes, todas
las películas porno se parecen bastante, pero esta me empezó a gustar por su
calidad de imagen y la belleza de los actores. Eran dos hombres y una mujer,
una rubia muy guapa.
Empezó por comerles la
polla por turnos, luego ellos le comían el coño, hasta que empezaron a follarla
también por turnos. Pero la parte que me engancho totalmente fue cundo le
hicieron una doble penetración; ella parecía volverse loca mientras la follaban
los dos tíos a la misma vez, y además lo hacían de una forma salvaje.
Dejé volar mi imaginación
pensando que aquella mujer era yo; poseída a la misma vez por dos hombres que
me deseaban con locura, a los que yo me entregaba sin reservas ni pudor.
—Me hubiese encantado ver
la peli contigo. — Interrumpió Hugo.
—Me hubieses sido de gran
ayuda porque cogí un calentón tremendo, más aún cuando uno de ellos se corrió
en su boca y ella se tragó la leche, mientras el otro se corría sobre su cara;
y ella con el rostro blanqueando, y hasta un ojo cubierto de semen, les sonreía.
Después de aquello me
tuve que hacer una paja, hasta que me corrí a pesar del dolor que tenía en la
ingle. Y esta noche he querido recrear, hasta donde me era posible, aquella
fantasía contigo.
—Creo que tenías que
haber visto esa película hace mucho tiempo, me ha encantado tu comportamiento esta
noche en la cama.
— ¿No te importa que me
apetezca follar con dos hombres a la vez?
— ¿Pero serías capaz de
hacerlo de verdad?
—No lo sé, creo que dependería
mucho de lo que tu opines de ello.
—Se me está poniendo dura
de nuevo después de todo lo que me has contado, pero mejor vamos a dormir, es
muy tarde y estoy muy cansado. —Era una forma de evadirse sin dar una respuesta
a la pregunta indirecta de Alba.
—Hasta mañana, te quiero.
— Alba le beso la espalda para luego girarse hacia el otro lado de la cama.
—Y yo a ti, cariño.
—Hasta mañana.
Pasaron los días, Hugo
pasaba todo el día en la empresa, trabajaba por la mañana y por la tarde iba a
un curso de formación para adquirir más conocimientos de cara a su futuro
ascenso.
En cuanto a Alba, muy
pronto iba a empezar a ejercer como maestra, en breve se lo confirmarían.
En muy poco tiempo sus
vidas estaban cambiando de forma radical.
Sonó el móvil, Alba estaba
sola en casa.
—Hola Mario, dime.
—Nada, es solo que han
pasado tres semanas desde que estuvimos juntos, y ni tan siquiera hemos vuelto
a hablar.
—Es verdad, el tiempo
pasa muy deprisa, pero no me he olvidado de ti.
—Como veras he cumplido
la segunda parte de mi promesa, tu marido está a punto de volver a ascender.
—No me cabe duda, eres un
hombre de palabra.
—La verdad es que me
encantaría volver verte, te echo mucho de menos.
—Y yo vuelvo a estar en
deuda contigo. ¿Verdad? —Dijo riendo.
—Temía que lo interpretases
así, me ofende, por eso no me atreví a llamarte antes. No tienes que
compensarme por nada, eres libre de decidir lo que quieres hacer, ello no
afectará para nada a vuestro futuro.
—Hablaba en broma, a mí
también me apetece volver a verte, aunque solo fuese para hablar contigo. Pasa
por mi casa alguna tarde, mientras Hugo esté aún con lo del cursillo.
—Gracias Alba, tus
palabras son como cantos de sirena para mis oídos, mañana mismo iré a verte.
—He recordado algo que
quería pregúntate. Se trata de que después de que estuviésemos junto, Hugo me
descubrió un moratón en la ingle, tuve que improvisar una explicación. ¿Tú no
sabrás nada de cómo me lo hice, supongo? —Su voz risueña expresa cierta
picardía.
—Es posible que te lo
hiciese yo, pero te puedo asegurar que no fue a propósito, tal vez en algún
momento de locura chupé demasiado fuerte, pero yo no recuerdo que lo tuvieses
cuando te vi desnuda por última vez.
—Bueno, ya no importa,
hasta mañana, un beso.
—Hasta mañana mi amor,
cuanto te deseo, besos.
Apenas finalizó la
llamada, y Alba se sorprendió contando las horas que faltaban, y pensando en
cómo iba a recibir a Mario al día siguiente. Dudaba entre esperarlo vestida
normalmente, o bien hacerlo con una bata de seda, incluso podría ir sin nada
debajo. Aún le quedaba mucho tiempo para decidirse.
Eran las tres de la tarde
cuando sonó el timbre, el corazón de Alba dio un salto dentro de su pecho, el
videoportero le confirmó que era Mario. No lo esperaba tan temprano, acababa de
salir de la ducha y apenas había tenido tiempo para secarse el pelo. Estaba
desnuda bajo el albornoz rosa, Mario ya estaba subiendo así que tendría que
recibirlo tal como iba vestida.
—Hola Mario, pasa. —Y
cerró rápidamente la puerta.
—Hola Alba, cuantas ganas
tenia de volverte a ver. —Y sus brazos se abrieron para estrechar aquel cuerpo que
tanto deseaba. Los brazos de Alba rodearon el cuello de Mario, y se fundieron
en un beso que les dejo sin aliento. Después de aquello estuvieron unos
momentos en silencio, hasta que sus corazones volvieron a recuperar el ritmo
normal.
—No te esperaba tan
temprano, acabo de salir de la ducha.
— ¿A qué hora vuelve tu
marido? Se me olvidó de preguntártelo ayer, aunque creo que el curso suele
terminar sobre las seis de la tarde.
—Llega sobre las siete de
la tarde, pero será mejor prevenir y no apurar demasiado el tiempo.
—Te he traído algo. —
Saco de su chaqueta un frasco de perfume, Alba reconoció la marca, era un
perfume muy caro.
—Gracias, me encanta como
huele, me pondré un poco. —No le había dado tiempo a perfumarse.
Mario la interrogo con la
mirada, como preguntándole donde lo iban a hacer, estaba en corral ajeno, hoy
no mandaba él.
—Vamos. —Le cogió la mano
y él la siguió dócilmente hasta el dormitorio.
Mario supuso que era la primera vez que otro
hombre ponía los pies en aquella habitación, estaba profanando aquel santuario,
y estaba a punto de hacer el amor en la propia cama de Hugo. Por un momento se
sintió mal. --Debí alquilar una habitación en algún hotel--, pensó. --Hubiese sido mejor quedar en campo neutral.
Absorto en sus
pensamientos, casi no se había dado cuenta de que Alba le estaba bajando la
cremallera de la bragueta, y su mano diminuta estaba explorando el interior de
sus calzoncillos, al sacar la mano, la verga de Mario salió con ella. Aun no
estaba del todo erecta, pero Alba ya no podía apartar la mirada. Sin dudarlo se
puso de rodillas ante él, y se la metió toda dentro de la boca, pero por poco
tiempo, aquello iba creciendo y ella tenía que ceder cada vez más terreno,
hasta que solo pudo tener la mitad de aquella polla en su boca. Mario
acariciaba su cabeza en señal de agradecimiento, hasta que le pidió que parase
para pasar a desnudarse.
Desnudo se acercó a ella
y le soltó la correa del albornoz, el blanco cuerpo de Alba apareció desnudo
ante sus ojos, tuvo que parpadear ante tanta belleza, aunque no era la primera
vez que la veía desnuda no se cansaba de admirar aquel cuerpo que solo podía
estar hecho para dar y recibir amor.
—Vaya, estas desnuda.
—Dijo tragando saliva para aclarar su voz.
—Sí, no me dio tiempo a
vestirme después de bañarme.
—Tiéndete sobre la cama
por favor, dios, cuanto te deseo, nunca he deseado una mujer de este modo.
— ¿Ni tan siquiera a la
tuya? — interrogó simulando sorpresa.
—Ni mi mujer cuando era
joven me atraía tanto como lo haces tú ahora.
Alba estaba ya tendida
bocarriba, había replegado las rodillas y separado ligeramente los muslos, su
coño que dejaba entrever sus labios menores, parecía una flor a medio abrir.
—Ven aquí, te estoy esperando.
—Su voz era tan dulce, tan sensual...
Mario se tendió a su lado
le cubrió su cara de besos, con ello quería expresar todo su amor. Luego sus
bocas se volvieron a buscar para devorarse mutuamente, Mario fue alternando los
besos con caricias para los pechos de Alba, acallando por momentos sus gemidos
con su boca, para volver a chupar aquellos pezones duros como balas, y luego
seguir lamiendo y besando todo lo que se ponía al alcance de su boca.
—Ponte bocabajo. —Ella
obedeció en silencio.
De ese modo, una vez más,
Mario acarició y besó cada centímetro de piel de aquella espalda, solo
interrumpida por algún lunar aquí y allá, cual islas en un mar de belleza.
Cuando llegó a su culo sus manos masajearon aquellas colinas como si fuesen de
arcilla, como un artista dando forma a su obra, e igual hizo con los muslos;
hasta que su lengua se perdió dentro del valle que separaba aquellos montes.
Abriéndole el culo le lamió el ano una y otra vez, para terminar, metiendo uno
de sus dedos dentro. Alba dio un respingo al sentir el dedo en su esfínter,
pero inmediatamente se relajó dejándolo entrar sin oponer resistencia, solo un
pequeño quejido escapo de su boca.
— Te gusta mi culo
¿Verdad? —Pregunto sonriente.
—Me encantaría metértela
por aquí algún día. —Dijo metiendo su dedo aún más adentro.
—Puede que algún día lo
intentemos si seguimos viéndonos.
—Tal vez si pasásemos
otra noche juntos…Habría más tiempo para todo.
—Tal vez. Últimamente
tengo unas fantasías muy raras, luego te hablaré de ellas; Ahora no es momento
para charla.
Mario le saco el dedo del
culo para que ella se diese la vuelta. Ahora su boca fue directamente a buscar
el ardiente coño de Alba. Esta se había abierto de piernas tanto como le era
posible, su vulva no dejaba nada para la imaginación, incluso se podía ver el
flujo que salía de su vagina para seguir corriendo por su culo hasta mojar la
sabana. La lengua de Mario se encargó de limpiarlo cada vez que subía desde su
ano hasta su clítoris. Una vez más Alba se contorsionaba como una anguila,
levando su pelvis cada vez que Mario insistía sobre su punto más sensible,
teniendo problemas para seguir sus movimientos sin despegar su boca.
—Déjalo ya, estoy a punto
de correrme. Sus palabras entre dientes y mezcladas con suspiros fueron casi
ininteligibles.
Mario se separó, y de
rodillas entre sus piernas su masturbo ligeramente para poner su polla bien
dura antes de meterla. Esta vez Alba no hizo ni amago de chupársela antes de
tenerla dentro, aún no estaba repuesta de la comida que le había hecho Mario,
seguía respirando fuerte y su pecho se hinchaba de forma exagerada provocando
con ello un seísmo en sus dos bellas colinas.
De su boca, un suspiro que parecía
interminable se escapó durante todo el tiempo en que Mario estuvo empujando
para meterle su enorme polla. Una vez más se sentía llena de hombre, una vez
más la verga de Mario la transportaba a una nueva dimensión, si realmente existía
el cielo, no lo podía concebir sin aquello.
En cuanto a Mario, este
besaba su boca una y otra vez mientras empujaba con todas sus fuerzas, no
quería dejar ni un centímetro de su polla fuera de aquella mujer que tanto
significaba ahora para él. Y así, aquel baile acompasado, en el que ambos
luchaban por formar parte de un mismo cuerpo, fue llegando a su fin.
—Me corro alba, no
aguanto más.
—Aguanta un poco estoy a
punto.
Las sacudidas de su
pelvis indicaron a Mario que ya podía vaciarse dentro de ella, aunque no
hubiese podido aguantar mucho más. Un rio de semen llenó la vagina de Alba.
—Desde que estuvimos
juntos no he vuelto a hacer el amor con nadie más. —Dijo él, cuando al fin se
relajó.
—Te creo porque he
sentido los chorros de leche dentro de mí, han sido muchos y fuertes, siento mucho
calor dentro.
El cuerpo de Mario, ahora
pesado como el de un animal muerto, permaneció unos momentos más sobre el de
Alba, sus pechos aún juntos luchaban por recobrar el aliento.
Cuando separaron sus
cuerpos, Mario pudo ver como un torrente blanco salía de la vagina de Alba,
realmente se había corrido de forma bestial. Ella, juntando las piernas y con
los muslos chorreando de leche, se dirigió al baño, y el la siguió.
Se apresuraron en vestirse,
y Alba cambió las sabanas de la cama, no quedaba mucho tiempo, pronto Hugo
volvería a casa.
Sentados en la cocina
tomaban y café, el lugar no era muy romántico, a pesar de ello Mario le
preguntó por aquella fantasía que Alba había mencionado.
—En estos momentos no
estoy tan caliente como cuando te dije eso, ahora me da un poco de corte hablar
de ello, pero te lo voy a intentar explicar. Ocurrió cuando Hugo volvió de
Sevilla, aquella noche follamos para celebrar su regreso, pero yo no podía
evitar pensar en ti. La verdad es que deseaba estar con los dos a la vez. —Y
alba le relató todo lo ocurrido aquella noche, y como se inventó una historia
para justificar el calentón que tenía.
—Eres una caja de
sorpresas. —Dijo Mario riéndose.
—La verdad es que me
gustaría… —Alba enrojeció y tragó saliva antes de seguir. —Me gustaría poder
estar con los dos a la vez, y entre otras cosas, me encantaría que tú me la
metieses por el coño, mientras Hugo lo haría por el culo, o también al revés si
es posible. No puedo quitarme esa idea de la cabeza, os deseo a los dos, tal
vez también os quiero a los dos, ¿Quién sabe?
— ¿Crees que Hugo
accedería que a que follases con otro hombre?
—He intentado abordar el
tema con él, pero cambia enseguida de conversación, se muestra esquivo, es un
tema delicado, y no suele ser habitual que sea la mujer quien pida ese tipo de
cosas.
—A mí no me importa
compartirte, es más, tengo que asumirlo, pero en su caso entiendo que es
diferente. Pienso que te mereces realizar lo que desees, y te debo eso y mucho
más.
— ¿Se te ocurre algo?
—Puedo hacer de nuevo el
papel de malo, y tentarlo con una oferta que tal vez no pueda rechazar, aunque
no sé cómo reaccionará, pero estoy dispuesto a arriesgarme por ti. A estas alturas ya debes saber que te quiero,
y quiero ver cumplidos todos tus deseos. —Y un beso vino a confirmar sus
palabras, pero ya era muy tarde, debía irse.
Apenas se fue, llegó
Hugo, había vuelto un poco antes de lo habitual. --Por poco nos pilla
juntos-- pensó Alba al verlo entrar.
—Me ha parecido ver a mi
jefe Mario salir de este portal, pero no creo que fuese él. ¿Qué iba a hacer
por aquí?
—Eso digo yo, debía ser
alguien que se le parece. —Alba se volvió de espaldas y se dirigió al baño,
allí esperó a que se le bajase el rubor de la cara.
Y siguieron pasando los
días…
Todo iba viento en popa,
Hugo había ascendido de nuevo y Alba impartía clases en un colegio, por fin se
habían acabado los apuros económicos.
A pesar de ello, Alba
notaba algo extraño en el comportamiento de Hugo, parecía querer decirle algo,
pero no se atrevía a ello. Ella recordaba lo que le había dicho Mario y temía
que el tema fuese por ahí. Tal vez le había hecho ya “la oferta”.
Llamó a Mario para salir
de dudas.
—Hola Alba, ¿Dime cariño?
—Hola Mario, es sobre lo
que hablemos, ¿Le has dicho algo a Hugo? Lo noto extraño últimamente.
—Sí, estuve hablando con
él hace unos días. Le ofrecí la posibilidad de ocupar mi puesto cuando yo me
prejubile dentro de unos años, le encantó la idea. Pero cuando le dije que para
ello debía acceder a que me acostase contigo, montó en cólera y se fue dando un
portazo. Dos días después volvió a mi despacho; me hablo de la fantasía que tú
tienes de hacer el amor con dos hombres a la vez, y que tal vez de ese modo
podría ver cumplido mi deseo. Pero también me dijo que no te iba a decir nada,
teníamos que idear un plan, y él dejaría que ocurriese si tú no te oponías.
—Vaya con Hugo, al final
le ha podido la codicia, menudo cabrón. —rio—¿Tienes algo planeado?
—Es sencillo, si estas
dispuesta para este sábado, podemos salir a cenar, iremos al mismo sitio donde
estuvimos tú y yo, y luego ya veremos que ocurre, espero que todo salga bien. Y
como se supone que tú no sabes lo que te tenemos preparado, no verías normal
que yo fuese a cenar solo con vosotros. Tal vez venga mi mujer conmigo, pero no
hay problema, ella tiene otros planes para después de la cena.
Alba sacó la cuenta de
cabeza, aun le faltaba mucho para la próxima regla, no había problema en ese
sentido. Le sorprendió que viniese Rosa. ¿Estaría al corriente de todo? Qué
extraña pareja.
—En ese caso encárgate de
concretar el tema con Hugo, se supone que yo no sé nada.
—Ya me encargo, besos mi
amor, te quiero.
—y yo a ti, un beso.
Aquella misma noche Hugo
le dio la noticia.
—El próximo sábado
cenamos fuera, me ha invitado mi jefe.
—Me parece bien. ¿Y dónde
vamos a cenar?
—No lo sé, dice que es
una sorpresa.
Desde que Hugo volvió de
Sevilla no habían vuelto a follar del modo en que lo hicieron aquella noche,
Alba esperaba frustrada a que él tomase la iniciativa para volver a sentir el
morbo que le provocaban aquellas fantasías. Pero Hugo parecía estar siempre
estresado por sus nuevas responsabilidades, e iba perdiendo interés por el
sexo. Sin embargo, aquella noche ocurrió algo diferente.
Habían terminado de hacer
el amor, había sido un polvo rutinario como casi todos los que echaban
últimamente, Alba se sentía decepcionada, ni tan siquiera había llegado al
orgasmo, se había tenido que masturbar en el baño para relajar la tensión que
sentía en su vientre.
Ahora estaban en la cama,
se daban la espalada intentando conciliar el sueño, cada cual sumido en sus
pensamientos.
—Alba…
—Dime.
—No me has vuelto a
hablar de aquellas fantasías que decías tener. ¿Ya no las tienes?
— ¿Por qué lo preguntas?
—Por curiosidad. ¿Aun
fantaseas con follar con dos hombres a la misma vez?
—Es un tema del que no me
gusta hablar así en frio, me da algo de vergüenza; a veces las sigo teniendo.
—Si se presentase la
ocasión… ¿Lo harías realidad?
—Solo si tú lo deseas
también, ya te dije que la decisión dependía sobre todo de ti.
—Pues, por mi parte estoy
dispuesto a ello, aunque no sé hasta qué punto estoy preparado, y no lo puedo
saber hasta que suceda.
—¿A qué se debe esa
decisión? No me lo esperaba. —Alba reía interiormente.
—Últimamente te estoy
prestando muy poca atención debido al trabajo, de algún modo quiero
compensarte, si tú lo quieres. —Mintió.
— ¿Y qué pensaras de mi
después, no me veras como una puta?
—Te quiero demasiado para
pensar mal de ti.
— ¿Y cuándo ocurrirá el
evento? —Preguntó riendo.
—No lo sé aún, pero
quiero que sea pronto. Déjalo todo en mis manos, será una sorpresa. —Volvió
mentir.
Para Alba no existía tal
sorpresa, pero se dio la vuelta abrazándolo con fuerza, por fin iba a tener
dentro, y a la misma vez a los dos hombres que más quería y deseaba. --Espero
que todo salga bien--, pensó, y se encomendó al dios Eros.
A la hora acordada el
coche de Mario estaba esperando en la calle, en la parte delantera iban él y su
esposa, por lo que Hugo y la suya se montaron en la parte de atrás. Tras los
saludos de rigor el coche arrancó perdiéndose entre el tráfico.
— ¿Dónde vamos? —Preguntó
Hugo.
—A un sitio precioso, os
gustará, estoy seguro, es un lugar muy tranquilo. —Dijo Mario.
Media hora después
franqueaban la verja de entrada y paraban frente al palacete convertido en
hotel.
Hugo quedó admirado al
ver aquel edificio por fuera y luego por dentro. Alba fingió no conocer el
hotel, y simulaba estar tan sorprendida como su marido. Se dirigieron al
comedor, allí tenían una mesa reservada.
De nuevo Alba vio el
mismo panorama que la vez anterior, mujeres bellas con hombres generalmente
mayores que ellas, pero muy bien vestidos.
Gracias al vino que
acompañaba la comida, la tensión se fue relajando y la conversación empezó a
girar, como es habitual, en torno al trabajo y temas relacionados con el dinero
y los mercados. Las mujeres hablaron también sobre el trabajo de Alba y sobre
la situación de la enseñanza en España. Nadie parecía recordar el verdadero
motivo por el que estaban allí aquella noche. Llegaron los postres, luego el
café… La cena tocaba a su fin.
Una pareja se acercó a la
mesa, eran un hombre de la edad de Mario y una chica que no tendría más de
veinte y cinco años.
—Buenas noches. —Dijo él.
Rosa se puso en pie y
beso a aquel hombre y a su acompañante, Mario también le estrechó la mano. Son
unos amigos explicó Rosa, espero que me disculpéis, pero debo irme con ellos,
tenemos unos asuntos pendientes, nos veremos a ver más tarde. Y sin más, ante
la mirada atónita de Alba y Hugo, desaparecieron por las escaleras.
—Os debo una explicación.
—Dijo Mario al ver sus caras— A mi mujer le gusta estar con otras mujeres,
digamos que es bisexual; y al hombre que las acompaña le gusta mirar mientras
lo hacen, luego supongo que él también se incorporara al juego, vamos, que se
trata de un trio, pero con dos mujeres y un hombre.
— ¿Y a ti no te importa?
—Le preguntó Hugo.
—No. Es más, me complace
que Rosa tenga vida sexual y sea feliz así, entre nosotros al pasión murió hace
tiempo, pero la sigo queriendo y deseo lo mejor para ella. Y ella quiere lo
mismo para mí; luego juntos nos contamos nuestras aventuras, y luego hacemos el amor.
—Pocas parejas son
capaces de llevar una vida así y además ser felices, os felicito por ello.
—Apuntó Alba— ¿En cuanto a nosotros supongo que nos iremos a casa?
—No es esa la idea, —Dijo
Hugo con cierta dificultad para articular, estaba nervioso.
Alba estaba esperando las
explicaciones de su marido, le daba un poco de pena ver que no sabía por dónde
empezar, y ella que lo sabía todo no podía ayudarle. Y además tenía que fingir,
al menos por ahora.
— ¿Recuerdas lo que te
dije la otra noche sobre tus fantasías? Pues si tú lo quieres, ha llegado el
momento.
—No me lo esperaba.
—Mintió simulando nerviosismo. — ¿Pero quieres que lo hagamos con tu jefe? No
sé, me causa cierto respeto…
Mario tomó la palabra. —
He sido yo quien ha chantajeado a tu marido para llegar a esto. Le hice una
oferta que no pudo rechazar, le ofrecí mi puesto en la empresa. Le dije que
estaba loco por ti, que me moría por hacer el amor contigo, pero me costó mucho
que cediese. También pensé en la posibilidad de hacer un intercambio de parejas
con mi mujer, aunque no sé si a Hugo le gusta ella al ser mayor que él. Pero
cuando me habló de una fantasía que querías realizar, me pareció perfecto. Y
ahora el resto despende de lo que tu decidas.
—Llegados a este punto no
me voy a andar con falsos pudores, y si Hugo sigue dispuesto, soy toda vuestra.
Dijo sonriendo a los dos.
—Sí, lo estoy, dijo Hugo
mirándola a los ojos.
Al llegar a la suite Hugo
volvió a quedar boquiabierto, y ella volvió a simular sorpresa.
—Voy un momento al baño.
Dijo Alba. — Os dejo un momento solos para que os organicéis. — Dijo riendo.
los dos hombres se
quedaron hablando entre ellos, quedaron en ir improvisando según lo que ella
les fuese pidiendo.
Alba salió del cuarto de
baño y se acercó a ellos, sin mediar palabra, se pusieron a desnudarla. Muy
pronto estuvo en ropa interior, la misma que llevaba la vez anterior, las
partes más oscuras de su cuerpo se veían perfectamente a través de la tela. Mario
se había situado frente a ella y Hugo estaba detrás, los dos al unísono iban
bajando por su cuerpo, besando cada palmo de su piel a la vez que le quitaban
la ropa interior. Cuando ya estaba totalmente desnuda le dijeron que esperase
en la bañera.
Como una sirena, se sumergió, dejando solo al descubierto su
cabeza con el moño que se había hecho en el pelo para no mojárselo. Su largo
cuello, ahora al descubierto, pedía a gritos que unos labios lo besasen.
Rápidamente, los dos hombres se desnudaron y se metieron a la vez en el agua,
Alba vio por primera vez los dos penes uno junto al otro, tendría mucho cuidado
de no hacer ningún comentario, no quería herir a Hugo.
De nuevo la botella de
champan estaba allí, Mario lleno las tres copas, brindaron y las bebieron de un
trago.
Alba estaba sentada en el
fondo del yacusi, los hombres se sentaron cada uno a un lado, y ambos empezaron
a recorrer su cuerpo con sus manos, a la vez que besaban su cara y boca por
turnos. Las manos de los hombres se tocaron entre las piernas de Alba, buscaban
su coño, fue Hugo quien cedió el paso a su jefe, y opto por subir hasta los
pechos que estaban libres y fuera del agua. Los gemidos de Alba iban en
aumento, intentaba ahogar sus gritos con la mano, nunca había estado con dos
hombres a la vez, al placer se unía el morbo que le provocaba aquella
situación.
—Puedes gritar si lo
necesitas, no te preocupes, no se oye nada fuera de la habitación. —Le dijo
Mario al ver que ella intentaba reprimir sus instintos.
—Gracias Mario, no suelo
ser tan ruidosa, pero es la primera vez que vivo esta situación. Nunca me había
sentido deseada por dos
hombres, solo pensarlo me vuelve loca.
—Menuda fiera tenía yo en
casa, y yo sin saberlo, parecía una mosquita muerta. —Hugo reía, parecía estar
pasándolo bien. —Creo que estaríamos más
cómodos en la cama. —Añadió.
Aprobaron la idea, y tras
secarse se dirigieron hacia la enorme cama. Pero Alba les pidió que
permaneciesen de pie el uno junto al otro, y así se puso de rodillas ante
ellos.
—Os la voy a chupar a los
dos, ¿Os parece bien? —Los dos hombres otorgaron con su silencio.
Las dos pollas estaban
tan solo sami erectas, la boca de Alba iba alternando de una a otra, de forma
instintiva iba comparando el tamaño de ambas, hasta que las dos estuvieron
igual de duras. La polla de Mario destacaba al lado de la de su marido, pero
sin llegar a ser el doble de grande, la mente Alba la había magnificado en
exceso en ocasiones anteriores. La diferencia de tamaño no pasó desapercibida
para Hugo.
—Vaya pedazo de polla que
tienes, que envidia me das.
—Dicen de las pollas, que
cuanto más grandes, más torpes son. Y cuesta más que se ponga dura. No todo son
ventajas.
—Bueno, me consolaré con
eso. —Dijo Hugo riendo.
—Os estoy esperando.
—Alba estaba ya tendida en el centro de la cama.
—Vaya, se me había
olvidado una cosa. —Mario descolgó el teléfono y habló en voz baja con el
servicio de habitaciones. Un minuto después estaban tocando a la puerta.
—Servicio de
habitaciones…
—Adelante. —Dijo Mario.
Los tres estaban desnudos
sobre la cama, cuando aquel camarero, sin inmutarse para nada, dejo una pequeña
bolsa sobre la mesa de la entrada. Mario se levantó y fue a recogerla. La vació
sobre la mesilla de noche, era un dilatador anal y un gel lubricante de sabor
fresa. Le pidió a Alba que se pusiese a cuatro patas, y cogiendo el frasco de
gel le vació una buena cantidad sobre el culo, esparciéndolo luego con la mano
hasta llegar dentro de la raja que separaba aquellos blancos glúteos.
— ¿Quieres comértelo tú?
—Preguntó a Hugo.
Este asintió con la
cabeza, y poniéndose a cuatro patas tras de ella, lamio todo el culo de su
mujer, hasta dejarlo totalmente limpio de gel.
—Esta delicioso. —Dijo al
levantar la cabeza.
—Mira Hugo, le vamos a
meter el dilatador en el culo, y se lo dejaremos puesto, de ese modo el ano se
irá dilatando por sí mismo.
— ¿No se le saldrá?
—No, a menos que ella
empuje a propósito, mira, tiene forma de punta de lanza y un tope al final para
que no se cuele por entero. —Y mostró el plug a Hugo.
Alba sonreía mientras
escuchaba a los dos hombres trazando planes sobre su culo como si ella no
estuviese allí. Hasta que decidió intervenir.
—Supongo que yo también
puedo opinar. ¿Eso me va doler Mucho?
—Discúlpanos, es que
estábamos muy concentrados. —Rió su marido.
—Puede que te duela un
poco mientras entra, pero luego, una vez dentro, creo que no te dolerá. —Mario
le enseñó el juguete para que ella viese la forma que tenía, a Alba le recordó
un huevo de gallina, aunque más puntiagudo.
Fue Hugo el encargado de
meter el consolador dentro de su esposa. Para empezar, lo embadurnó bien de
crema, y apoyando la punta del objeto en el mismo centro del ano, empujo hasta
que ella gritó de dolor. Mientras tanto,
Mario le acariciaba la espalda a la vez que le decía palabras cariñosas al
oído, palabras cargadas de complicidad que Hugo no podía, ni debía oír.
—Aguanta cariño, si lo
haces tal vez pueda yo también metértela por el culo, sabes que lo deseo.
—Lo sé, lo sé, y por eso
estoy aguantando. —Respondió entre dientes.
Mientras ellos seguían
hablando en voz baja, Hugo tuvo que repetir la operación varias veces hasta que
por fin venció la resistencia del esfínter y todo el cono quedó dentro de aquel
bello culo.
Alba había aguantado
valientemente, su cuerpo estaba cubierto de sudor, y su cara estaba roja.
— ¿Cómo te encuentras?
—Le pregunto su marido.
—Ya estoy bien, pero
tendréis que esforzaros para volver a ponerme caliente. —respondió sin rodeos.
—Nos emplearemos a fondo,
te vamos a poner a cien. ¿Verdad Hugo?
—Pues adelante, confío en
vosotros. —Y se puso boca arriba ofreciéndoles todo su cuerpo.
Sin mediar palabra, los
dos hombres se repartieron el campo de batalla. Sin moverse del sitio, Hugo
hundió su cabeza entre los muslos de Alba, mientras Mario se hacía cargo de la
parte superior.
Alba sintió muy pronto
como su cuerpo empezaba a responder a las caricias de los dos hombres. El morbo
que sentía al pensar en lo que le esperaba, ayudaba en gran medida a ello. Era
la primera vez que le comían el coño y las tetas a la misma vez, su cerebro
parecía no saber cómo interpretar tantas sensaciones juntas, Alba arqueaba su
cuerpo levantando el culo de la cama, para dejarlo caer de nuevo, aquello era
demasiado fuerte, estaba a punto de tener un orgasmo de un momento a otro.
Haciendo un tremendo esfuerzo les pidió que parasen, ya estaba bastante
caliente, muy caliente en realidad. Sin más preámbulos, ordenó a Mario que se
tendiese bocarriba.
Su mano agarró la polla
de Mario y la masturbó durante unos instantes, acto seguido se puso de rodillas
sobre él y guio aquel miembro hacia la entrada de su vagina, dejándose caer sobre
él, Mario soltó un quejido cuando su prepucio bajo de forma violenta. Ella
enderezo su cuerpo para sentir toda aquella polla dentro, para luego inclinarse
sobre el torso de Mario y besar sus labios en señal de agradecimiento.
Permaneciendo en esa
postura, se dirigió a Hugo.
—Vamos, ahora te toca ti,
sácame ya ese chisme.
Se inclinó sobre el culo
de su mujer y le sacó el consolador, su ano quedó ligeramente abierto, lo
volvió a meter otras dos veces, y vio que ella ya no se quejaba, así que lo
tiró al pie de la cama. De rodillas, sacudió su polla varias veces para
endurecerla, mientras sus ojos estaban distraídos mirando como la de Mario se
ajustaba al coño de su mujer, podía ver también sus huevos y el grosor del
tronco que quedaba fuera de la vagina.
Por un instante sintió algo
de rabia y celos. --Sera puta, como se ha metido esa enorme polla de un
solo golpe, parecía estar loca por hacerlo --pensó.
Sin embargo, el morbo que
le provocaba la situación contribuyó a reforzar su erección. Apuntando al
esfínter, fue empujando, su pene fue entrando sin esfuerzo, a la vez que sentía
la presión del de Mario desde el otro lado. El gemido que fue saliendo de la
garganta de Alba era más bien un grito de triunfo. Por fin los tenía a los dos
dentro, la tenían ensartada, y ella se sentía llena, tan llena, una ola de
felicidad inundó su pecho. Mientras tanto, los dos hombres se estaban
acomodando para que sus pollas entrasen al máximo.
Alba abrazaba a Mario,
sus bocas se besaban, y sus ojos compartían miradas de complicidad que Hugo no
podía ver desde su posición. Ella quería tener toda la polla de Mario dentro,
pero eso era imposible al estar inclinada hacia delante, sin embargo, la de
Hugo si entraba por completo. Los dos hombres empezaron a moverse dentro de
ella. Alba estaba
disfrutando con aquello, no paraba de moverse, buscando siempre la postura que
más placer le producía. Los tres estaban viviendo momentos inolvidables, las
dos pollas se rozaban entre sí a través del fino tabique de Alba. Y ella las
sentía como una sola, una sola polla enorme que la llenaba por completo. Una
corriente eléctrica subía hasta su pecho cada vez que ellos se movían, y su
mente se nublaba, gemía y gritaba a la mima vez. Solo algunas de sus palabras sonaban
con claridad.
—Que gusto,
seguid así, quiero que me destrocéis el culo y el coño, dale fuerte Hugo, y tú
también Mario. Por fin os tengo a los dos dentro, me moría de ganas, por fin se
ha cumplido mi sueño. —La última frase se le había escapado, ¿Qué pensaría
Hugo?
Hugo había oído
perfectamente el comentario, cierta duda asalto su cabeza, pero el placer que
sentía su polla le impedía pensar con claridad, la estrechez de aquel culo, y
los empujones de la verga de Mario, le obligaban a tensar su cuerpo y acelerar
cada vez más el ritmo de sus empujones. Alba tenia ahora las manos sobre el
pecho de Mario, aguantado así la violencia con que su marido le follaba el
culo, más abajo la polla del otro hombre se movía más despacio, Mario esperaba
a que Hugo se corriese para desfogarse a su vez.
Y ocurrió, las
manos de Alba se clavaron en el pecho de Mario, los últimos empujones de Hugo
fueron los más violentos que su culo había sentido nunca, entre gritos de
placer y disculpas por no poder aguantar más tiempo, eyaculó, y el calor de la
leche inundó el recto de Alba. Hugo acarició y beso la sudorosa espada de su
mujer, y acto seguido les libero de su peso.
Alba enderezo
entonces su cuerpo dejando que todo el miembro de Mario entrase por completo.
Hugo pudo ver
como su leche salía del culo de su mujer, resbalando por los huevos de su jefe
para terminar en el edredón que cubría la cama.
Alba apoyó las manos sobre el cuerpo de Mario, y se puso a cabalgar,
primero despacio, luego cada vez más deprisa, desde abajo Mario intentaba
seguir el ritmo levantado la pelvis tan rápido como podía.
—Alba, estoy a
punto de correrme, cariño, mi vida. — Aquellas palabras no pasaron desapercibidas
para Hugo, quien ahora tenía la mente más fría. --Da la impresión de que
se conocen desde hace mucho --Pensó.
—Espera Mario,
no te corras dentro, aguanta un instante. —Y descabalgó rápidamente, dejando
libre el falo de Mario, mojado, chorreando fluidos de ambos, pero tan tenso que
siguió vibrando, como activado por un resorte.
Bajó de la cama
y se arrodillo sobre la moqueta, los dos hombres la miraban.
—Ven aquí
Mario, métemela en la boca.
Mario bajo de
la cama dispuesto a cumplir la orden, interrogó a Hugo con la mirada, y este le
hizo un gesto con la cabeza, invitándole a seguir. Alba limpio con sus labios
toda la polla que le podía caber dentro de la boca, luego succionó varias veces
el glande que no dejaba de escupir fluido. Para Mario fue demasiado…
Cuando Alba sintió la tensión del cuerpo del
hombre, retiró su boca, dejándolo con la miel en los labios por segunda vez.
—Ahora Cariño,
córrete en mi cara, ponme perdida de leche, mi amor, cuanto he esperado este
momento.
De nuevo Hugo
se quedó pensativo… --Aquella forma de hablar… ¿Era solo una actuación
para dar más morbo al tema, o estaba ocurriendo algo que no entendía?
Apenas Mario se
cogió la polla con la mano, esta explotó como una granada, Los chorros de semen
impactaron por toda la cara de Alba, su frente, sus ojos, sus mejillas, incluso
su pelo, todo blanqueaba. Sonriendo, se volvió a meter la polla en la boca para
escurrirla de cualquier resto de leche.
—Ha sido
fantástico, muchas gracias a los dos, Habéis hecho realidad mi fantasía, pero
aún queda noche y yo no me he corrido todavía ni una sola vez, y no quiero irme
sin hacerlo. — Se había limpiado los ojos con las manos, y mientras hablaba su
lengua iba recogiendo el semen que corría por su cara hacia sus labios.
— ¿Quieres que
te coma el coño para que te corras? —Le preguntó Hugo.
—No, porque quiero
que invirtáis los roles cuando estéis dispuestos para ello, y quiero permanecer
caliente para que me volváis a follar de nuevo los dos a la vez. Si vosotros lo
queréis también, claro.
—Por mi parte
estoy dispuesto, solo necesito un poco de tiempo para recuperarme. —Dijo Mario.
—Lo mismo digo,
vamos a lavarnos. —Añadió Hugo.
Y juntos,
abrazados y entre risas, se metieron bajo el chorro de la ducha.
**********************
Aún no ha
terminado la noche, pueden ocurrir muchas más cosas, No sigo escribiendo para
no hacer demasiada larga esta parte del relato, pero aún falta el desenlace.
¿Cómo acabará todo?
Espero que me
animéis para seguir con ello, aunque a decir verdad, ya estoy en ello.
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