Dura lección


Me ha costado muchos años digerir esta “aventura” y admitir que esto me ocurrió realmente, pero después tanto tiempo me he decidido a contar lo que sucedió aquella noche.

Era un sábado por la noche, me encontraba solo en casa, pues mi mujer estaba fuera por motivos familiares, así que decidí salir a dar una vuelta por la ciudad para matar el aburrimiento, y ocurrió lo que temía.

Después de un par de copas se despertaron mis instintos más primarios traducidos en unas intensas ganas de follar. Sin pensarlo más, cogí mi coche y me dirigí a las afueras de la ciudad, a un puticlub que yo frecuentaba a veces cuando estaba soltero, pero al cual no había vuelto desde que me casé, hacia de ello unos pocos años.

Cuando entré pude ver que el local estaba como siempre, solo las chicas habían cambiado, por lo demás todo igual, poca luz, mala música, y la barra al fondo llena de hombres babeando mientras las chicas ligeras de ropa, les sacaban una copa tras otra.

Me acerqué a la barra y me senté en uno de los pocos taburetes que quedaban libres, encendí un cigarrillo y pedí un cubata al único camarero que allí había, el resto eran mujeres. Apenas le había dado un trago a mi vaso, cuando sentí como unas manos me rodeaban la cintura, y una voz dulce me decía al oído:
—Hola cariño, ¿Me invitas a una copa?
—Hola, no me gusta pagar copas, las cobráis muy caras, yo prefiero pagar por follar.
—Bueno, pues invítame a una copa y después hacemos el amor. —Y su mano se poso sobre mi polla por encima del pantalón.
—Esta bien, pero solo una. —Inmediatamente le hizo una seña al camarero para que le sirviese algo.
Aquel chico se me quedo mirando sonriente mientras acercaba el vaso a la puta que estaba conmigo. Cuando nuestros ojos se cruzaron no pude evitar que un escalofrió recorriese mi espalda.

Por aquella época yo ya había descubierto mi bisexualidad y había mantenido relaciones con otros hombres, y aquel hombre parecía saberlo. A pesar de llevar mi doble vida en secreto, algo de mi me delataba ante unos ojos expertos.
A continuación, previo pago del precio acordado, entré a la habitación con aquella chica. Fue un polvo más de los mucho que había echado en los puticlubs. Unos gemidos fingidos, y yo corriéndome antes de lo deseado, como tantas otras veces.

 Nos vestimos y regresamos al bar, “mi” chica se fue a cazar un nuevo cliente, y yo me volví a sentar en la barra para tomar algo, era un modo de aliviar la frustración que sentía, como siempre después de follar pagando.                                                                                                                                                      De nuevo aquel camarero se acercó a mí, de nuevo su mirada buscó la mía, y una sonrisa maliciosa se volvió a dibujar en sus labios. Y de nuevo me sentí turbado, desvié la mirada.
— ¿Qué vas a tomar?
—Ponme otro cubata.
—Eres algo tímido, ¿Verdad?
—¿Porque dices eso?
—Tienes unos ojos preciosos, pero bajas la mirada cada vez que te miro.
—Debe ser porque estoy cansado. —Respondí intentado poner fin a la conversación.

De nuevo una voz femenina a mi lado llamó mi atención.
—Hola guapo, ¿Me invitas a algo?
—Acabo de follar con una de tus amigas, o sea que vas a perder el tiempo conmigo.
—Ya lo sé, pero como he visto que estas solo, y además estamos a punto de cerrar, he decidido proponerte algo.
— ¿El que?
—Digamos que me atraes, y he pensado que, si me llevas en tu coche a mi casa, pues podemos echar un polvo, e incluso pasar el resto de la noche juntos, si quieres.

En otro momento aquella propuesta me hubiese parecido muy sospechosa, pero el alcohol que había en mi sangre no me permitía juzgar la situación con claridad, además aquella chica era muy guapa, y su cara de muñeca no podía despertar en mí ninguna sospecha.
— ¿Éstas segura de lo que dices, o te estas riendo de mí?
—No estoy de broma, además así me ahorro el dinero del taxi.
—Por mi parte estoy encantado, es como si me hubiese tocado la lotería esta noche, y además me gustas mucho. —Dije a la vez que mi mano le acariciaba el culo por debajo de los pocos centímetros de su falda.
—Voy a cambiarme de ropa, y nos vamos, espérame en la calle.

Parecía ser que el camarero no había perdido detalle de la conversación. Su sonrisa y su forma de mirarme lo decían todo.
— ¿Me dices que te debo?
—Déjalo, te invito yo, parece que has tenido suerte esta noche, sin embargo, a mí no me has prestado ninguna atención.
—Tampoco me has propuesto nada. —Mi timidez inicial había desaparecido gracias al alcohol.
— A ti te gustan también los hombres, ¿verdad?
— ¿Y tú como lo sabes?
—Tu mirada te delata, huyes de mi cuando te miro a los ojos, porque sabes que los dos estamos pensando lo mismo.
—Me encantaría hablar contigo otro día, pero ahora debo irme, ya sabes. Tengo una cita. —Dije riendo.
—Bueno, pues en eso quedamos, guapo.
Mi respuesta había sido sincera, la conversación con aquel chico había despertado mi lado femenino, y el aquel preciso instante me hubiese encantado sentir su polla dentro de mí. Pero debía irme.
La noche me esta saliendo redonda, pensé mientras me dirigía hacia la calle, realmente estaba contento, me sentía un triunfador, había ligado por partida doble sin esperarlo.

—Bueno, tu dirás donde debo ir.
—Sigue por la carretera nacional, ya te iré indicando.
Pero apenas habíamos recorrido unos pocos kilómetros cuando unas luces llamaron mi atención, y un guardia civil me indicó que parase en el arcén.
—Buenas noches, esto es un control de alcoholemia, ¿Desea someterse a la prueba?
—Supongo que no tengo elección. —Respondí resignado.

Por supuesto di positivo en alcohol, por lo que me pidieron esperar unos veinte minutos para repetir la prueba, pero volví a dar positivo. Por lo que los guardias me pidieron que me esperase un poco, y ello conducirían el coche hasta el cuartel, donde yo prestaría declaración, o algo así.
Encendí un cigarrillo y me dispuse a esperar a que los agentes estuviesen dispuestos para irnos. Cuando desde mi coche la voz de la chica llamó mi atención.
Me acerqué a la ventanilla del coche para ver que quería.
—Si esto va durar mucho págame un taxi para que me vaya. —Su tono había dejado de ser cariñoso.
—Como quieres que llame un taxi, no hay ningún teléfono por aquí. ¿Y además quieres que lo pague yo? (Aun no existían los móviles)
—Tu tienes la culpa de que estemos aquí, por lo borracho que eres.
—Pues no te voy a llamar un taxi, si quieres irte te vas andando.
Nuestra relación se había deteriorado en unos instantes, aquella noche que prometía ser gloriosa se estaba tornando en algo muy distinto.

Uno de los guardias se acercó, y poniéndose al volante de mi coche, no dirigimos hacia la ciudad. El agente aparco el coche a la entrada del cuartel.
—Quédese un momento en el coche señora, su marido volverá enseguida, ¿Por cierto, tiene usted carnet de conducir?
—No, no tengo carnet.
—Pues deberán dejar el coche aquí y volver a casa en un taxi.
—Lo ves, ya te dije que me pidieras un taxi.
—Y también que te lo pague yo. ¿No es así?
— ¿Pero, no es su mujer? —Preguntó uno de los guardias.
—No, es una puta que he recogido en el puticlub, y ahora me quiere terminar de amargar la noche. —El alcohol y el enfado no me dejaban medir mis palabras.
— ¿Me vas a pedir el taxi, o qué?

No respondí, en silencio acompañé a los guardias dentro del edificio.
Al margen de los tramites legales, les conté a aquellos hombres lo que me había ocurrido esa noche, y que mi mujer me estaba esperando en casa sin saber nada de mí.
Al final uno de los guardias se apiadó de mí.
—No deberíamos dejar que te fueses conduciendo, pero dadas las circunstancias vamos a hacer una excepción, pero conduce con cuidado.
Le di las gracias por el favor que me estaba haciendo y volví al coche. En el interior, y con cara de pocos amigos, seguía mi musa esperando.
—Ya está, nos vamos. —Dije sentándome al volante. — ¿Donde tengo que llevarte?
—Arranca, ya te iré indicando.
—Pero cuando lleguemos tenemos que echar un polvo, me lo prometiste, sino te bajas aquí mismo.
—Eres un cabrón, quieres que folle contigo después de llamarme puta delante de los guardias.
—Perdí los nervios, reconozco que me pasé contigo. Pero ahora quiero reconciliarme contigo haciendo el amor.
—Ya estamos llegando, aparca por aquí.
Estábamos frente a un bloque de pisos en las afueras de la ciudad, alrededor solo había solares desiertos y montones de escombro. Desconocía aquel lugar, incluso hoy día no sabría volver allí.
Subí tras ella hasta el segundo piso, la suciedad y las pintadas que había por todas partes, indicaban que tipo de gente debía vivir allí. Entramos, el mobiliario era escaso, pero el desorden abundante. Me dio la impresión de que aquella mujer solo usaba aquel piso para dormir de día cuando volvía del trabajo.

Encendió el televisor, aunque por aquella época y a esas horas, pocos canales se podían ver en él.
— ¿Voy a hacerme un porro, quieres otro?
—No estoy acostumbrado a fumar yerba, no me lo hagas muy fuerte.
Lío los dos canutos en un instante, su experiencia era notable, y me dio uno.
—Fúmatelo tranquilamente, yo voy a ducharme, y luego nos vamos a la cama.
No pude evitar que aquellas palabras despertasen en mí una erección. Volví a mirar su cuerpo y su cara, todo el conjunto era precioso, y dentro de poco iba a ser mía en su propia cama.
—Esta bien, pero no tardes cariño, estoy loco por abrazarte y follarte viva.
—Vuelvo enseguida, lo vamos a pasar muy bien a pesar de todo.
Mi mirada se volvió hacia la tele, solo había canales de teletienda, pero me daba igual, no estaba allí para ver televisión. Me llevé el porro a los labios y le pegué una calada.
—No sé qué le encuentran a esto, yo no siento nada a parte del mal sabor que tiene. —Pensé.
Y le di otro chupón al cigarro, éste más fuerte aún, y luego otro.
De pronto el mundo se puso a dar vueltas, quise ponerme en pie, pero mis piernas no me obedecían. Intenté llamar a la chica, creo recordar que se llamaba Eva, pero no conseguí articular palabra, y luego no recuerdo más.

Algo frio golpeo mi cara, desperté sobresalto pensando que me ahogaba.
Al abrir los ojos vi que ya no estaba en el sofá sino en el cuarto de baño, sentado en el suelo, al bajar la mirada pude ver que estaba desnudo. El agua que habían derramado sobre mí, resbalaba por mi barriga hasta mis genitales.
Entonces reparé en que no estaba solo en aquel lugar, frente a mi había un hombre en pie, pero este estaba vestido, cuando levanté la cabeza para ver su cara le reconocí, era el camarero del puticlub.
— ¿Qué ha pasado? —acerté a decir, mi garganta estaba seca, y me dolía mucho la cabeza.
—El bello durmiente a despertado, venid a ayudarme. —Gritó aquel hombre.
Al momento vi entrar a otro hombre en el baño, al igual que el anterior, este también era alto y moreno, a simple vista pude apreciar que aquellos hombres eran más fuertes que yo.
En el umbral de la puerta pude ver a Eva, me miraba con una extraña expresión en su cara, mezcla de odio y regocijo.

—Venga, levántate. —Dijo uno de ellos.
Lo intenté, pero mis piernas temblaban, mi cuerpo estaba muy mal, y el miedo que me estaba provocando aquella situación no me ayudaba en nada.
Entonces aquellos hombres me cogieron de los brazos, levantándome sin ningún problema, y así me dejé llevar hasta el salón. Eva colocó una silla en medio de la estancia y me dejaron caer sobre ella. Yo no podía verme, pero mi aspecto debía ser lamentable, la resaca estaba haciendo mella en mí, tenia mucha sed, y mucho dolor de cabeza.
—Por favor, agua, tengo mucha sed.
Eva me alargo un bote de cerveza.
—Toma, esto es lo mejor contra la resaca, y te vendrá bien para aguantar lo que te espera.
— ¿Qué me vais a hacer?
No obtuve respuesta, esperaron a que terminase la cerveza, entonces el camarero se acercó con unas esposas en la mano, y el otro cogió mis brazos, intenté levantarme y defenderme, pero fue inútil, en un instante me vi con las manos atadas tras el respaldo de la silla.

— ¿Qué queréis de mí? Si me vais a matar hacedlo ya, por favor.
La respuesta que obtuve fue un fuerte revés en la cara, luego otro, y unos fogonazos que me cegaron durante unos instantes. No sentí dolor, el miedo me servía de antídoto, pero si sentí el sabor de la sangre dentro de mi boca, y vi como la que salía de mi nariz caía sobre mis muslos y mi marchita polla.
— ¿Te gusta maltratar a las mujeres, no es así? —Dijo a continuación.
En mi confusión ya no sabia si me hablaba el mismo que me había golpeado, o era el otro, pero poco me importaba eso ahora.
—No, no, estáis confundidos conmigo, yo nunca he maltratado a una mujer.

Fue Eva quien tomó ahora la palabra.
—Aunque eres un hijo de puta y no te lo mereces, te voy a dar una explicación; fue Rober, el camarero, quien ideo el plan, le gustaste, así que decidimos darte una sorpresa. Planeamos traerte aquí y hacer un trio, iba a ser algo estupendo, pero tú la cagaste.
— ¿Qué culpa tengo yo de que nos parase la guardia civil?
—No te culpo de eso, tampoco de que bebieses demasiado, pero me trataste de puta en varias ocasiones delante de aquellos hombres, y eso me dolió mucho.
—Pero entiende las circunstancias, estaba muy nervioso y borracho.
—En el fondo te he perdonado, ya se que a los ojos de los hombres solo soy una puta, algo sin valor, algo de usar y tirar, hace tiempo que vivo con ello. Pero esto ya no esta en mis manos, son estos dos quienes deben decidir qué hacer contigo.
—Ya he terminado, es todo vuestro. —Añadió dirigiéndose a sus amigos.

Los dos hombres se miraron riendo.
Ya había amanecido, la luz que entraba por la ventana me cegaba y me impedía verlos con claridad.
— ¿Qué hacemos con él, Juan? ¿Nos lo follamos?
—No es mala idea, pero a este cabrón parece le gusta eso, y lo que necesita es un escarmiento.
—Procuraremos que no le guste demasiado. —Dijo Rober a la vez que se iba desnudando.
— ¿Y tú qué opinas Eva? —Preguntó Juan.
—Será un placer ver como os lo falláis, pero sin delicadezas, quiero que sufra.
—Te vamos a soltar, pero no te hagas el valiente.
Me soltaron las esposas y me pusieron de rodillas.
Inmediatamente sentí el roce de una polla contra mi cara.
—Abre la boca y chúpamela, y no se te ocurra morderme si no quieres volar por la ventana.
Obedecí, y aquella polla aun flácida llenó mi boca, y un olor a macho inundó mi nariz, no habían molestado en lavarse, sentí nauseas, a duras penas podía aguantar las ganas de vomitar.
Sentí como aquel trozo de carne iba creciendo dentro de mi boca hasta no caber dentro. Intenté hacerme hacia atrás pero aquel hombre sujetó mi cabeza.
Con el glande en mi garganta la sensación de ahogo era terrible, las lagrimas corrían por mis mejillas. Con mis manos empujé con todas mis fuerzas aquel cuerpo hacia atrás, solo así conseguí liberarme.
— ¿Qué haces, imbécil? —Preguntó Juan.
—Me estaba ahogando, lo siento.  —Respondí entre toses, a la vez que me limpiaba las lágrimas de los ojos.
Pero de nuevo aquel glande que me parecía enorme estaba rozando mis labios, y un hilo de líquido viscoso y salado cayó dentro de mi boca.
—Vamos, sigue chupando.
—Esta bien, pero por favor no me sujetes la cabeza.

Por primera vez en mi vida me estaba comiendo una polla sin ganas de hacerlo, sin sentir con ello ningún placer, nunca pensé que aquello me ocurriría.
Seguí con aquel falo dentro de la boca, se la chupaba lo mejor que podía, de vez en cuando sentía como se le escapaba algo de semen, sentía su sabor, para luego dejarlo escapar por la comisura de mis labios.
Con mis manos apoyadas en sus caderas sentía como se tensaban sus músculos, aquel hombre estaba muy excitado, en otras circunstancias aquello me hubiese provocado un morbo tremendo.
—Déjalo ya, ahora me toca a mí. —Era la voz de Rober, el camarero.
La polla salió de mi boca húmeda y babeante. Al instante sentí como otra rozaba mis labios, era la de Rober, estaba ya dura y mojada por la excitación.
Dejé que mi boca se llenase con este segundo falo, y mi lengua lamio aquel glande que entraba y salía de mi boca, de nuevo sentí el sabor del liquido preseminal mezclado con esperma.

—Ponte a cuatro patas. —Era la voz de Juan.
Al oír sus palabras Rober retiro su polla de mi boca.
— ¿Te lo vas a follar ya?
—Si, estoy a cien.
—Por favor dadme algo de beber tengo mucha sed. —Imploré.
—Eva, trae unos botes de cerveza, el chico se merece uno por lo bien que la chupa.
La chica apareció con unas cervezas, esta vez los botes eran de medio litro, cosa que agradecí, la sed que tenía era inmensa.
Me permitieron sentarme en una silla para beberlo. Poco a poco me iba sintiendo mejor, y un suave mareo subía hasta mi cabeza. Tímidamente me atreví a hacer una pregunta.
—Porque no lo dejamos ya, puedo volver otro día si lo quieres, pero entended mi situación por favor, mi mujer no sabe nada de mí, y me encuentro muy mal.
—Me temo que no va a poder ser, yo estoy demasiado caliente, y me temo que juan también lo está. Tal vez cuando terminemos te dejamos marchar, ya veremos. ¿Qué opinas Eva?
—Yo estoy ansiosa por ver el espectáculo, hasta me estoy poniendo cachonda con solo pensarlo.
—Pues ya ves. —Añadió él—Ya estas tardando en volverte a poner a cuatro patas en el suelo.
De nuevo obedecí.

No tardé en sentir como unas manos separaban mis nalgas.
— ¿No le pones nada? —Preguntó el barman.
—No, quiero que sufra, quiero oír sus gritos.
Sentí su glande empujando, intentando abrirse camino dentro de mí.
A pesar de no ser la primera vez que me follaban, mi culo no estaba preparado para ello, y mi mente tampoco estaba receptiva. Instintivamente me hice hacia delante cerrando mis nalgas.
—Sujétamelo Rober, este cabrón quiere ponérmelo difícil.

Entonces el otro hombre se inclinó sujetándome con fuerza los hombros. Esta vez no pude oponer resistencia, a fuerza de intentarlo la polla de Juan se fue abriendo camino hasta introducir el glande, y una vez ahí empujo de un solo golpe.
Nunca había sentido tanto dolor, ni tan siquiera la primera vez que me follaron, el alarido que solté y las lágrimas que caían por mis mejillas eras sinceros. Sin hacer ninguna pausa siguió bombeando con fuerza, al dolor que apenas había disminuido tenia que sumarle el de los azotes que su mano me propinaba. Todo ello acompañado de insultos y resoplidos.

Levanté la mirada y vi que Eva estaba también desnuda, se estaba tocando el coño, y a su lado Rober se acariciaba la polla para mantenerla dura.
El ritmo de los empujones iba en aumento conforme aquel hombre iba sintiendo más y más placer. Después de unos minutos interminables sentí como su cuerpo se tensaba, estaba a punto de correrse. Pero no lo hizo, saco su polla y me mandó arrodillarme.
— ¿Sigues teniendo sed? Abre la boca.
De nuevo tenia su polla dentro de mi boca.
—Vamos, cómemela hasta que me corra, y trágate la leche.
No me quedaba otra que chupar aquella polla que había estado dentro de mi culo, y además quería que me bebiera su leche.
De haber estado excitado, tal vez no hubiese sentido tanto asco como el que me producía aquella situación. De nuevo sentí como su cuerpo se tensaba, estaba a punto de correrse. 
Sujetando mi cabeza, se puso a bombear dentro de mi boca, pronto sentí los primeros espasmos acompañados de los chorros de leche, fueron muchos, mi boca se llenaba, tuve que tragar. Cerrando los ojos sentí como el semen bajaba por mi garganta.
Juan fue sacando su polla de mi boca, a la vez que la iba escurriendo de semen para que me lo tragase todo.

—Ahora voy yo, ponte en posición.
De nuevo me puse a cuatro patas, Rober estaba ansioso por metérmela, inmediatamente lo tuve tras de mí, esta vez mi ano estaba dilatado, y aunque también me la metió de un solo golpe, no sentí tanto dolor como la vez anterior, a pesar de ello grité como si me doliese mucho, era lo que ellos querían oír.
De pronto, y para mi sorpresa, vi el coño de Eva abierto ante mis ojos, sentada en una silla, con las piernas abiertas había puesto su coño al alcance de mi cara.
—Cómeme el coño, yo también quiero correrme.
En otra situación aquello me hubiera parecido maravillo, siempre me ha gustado comerle el coño a una mujer guapa, pero en aquel momento no me apetecía, además me iba a resultar difícil hacerlo con una polla dentro del culo. Acerqué mi boca y me puse a lamer aquella raja, intentando no hacerle daño con mis dientes cada vez que Rober empujaba, y lo hacia cada vez más fuerte y rápido.
Pronto su cuerpo empezó a tensarse cada vez que mi lengua rozaba su clítoris, por lo que seguí insistiendo en aquel punto en un intento de que se corriese lo antes posible. Y así fue, cuando agarró mi cabeza y los músculos de sus piernas se tensaron no me quedó duda alguna, se estaba corriendo. Entre espasmos y resoplidos fue aflojando la presión que ejercía sobre mi cabeza, y empujando la silla hacia atrás, retiró su coño de mi boca.
Y allí se quedó, en silencio, pensativa, al igual que lo estaba Juan, sentado en uno de los sofás.

Solo Rober permanecía activo, estaba aguantando más que su compañero, entre elogios a mi culo e insultos, llevaba ya varios minutos follándome sin correrse aún.
—Ya no te quejas, seguro que hasta te está gustando.
—Aun me haces daño, dije entre dientes, no estoy haciendo esto por placer.
Mis palabras debieron incrementar su excitación, sus empujones se volvieron brutales, los golpes de su pelvis contra mi culo me hacían daño.
De pronto paro y todo su cuerpo se tensó, sentí dentro de mi como su polla empujaba hacia arriba, como queriendo levantarme colgado de un gancho.
Y de pronto la tensión cesó, y sentí los espasmos de su polla escupiendo leche dentro de mi culo y la sensación de que algo me quemaba por dentro. Por unos instantes su cuerpo quedó como muerto sobre el mío.
—Ya está, ya me he corrido yo también, quería hacerlo en tu boca, pero no me he podido controlar. —Dijo a la vez que su cuerpo se separaba del mío.

Por fin, todo había terminado para mí, o al menos eso esperaba.
—Ahora dejareis que me vaya, espero.
Los tres se miraron, y temí de nuevo por mi integridad.
—Tu ropa esta en la habitación, ve al baño y luego vístete.
Y así lo hice después de vaciarme de leche en el cuarto de baño y lavarme un poco.
Cuando volví al comedor me ofrecieron una nueva cerveza.
—Esperamos que hayas aprendido la lección. —Dijo Eva.
—Y será mejor que no cuentes nada de esto a nadie. —Dijo uno de ellos.
—No contaré nada por la cuenta que me tiene, y si, he aprendido la lección.

Arranque el coche dando gracias a dios por haber salido con vida de un sitio así.
Tenia el cuerpo muy mal, y me dolía mucho el culo, tuve que parar a vomitar cuando recordé la leche que había estado bebiendo de una polla que acababa de salir de mi culo.
Pero la mayor herida era la de mi amor propio. ¿Cuánto tardaría en olvidar aquella humillación?

Llegué a mi casa sobre las diez de la mañana, por suerte para mí, mi mujer no había vuelto, seguía en el hospital con un familiar enfermo.
En cuanto a mí, seguí con mi vida, pero no me apetecía volver a follar con hombres, la idea me recordaba lo vivido en aquel piso.
Hasta que un día volví a ver a Rober, y como dicen, un clavo puede sacar otro clavo, y de nuevo la vida me volvió a sorprender.
Tal vez algún día lo cuente. ¿Quién sabe?

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